El PSOE no escucha. Ni a la sociedad, ni siquiera a partidos que podían haber ayudado a la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. Por si quedaba alguna duda, tras la lamentable sesión parlamentaria de estos días, la vicepresidenta Carmen Calvo ha descartado una coalición con Unidas Podemos: “Esa vía está cerrada”, ha dicho.
Seamos precisos. No es una “fractura entre el PSOE y Unidas Podemos”, como titulan, ni “los puentes están rotos” porque ambos contendientes hayan colocado explosivos en sus respectivas orillas. Se trata de una voladura ejecutada por Pedro Sánchez y su staff con todo tipo de metralla. Léase, mentiras, desprecios, soberbia, voluntad inequívoca de humillar, apoyo logístico de la prensa empotrada en sus filas contra el aliado necesario convertido en enemigo. Que las reacciones del asediado no fueron de la más afinada estrategia puede ser, pero olvidan que se trataba de formar un gobierno, siquiera de cooperación, entre escollos y ataques. Lo trágico, lo irresponsable, lo imperdonable, es el profundo daño que se ha inferido a las esperanzas de una sociedad que ha acabado asqueada y con ello al crédito de la política. La prensa internacional se hace eco de este rotundo fracaso. Y llegan a hablar de “negociación a garrotazos”, según recoge radiocable.com. El influyente Süddeutschen Zeitung, en un duro artículo, dice que Sanchez ha caído en su propio ego. Y que, de ser la esperanza de la izquierda de toda Europa, no logró una alianza por vanidad y puede abrir paso a la derecha.
Vivimos tiempos en los que un magnate sin escrúpulos, que llegó a adquirir la infecta fama que da la televisión del embrutecimiento, a este nivel, preside la primera potencia del mundo. Otro, con similares dotes de esperpento y de falta de escrúpulos y moralidad, ha sido elegido para comandar el Reino Unido de ancestrales tradiciones democráticas. España, entretanto, incorpora en tres meses como normal a la ultraderecha en las instituciones y en los tablaos mediáticos. Y no puede tragar, sin embargo, un partido de izquierda moderada que no otra cosa es, por más que insistan, Unidas Podemos.
Cuando Pedro Sánchez dijo con voz emocionada que “entre sus convicciones y las exigencias que ha planteado Iglesias, elegía sus convicciones” y el grupo del PSOE aplaudió a rabiar varios minutos puestos en pie en el hemiciclo, cualquiera pudo pensar que se refería precisamente a la ultraderecha que se sienta ya allí mismo. ¿A qué convicciones ataca, por cierto? Fue el comienzo de un nuevo desencuentro buscado. Pablo Iglesias llegó a descolocarse, al punto de plantear una salida para dar el sí a Sánchez allí mismo, si Unidas Podemos podía gestionar las políticas activas de empleo. Y encima invocando el consejo de “un socialista con peso”.
Carmen Calvo, la vicepresidenta, había filtrado a la prensa las peticiones de Unidas Podemos cambiando la palabra “Propuestas” por “Exigencias” como se ha probado. Y, no solo lo envió a la prensa y lo negó, lo hizo desde la vicepresidencia del Gobierno de España, como publicó eldiario.es, entre otros, pocos, medios. En la rueda de prensa de este viernes nadie le ha preguntado por este grave hecho. Podemos ha denunciado la “falsificación del documento”. Calvo insistió también en que “Podemos quería todo el Gobierno” como algunos de sus compañeros, lo que evidentemente es incierto.
Desde Sánchez a todo el staff y aparato mediático se han cansado de afirmar que “es la segunda vez que Iglesias impide un gobierno progresista”. Volvió a decirlo el candidato en Telecinco. Sin contar los acuerdos con Ciudadanos, la negativa de la ejecutiva del PSOE y sus propias declaraciones al periodista Jordi Évole, obvian que la única vez que Pedro Sánchez ha sido presidente fue por la moción de censura para echar a Rajoy y la corrupción del PP, en la que Unidas Podemos tuvo un papel decisivo . Falsear la verdad y ocultar una parte esencial no es el camino. Pero los mensajes calan y mucho. Impulsados por algunos medios y en ciudadanos especialmente entusiastas que se paren poco a reflexionar.
