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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

¿De qué parte estás?

El ministro de Interior italiano, Matteo Salvini.

Roberto Saviano

¿Dónde estáis? ¿Por qué os escondéis? Queridos amigos, escritores, periodistas, cantantes, bloggers, intelectuales, filósofos, dramaturgos, actores, guionistas, productores, bailarines, médicos, cocineros, estilistas, youtubers… Hoy no podemos seguir permitiéndonos ser solo esto. Hoy las personas públicas, todas las personas públicas, quienes tengan la posibilidad de hablar a una comunidad, deben sentirse en el deber de tomar posición. No tenemos elección. Hoy callar es lo mismo que decir que lo que está pasando, por mí, vale. “Cada palabra tiene consecuencias, pero cada silencio también”, dijo Sartre. Y el silencio, hoy, es un lujo que no nos podemos permitir; el silencio, hoy, resulta insoportable.

Quien durante estos meses aún no se haya manifestado (frente a quien sí lo está haciendo con valentía) calla porque sabe, como lo sé yo, que en nuestro trabajo no conviene hablar. A menudo escucho o leo: “Quien dice lo que piensa lo hace para tener visibilidad”; pero es una visibilidad que te aporta millones de insultos en las redes sociales y la desconfianza de quien debería apoyar tu trabajo porque se siente en el deber de tener que rendir cuentas con lo que afirmas. Lo que nadie se atreve a decir es que a menudo callamos para no ser conflictivos, porque tememos que lleguen menos propuestas, menos proyectos. Pero si pensamos así ya hemos perdido, porque nos hemos resignado a no estimular la reflexión y a secundar a quien cree que la realidad se puede reducir a eslóganes como 'Somos demasiado buenos', 'Radical chic', 'Tour operadores de inmigrantes', 'Cerremos los puertos', 'Un besazo','Un abrazo' y emoticones de adolescentes, frases típicas de este gobierno.

A menudo se calla porque se sabe que tomar posición supone dividir no solo al público que te sigue en las redes sociales, sino también, y sobre todo, a quien debería comprar tus libros, comprar las entradas para tus espectáculos, ir a verte al cine o no cambiar de canal cuando te ve en televisión. ¿Pero de verdad creéis que lo que está ocurriendo es aceptable? ¿Durante cuánto tiempo creéis que podréis aguantar sin expresar vuestro desacuerdo?

En el fondo con Berlusconi era todo más sencillo: estaba él y estábamos nosotros. Criticarle suponía consecuencias, reacciones fuertes, que te lloviera mierda a paladas, pero había una comunidad activa, que cerraba filas con quien lo hacía. Tomar posición contra Berlusconi no implicaba perder audiencia, ni copias ni apoyo. Con Berlusconi resultaba fácil que te entendieran incluso más allá de nuestras fronteras, porque il Cavaliere no dejaba de ser una caricatura itálica, un personaje reconocible de la comedia del arte. Hoy esto ya no es así y en este gobierno nos cuesta vislumbrar las semillas de algo extremadamente peligroso. “Limítate a hacer tu trabajo” es la llamada al orden que recibe el futbolista que dice lo que piensa sobre los inmigrantes, el actor que se pone la camiseta roja (la que vestían quienes criticaban a Salvini). Y la llamada al orden es en sí un chantaje: te ganas la vida con tu trabajo, no aceptamos comentarios políticos por parte de quien tiene ya la vida solucionada.

Hoy, nos molesta quien se salta los límites de su propio trabajo y de su propio papel para hacer aquello que, por otra parte, sería normal hacer: controlar a quien gobierna para que, aunque haya sido elegido en las urnas, no traicione no solo su propio mandato sino, sobre todo, nuestra historia y los valores que nos han permitido vivir décadas de paz. Nuestra democracia es una democracia joven y frágil pero es, ante todo, antifascista y antirracista. ¿Os parece que hoy este gobierno se está moviendo en el respeto de los valores que son en la base de nuestra Constitución? ¿Que se está moviendo y se está comunicando dentro de un perímetro de seguridad? ¿No os parece más bien que en los últimos 70 años de prosperidad y paz nos hayamos vuelto permeables a los partidos políticos xenófobos? ¿Que damos por hecho y ni siquiera nos interesa proteger derechos conquistados, y que si no se defienden nos los pueden borrar con un par de publicaciones en Facebook o unos cuantos tuits?

Este gobierno, de forma torpe pero evidentemente eficaz, especulando con las dificultades de muchos, utiliza como arma de distracción masiva el ataque a los inmigrantes y a las ONG. Está sucediendo un horror ante el cual no podemos permanecer callados: mientras el M5S y la Lega se pelean por puntos fundamentales de su acuerdo, nos hacen creer que nuestro problema son los inmigrantes. Y si me contestáis que los gobiernos precedentes hicieron lo mismo os diré que no habían llegado tan lejos, pero sí que allanaron el camino para que todo esto sucediese. Y si me decís que habéis votado a la Lega y al M5S para darle la vuelta a la tortilla, porque era la única manera de echar a una clase dirigente que había fracasado en todos los aspectos, os diré que tengáis cuidado, que no deleguéis, que abráis los ojos porque las cosas se están torciendo para todos; no solo para los inmigrantes o para las voces disidentes, sino también para vosotros.

