Ha querido la estación que asoma entre calores que en el mes de mayo se haya reducido el paro registrado en 98.265 personas.
Buena noticia para los contratados, por mucho que es probable que en setiembre la inmensa mayoría de ellos vuelvan al paro, por mucho que apenas un siete y medio de los nuevos empleos tengan carácter indefinido y por mucho que, según la contabilidad de este periódico, solo 265 de esos casi 100.000 estarían ocupando realmente un puesto de trabajo que soporte los vaivenes de la estacionalidad y las fiestas.
Es preferible, desde luego, que se creen empleos, aunque sean precarios y pocos, a que los parados sigan parados, pero ocurre que estas nuevas contrataciones se producen en un clima de arremetida, una más, contra las condiciones de trabajo propias de un país civilizado.
Estamos en la fase de consolidar el discurso de la derecha económica y política respecto del trabajo, el paro y las condiciones de ambos. Quieren que el trabajo sea un privilegio antes que un derecho, que los que tenemos trabajo nos conformemos silentes, nos demos por satisfechos, digamos ¡gracias a Dios! y callemos sumisos por sentirnos entre los escogidos.
Así estamos cuando el Banco de España entra en un campo que no parece de su competencia y refuerza el discurso liberal con la idea de que el salario mínimo es un freno para crear empleo y que hay que contratar con salarios-resumen, por debajo de esa zarandaja de los convenios.
No tiene el gobernador del Banco de España, Luis Linde, una frase siquiera para denunciar los convenios de los bancos, y de algunas cajas de ahorro, que prevén una horquilla para sus ejecutivos jubilados que va desde la módica cantidad de 88 millones de euros para Alfredo Sáez -por muy de Bilbao que sea-, hasta los 13 millones de euros para la cúpula de la CAM, o los 23 millones de euros para los responsables del desastre de las cajas gallegas. Por no hablar de los 71 millones de euros para diez ejecutivos de Caja Madrid, o de los casi dos millones de euros que dio Blesa a su amigo de pupitre Aznar para la fundación conservadora FAES, entidad subvencionada en régimen de mamandurria y de la que salen mensajes del pelo del emitido ahora por el Banco de España.
Mientras, los contratos indefinidos han caído hasta niveles mínimos que no se conocían desde 1997, vemos como suben los autónomos (12.5632 más) y sería un espejismo pensar que esto es la consecuencia de un chisporroteante espíritu emprendedor que desplegamos los españoles. Más bien se trata del proceso de reconversión, silencioso, de miles de antiguos asalariados que se han visto obligados a darse de alta como autónomos un minuto después del despido, o se han hecho autónomos para que no les despidan a lo bestia, o han tenido que hacerse autónomos después de dejar de trabajar en las razonables condiciones que tenían cuando eran asalariados. Quedamos a la espera de la contabilidad de aquellas personas que siguen trabajando, pero han dejado de cobrar. Esta categoría seguro que constituye el éxtasis del liberalismo.
Enhorabuena a los premiados, porque estos puestos precarios parecen una lotería en el océano de paro en que sobrevivimos, y quedamos a la espera de que el Gobierno del PP diga ahora aquello que soltó Soraya Sáenz de Santamaría desde la oposición en 2011: “baja el paro en abril, bajará en mayo y junio, igual que los días serán más largos, las temperaturas más altas y el sol brilla más. Eso se llama ¡estacionalidad!”, espetó muy seria.