Nunca hemos considerado que la prensa económica tuviera muchos escrúpulos, ni se le pedía, lo suyo era informar con frialdad de cómo se encontraba o se preveía que iba a evolucionara la economía, para bien o para mal. Junto a lo anterior, ante la situación actual, a nadie le vendrá de nuevo recordar que las guerras son una oportunidad de negocio para muchas personas y sectores. Personas y sectores por los que es difícil tener buena consideración si uno posee un mínimo de ética y decencia.
Es verdad que en el capitalismo cualquier tragedia acaba siendo negocio para alguien: una pandemia, para una farmacéutica; un terremoto, para una constructora; un incendio forestal, para una maderera y una inmobiliaria; una masacre, para una funeraria.
Lo que no imaginábamos es que la prensa económica iba a exponer sin vergüenza alguna las posibilidades de negocio de la guerra y hacer apología de esa parte más abyecta del individuo inversor, interesado en las oportunidades económicas que supone aprovecharse de una tragedia, o sea, de cómo puede mejorar la situación económica de uno gracias a la destrucción y la muerte de pueblos y ciudades enteras.
Nada más empezar el conflicto de Ucrania, el mismo día, Expansión ya titulaba “Cinco consejos al inversor ante la guerra de Rusia y Ucrania”. Unos días antes, Bolsamanía titulaba “¿Qué deben hacer los inversores ante el conflicto en Ucrania?”. A pesar del individualismo que supone que, ante la aparición de una guerra, en lo primero que pienses es en cómo proteger tu cartera, podemos entender que es una reacción comprensible. No hubo ningún medio especializado en economía que no abordara esta cuestión, incluso lo hicieron publicaciones de asociaciones de consumidores.
La sensación va empeorando cuando al día siguiente titulan, también en Expansión, “La ocasión de comprar en Bolsa cuando estalla un conflicto bélico”. Y empezaba como se preveía, con la miserable cita atribuida al banquero Nathan Mayer Rothschild en las guerras napoleónicas, en la que aconsejaba “comprar cuando haya sangre en las calles”.
Varios días después encontramos en El Economista otro titular lamentable: “Las 'ventajas' de la nueva guerra fría”.
Este es su entusiasmo:
“un conflicto también puede ser perfectamente bueno para la economía. El rearme pone en marcha una ola de gasto, crea puestos de trabajo y a menudo estimula nuevas tecnologías. La inversión aumenta al tener que reconfigurar las cadenas de suministro. Y a medio plazo siempre existe la perspectiva de la victoria, que llevará a la reconstrucción de la economía rusa. Los inversores estarán ansiosos estas semanas. Pero pronto se habrán dado cuenta de que, en realidad, una nueva guerra fría será muy buena para la economía mundial, y quizá incluso haya que celebrarla”.
Lo que decíamos al inicio, un tiroteo puede ser bueno para la economía de las funerarias, y un terremoto para las constructoras y una guerra para las empresas de armamento. Faltó añadir, y si todas esas empresas funerarias, constructoras y armamentísticas son accionistas y anunciantes de este periódico, pues es bueno para nosotros.
En abril de 2014, el profesor de Clásicas en la Universidad de Stanford Ian Morris escribía en The Washington Post un artículo titulado “A la larga, las guerras nos hacen más seguros y ricos”.
En él decía lo siguiente:
“(...) la guerra es un infierno, pero ¿has considerado las alternativas? Al observar el largo plazo de la historia, queda claro que a lo largo de 10.000 años de conflicto, la humanidad ha creado sociedades más grandes y organizadas que han reducido en gran medida el riesgo de que sus miembros mueran violentamente. Estas sociedades mejor organizadas también han creado las condiciones para niveles de vida más altos y crecimiento económico. La guerra no solo nos ha hecho más seguros, sino también más ricos”.
Es evidente que los que escriben (o escribimos) en los periódicos, vivimos en un mundo diferente que el de los desgraciados que viven las guerras. Por eso es muy difícil que la prensa actual sea capaz de explicarlas desde el punto de vista de los humildes.
Qué lejos quedan las palabras de Ryszard Kapuscinski: “La mayoría de los habitantes del mundo viven en condiciones muy duras y terribles, y si no las compartimos no tenemos derecho -según mi moral y mi filosofía, al menos- a escribir”.
Ahora vuelvan a leer estos titulares del periodismo actual: “La ocasión de comprar en Bolsa cuando estalla un conflicto bélico”, “Las 'ventajas' de la nueva guerra fría”.