San Agustín dijo: “Sin la justicia, ¿qué serían en realidad los reinos sino bandas de ladrones? ¿Y qué son las bandas de ladrones si no pequeños reinos?”. Cuando la política se separa de la justicia es como si al despojarse de su carne se revelase su alma de bandolero. ¿Sabéis por qué cito a san Agustín? Porque muestra claramente cómo es posible que el poder, incluso cuando es inicuo, incluso cuando es injusto, incluso cuando es incapaz e incluso cuando es criminal, viva tranquilo. ¿Sabéis en qué se materializa la ley del silencio ante las mafias? Si creéis que solo en el miedo estáis equivocados. La idea que la protege es la siguiente: juzgo a un capo por lo que este hace por mí. ¿Me ha maltratado? No. ¿Ha intimidado a alguien de mi familia? No. Entonces, por mí, vale.

Del mismo modo, pensar que solo porque este gobierno por ahora no nos haya tocado personalmente (la querella contra mí es una nimiedad en comparación con los golpes mortales que este gobierno está lanzando al Estado de derecho) ni a nuestros intereses nos podemos librar de tomar partido es una postura ingenua e irresponsable que legitima elecciones y comportamientos perversos.

No se trata de un enfrentamiento entre Matteo Salvini y yo; para mí no es algo personal. Pero siento con toda mi alma que tengo el deber y la necesidad de hablar por los que no tienen voz, por los 600.000 inmigrantes que hay en Italia y cuya situación hay que regularizar ya, de inmediato, para que puedan salir del estado de esclavitud en el que se encuentran; por las ONG que salvan personas en alta mar, ayudando así a los estados europeos y a Italia a hacer frente a un fenómeno que no se puede frenar, sino solo gestionar en condiciones porque no cabe duda que es un recurso. Esos políticos que aún hoy se niegan a admitir lo contrario no entienden nada de política ni de economía y son un peligro para la cohesión social de nuestro país, que es un país multiétnico. Orgullosamente multiétnico.

Hoy os pido a vosotros, mis conciudadanos, que os movilicéis por los derechos de todos, porque incluso si os parece que no formáis parte de esta totalidad, sí que estáis involucrados. En nombre de un supuesto bienestar, en nombre de una mayor seguridad, os dirán que en realidad la libertad de expresión es cosa de ricos privilegiados, que hablar de los derechos de quien huye y encuentra el infierno en tierra y la muerte en el Mediterráneo es echarles una mano a los comerciantes de esclavos. Incluso me han llegado a decir que con mis críticas estoy ayudando a Salvini en los sondeos: como siempre, la culpa no es de quien prende fuego sino de quien intenta apagarlo. Si Salvini sube en los sondeos no es por culpa de quien le critica, sino de quien calla y de quien muestra timidez y miedo.

La movilización que os pido es una movilización que nos atañe a cada uno de nosotros; hablad con nuestro público y no lo hagáis en mi nombre, que dentro y fuera de los juzgados sé defenderme yo solito. Os pido que os movilicéis para defender los derechos que muy pronto os habréis olvidado de que teníais. Nos están haciendo creer que no los necesitamos, pero pronto nos daremos cuenta de que lo que nos está condenando, más que la insolencia de este gobierno y la arrogancia de Salvini, es nuestro silencio. Nos han vendido la libertad de expresión y la lucha por los derechos como “caprichos” de la élite contra el pueblo que, en cambio, reclama seguridad; pero la lucha por los derechos es siempre lucha por quien no se los puede permitir y por quien a menudo no puede ni siquiera reclamarlos.

Y ahora vosotros me diréis: pero nosotros ya luchamos con nuestros libros, con nuestras canciones, con nuestros espectáculos, con nuestra ironía. Es verdad, y siempre ha sido así: pero hay momentos en los que es crucial saber de qué parte se está y dejar de delegar la resistencia a nuestro arte. Frente a mentiras que crecen sin control, frente a embusteros profesionales (los esbirros de Berlusconi eran aficionados a su lado), frente al dolor que estas mentiras y estos embusteros de profesión provocan, todos tenemos el deber de contestar así: ¡NO ES CIERTO! Es la dualidad de siempre: el arte que toma partido y el que soberbiamente decide no involucrarse. Aquel se siente superior a este en nombre del compromiso social, y el segundo se siente superior al primero en cuanto defensor del derecho a la pureza del desinterés. Frágiles barreras ideológicas que se derrumban frente a los muertos en el mar y a las continuas mentiras.

