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Peligro, Turnitin suelto

Tesis doctoral de Pedro Sánchez

Antón Losada

Cuesta entender cómo, el mismo Pedro Sánchez que en su día nos avisó, con razón, que la sociedad española había iniciado un nuevo tiempo político que sus rivales no acababan de entender, haya dado tantos síntomas de mostrarse convencido que ese nuevo tiempo corría para todos menos para él. La tardanza en forzar la dimisión de una Carmen Montón que llegó 48 horas tarde, o la demora en abrir al público su tesis doctoral, solo se explican si eres un gobernante que aún no ha entendido bien que, en esta España del 2018, las responsabilidades políticas ya no pueden eludirse, solo puedes adelantarte a que te las exijan. Pablo Casado aún no lo ha entendido y por eso acabará pagando un precio aún mayor.

Todavía más sorprendente resulta que, en Moncloa, nadie viera venir lo que era evidente que se estaba fraguando en la prensa que suele jalear y alimentar los discursos de Ciudadanos. Que Albert Rivera llevara al Congreso las dudas que ellos mismos estaban alimentando sobre la tesis doctoral de Pedro Sánchez solo era cuestión de horas. Lo extravagante es que la pregunta cogiera al presidente por sorpresa y desarmado y que su reacción fuera tan melodramática y calderoniana.

Que alguien se indigne a estas alturas por la manera hacer periodismo del ABC o de OK diario o el estilo de hacer política de los naranjas resulta de una ingenuidad enternecedora, pero inaceptable. A la política española se viene llorado de casa. A la cínica pregunta de Rivera se responde teniendo la tesis lista para publicar esa misma mañana y preguntándole cómo es posible que abandone a su suerte a tantos catalanes cambiando su interpelación sobre la situación de indefensión y tiranía que viven en Catalunya por un chismorreo sobre la tesis del presidente.

Si no vas a ir a los tribunales, no anuncies acciones legales porque solo consigues hacer el ridículo. No existe arma más poderosa contra la mentira que la ironía. Si Eduardo Inda me acusara en público de algo aún me estaría riendo. Si se pusiera a explicar qué es un plagio en un programa con Ana Rosa Quintana no sabría cómo parar las carcajadas para empezar a desmontar tanto desconocimiento. La información publicada por el ABC, con genialidades tan pasmosas como acusar de hacer una “cita trampa” o considerar plagio reproducir una estructura administrativa publicada en el BOE, sólo puede moverte a la ternura y animarte a intentar enseñar a quien no sabe.

No sabría por dónde empezar a darme el festín si pusiera en duda mi formación alguien como Albert Rivera, quien en unas semanas ha perdido en su currículo dos másteres, un título de doctor, un doctorando y aún tiene que explicarnos cómo pudo sacar la licenciatura y el máster en derecho por la Universidad Ramón Llul en el mismo curso 2002 si son titulaciones que ni pueden, ni podían, cursarse simultáneamente.

Que programas como Turnitin, diseñados para verificar coincidencias en trabajos de estudiantes, se conviertan en la prueba del plagio en una tesis doctoral lo dice todo sobre el nivel y la erudición de quienes salieron a cazar plagiadores y han acabado cazados en sus propias trampas, teniendo que conformarse con emitir opiniones de tertuliano sobre si les gusta o les deja de gustar la tesis, el tribunal o la encuadernación.

Las furibundas críticas vertidas por economistas de derechas como Juan Ramón Rallo o Manuel Conthe contra el contenido de una tesis que, según Ciudadanos, no se podía leer y estaba inaccesible, constituyen la mejor prueba de que hay tesis y algo debe decir para ponerlos tan tensos. Yo habría empezado por ahí.

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