Que nadie es la patria, aunque todos lo somos ya lo escribió Borges. Unos más que otros, claro. “La patria, amigos, es un acto perpetuo como el perpetuo mundo”. Lo que no es patria son los símbolos. Todo mejoraría si descubriéramos el verdadero sentido de esa palabra que tanto gusta a los que defienden lo indefendible y justifican lo injustificable; a los corruptos; a los engreídos y a los próceres de una nación que para ellos es grande y libre y para el resto, diminuta y cautiva. Hay más patria en los que echan 12 horas en el tajo por un mísero sueldo que en muchos de los que exhiben con orgullo la bandera en sus muñecas y se jactan de hacer marca España por presidir una empresa del Ibex.
La lista de más de 30.000 declarantes que legalizaron dinero negro tras pagar a Hacienda, en ocasiones, menos del 3%, gracias a la amnistía fiscal que el Gobierno del PP aprobó en 2012 está llena, seguro, de patriotas. De los de la bandera, de los que se emocionan con el himno, pero en el fondo demuestran que su única patria es el dinero.
Estos días el Gobierno está que trina porque Ferrovial, la multinacional española en manos de la tercera fortuna del país, ha decidido trasladarse a Países Bajos con excusas de mal pagador. Por ejemplo, la falta de seguridad jurídica, como si España fuera la Guinea de Obiang. Por ejemplo, que le es más fácil saltar desde allí a la bolsa norteamericana. Por ejemplo, que gran parte de su negocio ya está fuera de nuestras fronteras. Pero nada dicen, sin embargo, de su abultada deuda y que según todos los expertos es el motivo de peso que esconde la controvertida decisión.
Nada hay en las normas comunitarias que impida el traslado de una compañía que ha hecho de la obra pública española su principal fuente de negocio desde los años 50 del siglo pasado. De ahí que la vicepresidenta económica haya echado en cara al presidente de la multinacional su traslado. “Se lo debe todo a España”, ha dicho Nadia Calviño Pero solemnizar lo obvio en este caso parece que, a juzgar por la reacción de la derecha política, es una ofensa.
No se entiende, teniendo en cuenta que algún día volverá a ser Gobierno, el entusiasmo con el que el PP ha acogido la decisión de Ferrovial y dejado caer de paso que habrá más empresas que sigan su camino. Es una vergüenza la deslealtad de la compañía con España y es una vergüenza que la derecha muestre por ello una satisfacción contenida y aproveche para culpar de ello al Gobierno, en lugar de poner negro sobre blanco la ausencia de una armonización fiscal europea que impida la deslocalización de las empresas para optimizar su factura fiscal.
España deja cada año de recaudar 4.000 millones de euros por la elusión fiscal que practican los grandes grupos al desviar parte de sus beneficios a paraísos fiscales o países con bajas tributaciones, según datos del think tank norteamericano National Bureau of Economic Research (NBER). Pero no fue el único. Alemania dejó de ingresar un 29% del total de lo que recauda por Sociedades; Francia, el 22% e Italia, un 18% mientras que Bélgica, Irlanda, Países Bajos, Suiza y Luxemburgo -territorios con menores tributaciones- recibieron 465.000 millones de los mercados emisores.
Se trata de un debate abierto hace lustros. De ahí la iniciativa de Bruselas para aplicar un tipo mínimo del 15% en el impuesto de Sociedades de toda la UE, que ha sido bloqueada en no pocas ocasiones por algunos Estados miembros. De eso debiera estar hablando la derecha española: del daño causado por Ferrovial a las mismas arcas públicas de las que ha vivido durante décadas y de cómo neutralizar la competencia fiscal en la UE .
Pero, claro, la patria para ellos, como para la familia Del Pino y otros muchos, solo es el dinero.