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El peligro no es (solo) que haya nazis, odio y bulos en X

Elon Musk en un acto de campaña de Donald Trump.
18 de noviembre de 2024 22:50 h

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Irse o no irse de X. Ese es el debate que no cesa desde que el multimillonario ultraderechista Elon Musk compró Twitter y que se ha intensificado tras el triunfo electoral de Donald Trump. Se trata de una disyuntiva compleja, en la que las dos opciones tienen ventajas e inconvenientes. Pese a ello, yo apuesto por un abandono coordinado de esta red y voy a intentar explicar mis motivos.

Empiezo por el final, por el argumento que, creo, más debería pesar a la hora de decidir. Musk controla los algoritmos, las tripas de los programas informáticos que rigen el funcionamiento de la red social, decide lo que quiere que veamos y lo que no, elimina seguidores, bloquea cuentas… Estando en X, estamos en sus manos. No se trata (solo) de que en esa red social haya muchos nazis. No se trata (solo) de que haya impunidad para criminales, pederastas, generadores de odio y buleros. El problema es que las reglas y el tablero del juego que compartimos con esa gentuza lo maneja uno de los líderes de la entente ultraderechista mundial. Un tablero y unas reglas que, además, son opacas. No es una partida de cartas en la que vemos que nos están haciendo trampas; es un juego virtual en el que no somos conscientes de cuándo y hasta qué punto nos están engañando.

Ya en estos últimos meses hemos comprobado cómo nos aparecen tuits de usuarios a los que no seguimos y hemos dejado de visualizar la actividad de algunos de nuestros referentes. Hemos confirmado que nos desaparecen seguidores y que dejamos de seguir, misteriosamente, a cuentas que nos interesaban. Hemos visto cómo siempre se nos recomienda hacer follow a agitadores ultras y se nos cuelan contenidos repugnantes. Junto a la experiencia parcial, que es la personal, existen numerosos estudios e informaciones que demuestran la manipulación llevada a cabo por Musk, vía X, durante disturbios raciales, como los ocurridos el pasado verano en el Reino Unido, o en la pasada campaña electoral estadounidense. Es solo la punta del iceberg de lo que está ocurriendo y que no vemos. Es solo un aviso de lo que Elon puede llegar a hacer mañana, la próxima semana o en el momento que él decida. 

Musk va a ser la mano derecha de Trump en la Casa Blanca. Musk es la referencia intelectual, empresarial y tecnológica de la ultraderecha mundial. Musk es el hombre que compraba diariamente votos para los republicanos con cheques de un millón de dólares. Musk desprecia la democracia y no para de anunciar una “guerra civil” en Europa y en Estados Unidos. ¿Alguien duda de que utiliza y utilizará X para lograr sus objetivos? Si tiene que forzar cada vez más los algoritmos, lo hará. Si tiene que silenciar miles de perfiles, lo hará. Si tiene que distribuir masivamente un bulo, en el momento oportuno, para desatar una contienda bélica o un linchamiento racial, lo hará. 

Entiendo a quienes dicen que marcharse de X, sin más, supone regalarle a la ultraderecha ese espacio de información y debate. Entiendo a quienes argumentan que las otras redes no son la panacea de la libertad y la independencia. Por eso, creo que la marcha de X debe ser coordinada y acompañada de otras medidas. Coordinada porque son las instituciones y los medios de comunicación los primeros que deben irse. La información oficial y periodística no puede distribuirse a través de una red estercolero. Si solo la huida de medios como La Vanguardia o The Guardian ya ha provocado un primer efecto cascada, la marcha de ministerios, ayuntamientos, periódicos, radios, etc. supondrá la puntilla final. Ni será un proceso fácil ni rápido ni, como decía antes, el resto de redes son el paraíso. Por eso hablo de la necesidad de adoptar “otras medidas”. La Unión Europea debe regular con extrema dureza el funcionamiento de todas las redes sociales. Es imprescindible acabar con los perfiles falsos y avanzar hacia el documento digital de identidad o similar para que cada persona sea responsable de lo que dice o escribe. No se trata de censurar, sino de acabar con la impunidad que da el anonimato. Es necesario exigir transparencia en el funcionamiento de las redes y exigir a sus propietarios que asuman sus responsabilidades, económicas y penales, por los excesos que se cometan en ellas. Es imprescindible limitar el alcance de las aplicaciones de mensajería masiva e impedir que sigan siendo una barra libre para delincuentes, golpistas, odiadores y todo tipo de agitadores.

Las democracias están indefensas ante la impunidad y la opacidad de todas estas redes. Hasta ahora la respuesta a esta amenaza está siendo ingenua e ineficaz. Queda mucho camino por delante, pero un primer paso sería organizar la gran evasión de un espacio de debate virtual cuyo funcionamiento depende única y exclusivamente de uno de los líderes de la ultraderecha mundial.

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