Seguramente algo harto, puede que incluso aburrido, de que todo el mundo se haya dedicado a mandarle avisos imperativos incluso durante los días de estío, o que no pocos diputados y diputadas se paseen por el Congreso o por los medios como si la legislatura fuera de su propiedad y Pedro Sánchez fuera un inquilino a quien pueden desahuciar sin pensárselo dos veces, el presidente también ha decidido mandar su aviso a navegantes, ajenos y foráneos.
El adelanto del congreso socialista a una fecha que parece coincidiría con el final del plazo para tramitar y aprobar unos presupuestos y las elecciones presidenciales norteamericanas tiene toda la pinta de portar uno de esos mensajes donde, a buen entendedor, sobran palabras. Si todo el mundo se muestra dispuesto a hacer caer la legislatura si no se dan sus condiciones, ya saben y sabemos que el único que puede efectivamente convocar elecciones anticipadas se prepara para hacerlo, si fuera el caso, antes de que le obliguen. Y si algo hemos aprendido todos a lo largo de estos últimos años es que Sánchez no va de farol.
No acaba ahí el aviso. Si alguien pensaba que Sánchez se estaba colocando en la rampa de salida ya sabe que se trataba únicamente de una expresión de sus propios deseos, no un análisis realista; “wishful thinking” en estado puro. El sanchismo ha venido para quedarse, al menos, otro ciclo electoral, recuperar el poder territorial perdido y dejar la presidencia en sus términos y en sus tiempos, no en los que marquen otros.
El adelanto del congreso federal socialista va a tener como efecto casi inmediato cortar de raíz la amenaza fantasma de la mítica oposición interna, supuestamente encorajinada por el sistema de financiación “llámale-como-quieras” para Catalunya. Igual que la ya lejana carta del presidente y sus cinco días de reflexión pusieron en fila de a uno al partido, el congreso de Sevilla apunta maneras de procesión tras la venerada figura del líder para no perder pie en el reparto del poder orgánico territorial y mantenerse en el mercado interno de candidatables.
Mientras los socios a su izquierda en el Gobierno y los levantiscos apoyos catalanes de Junts y ERC se encaminan a un otoño caliente en términos orgánicos, el PSOE se prepara para una demostración de Pax sanchista que le dejará, a ojos de no pocos votantes, como la opción más fiable para impedir un gobierno de coalición de la derecha y la extrema derecha. La estrategia de Alberto Núñez Feijóo de guardar su turno y esperar únicamente al error del contrario, mientras aplica toda la presión en la inminencia electoral, provee el contexto necesario para alimentar aún más esa percepción. O Sánchez o la ultraderecha sería el dilema para una mayoría de votantes más amplia aún que aquella de julio de 2023.