Hubo una espita de esperanza en la sesión que abrió la sensatez de los partidos nacionalistas –tan preteridos y menospreciados también por el pensamiento oficial españolista–. Dieron una lección de madurez llamando a la concordia. Aitor Esteban, del PNV, aconsejó a Iglesias paciencia y rebajar las peticiones porque solo lleva cuatro años en política. Y pidió un esfuerzo al PSOE para llegar a acuerdos. O Gabriel Rufián que, de niño terrible se ha convertido en prudente negociador. “Señor Sánchez, fue un error el veto a Iglesias”, y creo que a estas alturas lo sabe. Lo único que ha hecho ha sido subir el precio“, le dijo a Sánchez que se arrepentirá de haber preferido la abstención de Casado y Rivera. Y a Pablo Iglesias que se arrepentirá de no haber aprovechado esta oportunidad.
Parecía tan fácil. Solo había que hacer un gesto en esa línea. Y entonces llegó Adriana Lastra, la portavoz del PSOE, para echar un jarro de agua fría. Leyendo un texto elaborado de antemano, reinició el debate, la humillación, la cerrazón. La bancada seguía aplaudiendo. Se olvida que no era una contienda, aunque lo parece, que se buscaban aliados. Hasta agradeció Lastra la colaboración de quienes habían apoyado al candidato. Un diputado, del partido de Revilla en Cantabria. Nadie más. Pero hay que contar con las versiones mediáticas:
“La historia se repite: la izquierda fracasa y Podemos evita por segunda vez un Gobierno del PSOE”, tituló la Cadena SER. “Podemos tumba la investidura de Pedro Sánchez, TVE.
Entrevistado en Telecinco al final de la jornada de la investidura fallida, Sánchez no hace la menor autocrítica. Sigue culpando a Pablo Iglesias. Y dice que hablará con todos explorando nuevos caminos. Todos. El PP desde luego, como ha venido insistiendo. En el aire, la reforma de la Constitución. Para forzar el bipartidismo dopando a la lista más votada con votos que no ha recibido de los electores. Un atajo que han usado algunos países como Grecia en sus peores días. Porque en España hay una democracia parlamentaria, no presidencialista, que tiene otros mecanismos y equilibrios.
Albert Rivera sigue en el “rap de la banda”. En la primera frase “usted y su banda”. En la segunda, “el plan”. Y, en la tercera, “la banda no se ha puesto de acuerdo en repartirse el botín”. Y Pablo Casado hasta evidencia en su gesto la estupefacción de ver cómo la “izquierda” le pone en bandeja la presidencia del Gobierno, a gestionar con Rivera y Abascal, el inenarrable.
Cuando todos los signos son de desencuentro, y no llega señal alguna que indique otra dirección, es que se trata de... un desencuentro e intencionado. Torpe hasta la médula. Salvo esa reforma de la Constitución, poco avance logrará el PSOE en unas nuevas elecciones. Al contrario. Que la sociedad desista de intervenir ni con su voto en ese espectáculo que han montado y que descorazona a muchos ciudadanos. Y que suba la derecha.
Pese al enorme disgusto que esta situación produce, creo que se debe intentar formar ese gobierno encabezado por Pedro Sánchez. Probablemente hasta sin la participación directa de Unidas Podemos. A la manera de Portugal. Aunque en el caso nuestro el cheque en blanco a este PSOE sea un problema. En tiempos tan críticos es preferible obrar con la cabeza, no con las vísceras. Apelemos mejor entonces a la sensatez y la coherencia que pueden residir aún en algún lugar. A la moderación en todo caso por ambas partes. Más partes no hay disponibles. Pero la responsabilidad de formar gobierno es de Pedro Sánchez, él mismo se lo dijo a Rajoy.
Urge que el PSOE aclare sus posibilidades y su estrategia, comenzando por apearse del pedestal en el que se ha subido. Desterrar por completo los insultos y los tonos suficientes y despectivos. Apear, sin duda, de cualquier negociación a Carmen Calvo, que ha quedado invalidada para ese cometido. Revisar el papel de la portavoz. Y de otros destacados miembros que acreditan largos episodios de patinaje y que se sumaron a difundir los bulos de campaña. Hay gente muy válida en el PSOE de donde echar mano.
En definitiva, habría que afrontar el problema de frente, aprendiendo humildad y pensando en los ciudadanos en los que reside la soberanía nacional. Si todos los signos siguen indicando desencuentro y voluntad nula de solucionarlo, habrá que volver a las urnas y que cada cual quede en su lugar. Siempre que se eviten en lo posible las manipulaciones mediáticas, lo que no es nada fácil. Porque poder, sí se puede.