La falta de acuerdo entre PSOE y Podemos tras las elecciones de diciembre de 2015 otorgó una segunda oportunidad a Mariano Rajoy; oportunidad que nuestro vegetativo presidente del Gobierno no desaprovechó. Aquel desencuentro de las izquierdas provocó, además de la frustración de buena parte del electorado progresista, unos daños colaterales inesperados: un año después, los dos partidos están inmersos en unas despiadadas guerras fratricidas de consecuencias impredecibles.
Aquella nefasta gestión de los resultados electorales, aquel error histórico no ha sido la única causa de las desgracias que amenazan a Podemos y al PSOE, pero sí está en el origen de todos los males que les han ido gangrenando durante estos últimos 18 meses.
Paradójicamente, ahora nos encontramos además con que la situación vivida en la política española en el arranque de 2016 se está reproduciendo de forma casi calcada en el interior del Partido Socialista. Susana Díaz ha copiado la estrategia de Mariano Rajoy y permanece escondida, pasiva, dejando que corra el tiempo y que sean sus rivales los que le hagan el trabajo sucio. Si el candidato del PP llegó a declinar la petición del Rey para que se sometiera a la investidura, la presidenta andaluza rechaza una y otra vez los ruegos de su entorno que le animan a dar un paso que en privado lleva anunciando desde hace meses (si no años). Pero Díaz no está dispuesta a arriesgarse a perder su cómodo feudo andaluz y solo entrará en la batalla si lo hace frente a un enemigo derrotado.
De no darse esa circunstancia, apuesto a que la presidenta de la Junta no se presentará a las primarias. Por eso calla, por eso espera… como antes hizo Rajoy, confiando en que las disensiones entre sus oponentes acaben allanándole el camino.
Este contexto hace que hoy sean Patxi López y Pedro Sánchez los que tienen un verdadero problema. El exlehendakari se presenta como una tercera vía, fiel al espíritu del “no es no”, pero con un perfil conciliador de puertas adentro. Pese a que estuvo alineado con Sánchez en la brutal batalla interna que acabó con su destitución, López no es odiado por los barones, ni por los susanistas, ni por los jurásicos que como Felipe González se lanzaron y se volverán a lanzar a la yugular del exsecretario general.
Estas son, sin duda, sus bazas: poder levantar la bandera del 'no' a Rajoy sin que le asesine el sector conservador de su partido. Quienes le apoyan, están convencidos de que los militantes sabrán valorar esta posición firme y sensata. Su gran hándicap, en este momento, es que buena parte de la militancia sigue tan indignada por todo lo ocurrido que no está muy dispuesta a firmar el armisticio. Para ellos, López podía ser una buena opción a falta de Sánchez, pero ahora… tienen a Sánchez.
El ataque del oso ferraziano fue tan burdo e inmisericorde que ha provocado que 'El renacido' exsecretario general ganara popularidad y carisma durante su larga convalecencia. Quien comenzara como discípulo aventajado de ese economista liberal (y conservador) que es Miguel Sebastián se ha ido convirtiendo en un icono de la izquierda; al menos de la izquierda del PSOE.
Pedro Sánchez ha entrado nuevamente en el campo de batalla con ganas y dispuesto a todo. En su entorno dicen que, aunque pueda parecer lo contrario, él es el único que puede restañar las profundas heridas que desangran a su partido. Él fue la víctima, afirman, y por eso solo él puede tender puentes reales con quienes le destituyeron y acabar cosiendo un PSOE abierto en canal. Desde fuera, sin embargo, cuesta imaginar como serían las relaciones entre Ferraz y las federaciones andaluza, aragonesa, asturiana o extremeña el día después de un hipotético triunfo de Sánchez.
Este decisivo año para las izquierdas españolas ha comenzado con Patxi y Pedro compitiendo entre ellos mientras su común enemiga les mira tranquilamente desde la barrera. Un acercamiento entre ambos candidatos parece poco menos que ciencia ficción, por lo que no es descartable una repetición, en clave socialista, de la triste historia que vivimos en el primer semestre de 2016. Sánchez y López tienen toda la legitimidad para seguir en su carrera, pero deben reflexionar sobre el riesgo que corren de pasar a la historia, al igual que ya le ocurrió al propio Sánchez y a Pablo Iglesias, como los políticos que permitieron con su desentendimiento y sus ínfulas personalistas que gobernara Susana Rajoy.