Tenéis que hablar a vuestros lectores, a quienes os escuchan, a todos aquellos cuya alma habéis curado con vuestro arte y vuestro trabajo. Creed en vosotros mismos; habéis puesto las bases para que os escuchen, así que no tengáis miedo y decid a los que os quieren que vosotros no estáis de acuerdo con todo esto. Al principio habrá confusión, os criticarán por haber roto el equilibrio de la imparcialidad, equilibrio no obstante que ya era frágil y estaba mermado. Pero los efectos positivos que mañana tendrán vuestras palabras os recompensarán de las malas reacciones que hoy puedan tener los haters. Ya sabéis cómo os deslegitimarán, así que jugáis (jugamos) con ventaja. Os dirán: “¿Te pagan? Pues no puedes hablar”. Así es como trataba Mussolini a Matteotti antes de que lo mataran: ¿eres un hijo de la clase acomodada? Entonces no te metas en luchas sociales. Pensadlo bien: ¿de verdad que hemos vuelto a esto? Y, sobre todo, ¿de verdad estamos de acuerdo con ello? ¿Estamos de acuerdo con que nos intimiden con esta comunicación criminal? ¿Tenemos que avergonzarnos del fruto de nuestro trabajo? ¿Tenemos que aceptar, tal y como quieren, que auténtico sea solo aquel que se somete?

Escritores: el ataque al libro, al conocimiento, al saber es el pan nuestro de cada día. “Búscate un trabajo”, le dicen a quien escribe. Es el paso número uno de cualquier deriva autoritaria: no reconocer el trabajo intelectual, quitarles a las palabras la dignidad laboral. De esta forma, solo queda la propaganda. Editores: ¿no sentís cómo se desmorona la tierra bajo vuestros pies? Tomad parte, no hay salvación para quien actúa con prudencia. Hay que ir casa por casa, calle por calle y conquistar lectores, es decir, personas capaces de comprender el mundo y no soportarlo siguiendo las mareas del rencor. Porque el conocimiento es un precioso instrumento de emancipación de la miseria personal; defendamos este instrumento. Defendámoslo con toda nuestra energía.

Entre aquellos que socorrían a Josephine, la única superviviente del naufragio que nos mostró una vez más la incapacidad de la guardia costera libia a la hora de llevar a cabo misiones humanitarias, estaba Marc Gasol, uno de los jugadores de baloncesto más fuertes del mundo, una roca de más de dos metros. ¿Qué le diríais a quien dice “Marc Gasol es rico y no puede ocuparse de quien sufre”? ¿Os parece una objeción plausible, os parece que tenga sentido o que sean más bien los delirios de quien tiene miedo? Así que dad la cara: Italia necesita hoy de vuestras voces libres. No tengáis miedo de quien más que nada teme el disenso porque carece de los instrumentos para manejarlo si no es de forma autoritaria. Y un ministro que se querella contra un escritor en una carta con membrete del Ministerio está realizando un gesto autoritario, pues está utilizando su posición para intimidarme no solo a mí, sino también a vosotros.

A un lado está quien critica y al otro, el gobierno entero, que a día de hoy no ha expresado malestar alguno por haber sido utilizado de esta manera. No me da miedo la querella ni me asusta la soledad. Pero vosotros ¿dónde estáis? ¿Os acordáis de cuando le dijimos a Berlusconi “aplastadnos a todos”, porque quería aplastar a quien escribía sobre las mafias? Y ahora, ¿dónde estáis? Cuando critiqué las políticas de los gobiernos de centroizquierda me decían que difamaba al país, que difundía derrotismo, que dejaba el país a la merced de los enemigos de la democracia. En realidad, fomentar el análisis y la crítica es la tarea, por no decir el deber, de quien cuenta la realidad y sus palabras están al servicio de la libertad, no la boicotean.

¿Hemos caído tan bajo como para creernos que tomar una posición crítica sobre este gobierno sea un favor a algún mandamás, a algún interés? ¡Venga! Me lo he pensado mucho antes de escribir estas líneas; no me gustaría que pensarais que os estoy llamando a la acción para que me defendáis, pero sí quisiera que entendierais que se acabó el tiempo de quedarse en la retaguardia. Si no tomáis parte quiere decir que lo que está ocurriendo, por vosotros, vale. En tal caso, no podré decir que no lo he intentado, pero seréis responsables de lo que ocurra; o cómplices o rebeldes. “La historia de los hombres” escribió Vasilij Grossman en Vida y Destino “no es el combate del bien que intenta vencer al mal [sino] el combate del mal intentando aplastar la minúscula semilla de humanidad. Pero si en momentos como este el hombre conserva algo de humano el mal está destinado a sucumbir”. Sois la pequeña semilla de la humanidad; sin vosotros Italia está perdida. Entonces, ¿de qué parte estáis?

Traducción de Paula González Fernández

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