El pasado mes de diciembre unos reporteros de Las Vegas Review Journal iniciaron una curiosa investigación: conocer quién había detrás de la compra de su propio periódico; el de más difusión del estado de Nevada. Sabían que su compañía editora hasta entonces, New Media Investimets Group, había suscrito una clausula de confidencialidad con el comprador, que no resultó ser otro que Sheldon Adelson, el magnate de la hostelería y los casinos de Las Vegas Sands, y el empresario que mareó la perdiz con Ignacio González para instalar en Madrid el frustrado proyecto de Eurovegas.
Los reporteros descubrieron que la compra de su periódico se había hecho a través de una empresa radicada en el paraíso fiscal norteamericano de Delaware, el mismo territorio donde radicaba la empresa que adquirió el ático de Ignacio González, expresidente de la Comunidad de Madrid, solo por situarlo en el contexto, dado que nada tiene que ver. En Delaware, se dice, hay más sociedades inscritas que habitantes.
Adelson pagó 140 millones de dólares por el diario de Las Vegas y, tras salir a la luz esa adquisición, se produjeron algunas dimisiones entre los periodistas del diario según anunció The Newyorker; y los “reguladores” del juego en Las Vegas iniciaron también una investigación.
Sheldon Adelson ha pagado un precio muy por encima del valor del periódico, que tiene una tirada de 170.000 ejemplares, pero eso para él debe ser lo de menos: ya tiene el mayor diario de difusión gratuita de Israel en el que pierde millones de dólares; su fortuna supera los 22.000 millones y ha donado cientos de millones a la causa republicana.
La opacidad y la ocultación en la adquisición de un diario es un grado más a añadir a la falta de transparencia de los intereses que mueven a muchos fondos buitres y extraños inversores que se colocan en los consejos de administración de las empresas periodísticas. La línea editorial de los diarios se balancea a favor de no se sabe que tipo de réditos debe otorgar a esos accionistas. La mayoría de veces no son ganancias de rentas y dividendos, tal y como están las cuentas de los periódicos.
Los periodistas de esos diarios suelen ser conscientes de que hay terrenos informativos que no deben ser explorados si quieren sobrevivir en esas empresas editoras. Por eso cuando vemos el ejemplo de los reporteros de Las Vegas Review Journal investigando a su propia casa para saber quién les paga sus sueldos, se abre una luz de esperanza: el periodismo no es un juego y un periódico no debería ser un casino.