Una niña colombiana de 10 años, Saray, ha intentado suicidarse tirándose por el balcón. Dejó una carta manuscrita despidiéndose de su familia y reiteró el acoso escolar que sufría por parte de alumnas del colegio al que asistía en Zaragoza. Agustín de Gericó es un centro católico concertado que ha dicho haber dispensado una atención preferente a la niña, que ya sufría maltrato, bullyng racista, en el curso pasado. Las referencias confirman que le gritaban “sudaca”, “colombiana de mierda”, “vete a tu puto país”, le rajaban la camisa y le tiraban agua. Desde los 9 años, cuando tuvo la desgracia de ingresar en ese centro cuya actividad reseñada a finales del curso pasado es una excursión a Torreciudad, el corazón del Opus Dei.
Diversos poderes públicos investigan “si hubo acoso de sus compañeras” y algunos periódicos hablan del hecho en los mismos términos. Todos se congratulan de que la niña esté fuera de peligro vital aunque sufre diversos traumatismos. Saray, insisto, dejó una carta y en su familia y en el colegio sabían lo que ocurría. Y no es un caso aislado: uno de cada cuatro escolares dice que ha visto acoso en su colegio.
Veamos. Las niñas afganas han salido a manifestarse para que el gobierno talibán –en cuyas manos dejó el país EEUU con la aquiescencia de la comunidad internacional tras años de ocupación- revoque la ley que les impide estudiar a partir de los 12 años. Protestan y luchan con un inmenso riesgo para su integridad.
Pues bien, entre una noticia y otra median los pasos que se dan en el camino de la regresión. Y los derechos esenciales de las mujeres, en su gravedad, no son sino un síntoma de todas las grandes pérdidas que sufrimos o nos amenazan. No hace falta una bola de cristal para verlo, ni mucho menos, sino mirar y ver la realidad, deducir a través de la experiencia. Cuesta oírlo, saberlo, porque duele, porque nos invade la impotencia, pero es evidente que si se deja hacer irá a peor y cuesta encontrar cómo afrontarlo. Las soluciones erráticas que la sociedad está adoptando muestran una pérdida de valores y de criterio muy preocupante. A todos los niveles. En decisiones colectivas y personales. Como prioridad efectiva hay que acabar con la educación en el odio a la diferencia de los niños y acotar la burricie de los mayores.
Quizás el camino de vuelta está en la observación cotidiana de los hechos. Da pistas explícitas, contundentes, arrolladoras incluso.
Los suecos, aquellos que acogieron exiliados de las dictaduras, se apuntan también a la ultraderecha. El partido eufemísticamente llamado Demócratas Suecos se ha convertido en la segunda fuerza política gracias al apoyo del 20% de los votantes. La plaga se extiende. Invade varios países de Europa y está a punto de dar un aldabonazo intenso en Italia con su primer gobierno fascista desde Mussolini. EEUU está infectado de trumpismo en la propia sociedad y en órganos decisivos como la Corte Suprema, gracias al trabajo del magnate presidente y el apoyo del Partido Republicano. Y de belicismo desesperado en la administración Biden. Ucrania, China y lo que venga. Arrastrando a una torpe UE en la que probablemente se mueven demasiados intereses. Disculpen que insista: al PPE europeo no le importa ya pactar con los neofascismos de ultraderecha.
Y la inflación subsiguiente a la guerra. Y los polvorines que se agitan de nuevo en los Balcanes, en Azerbaiyán, que bombardea localidades armenias en la frontera común, ya con balance de muertos, en el territorio internacionalmente reconocido de la propia Armenia, fuera del disputado Karabaj. No pierdan de vista las maniobras del turco Erdogan, otro megalómano de cuidado a quien Occidente cultiva. Ni a los eternos etcéteras.
Y porque no se mira más allá, a las prioridades de este obsceno mundo, que registra hasta graves retrocesos en enfermedades que estaban siendo controladas, como muestra y denuncia Médicos Sin Fronteras.
Falta información porque gran parte de la que llega a la sociedad está manipulada, tosca e impúdicamente a menudo. En España, no superamos todavía la vergüenza de ver cómo se atrevieron a tratar algunos medios el debate entre Feijóo y Sánchez. Un puro escándalo. Y no precisamente de unos pocos medios.
O la desfachatez suprema de secuestrar el Poder Judicial –con algunos de sus miembros embelesados con en el síndrome de Estocolmo a lo que parece- que perpetra con insistencia el PP y que ahora se viste del clásico e insultantemente desinformador “siguen echándose la culpa el uno al otro”. Es un cóctel que envenena la democracia y en el que hay que insistir. Porque cada día que pasa agrava sus daños.
Según parece, hay más rehenes en este país. El PSOE tumba las comisiones de investigación sobre las muertes en Melilla y la cloaca policial con el apoyo de PP y Vox. Amistades peligrosas.
En España, la ultraderecha está infiltrada en el corazón de PP y aceptada por sus votantes. Y tanto o más la corrupción que no incomoda con tal de que no gobierne la izquierda y arañe algunos de sus privilegios. Pero es que estamos en una coyuntura internacional, como vemos, en extremo complicada. Y es verdaderamente insensato seguir así.
El PP rechaza las medidas de ahorro energético, los impuestos a las grandes compañías y bancos que la UE se está viendo obligada a poner en práctica, por poco que le guste, frente a la evidencia. Va a votar en contra del Decreto evidenciando para quién gobierna. También se apunta al fracking y a “revisar” las medidas contra el cambio climático. Una derecha troglodita, en consecuencia. Aquí se pone el grito en la tele hasta por pensar en una cesta asequible de la compra. Y desde las alturas de la cúspide empresarial. La excepción española de la codicia a cualquier precio no defrauda. De hecho, a lo que suena, a diferencia de lo que opinan, es a abuso medieval.
Los pasos hacia el futuro en derechos y libertades se atisban a poco que se avance en la misma dirección, la que propone la jaleada derecha que nos inunda. Un par de avisos más:
El PP propone que se compense con dinero público a las eléctricas si rebajan la factura a quienes ahorren energía. Si retitulamos queda así: Si sois buenos y serviciales consumidores, el partido de los ricos les dará dinero de todos a los empresarios para quienes gobierna.
Otro: La mujer como fábrica de niños, obligándola a tener un hijo no deseado. Feijóo propone que un juez decida si una menor puede abortar cuando haya discrepancias con los padres.
Un día, cuando volvieron los talibanes, comenzaron a borrar mujeres y, sin freno, así han seguido.
Son pasos hacia el futuro. Los que lleva a ahondar en la deshumanización, la trágala de la salud y la muerte inevitables a pobres e improductivos, a promocionar racismo, machismo y bulos, a la intolerancia, a perdonarse la complicidad con la cloaca y aun la delincuencia mediática en aras del posibilismo. Pienso que detenerse, apagar, exigir, echar, sancionar, y volver a andar cambiando el rumbo, funcionaría, pero toda idea será bienvenida, dado este crítico momento. Estamos al borde de un despeñadero, los próximos pasos serán decisivos.