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Ni peros ni peras

CD
10 de febrero de 2021 22:30 h

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"Estoy acostumbrado a ser tratado como un hombre de derechas por toda suerte de imbéciles"

Jorge Semprún

Hoy es de estos días en el que no sé muy bien de qué hablarles entre el ruido. Hay muchas polémicas que devienen hasta luchas intestinas pero, a lo cierto, no hay nada de verdaderamente importante en ellas. 

Muchas de ellas ni siquiera son polémicas. Aquel que posea la virtud del discernimiento sabe bien que no lo son. Por eso se hace tan pesado tener que hilvanar argumentos y párrafos sobre cuestiones de nula relevancia excepto para los que tienen algún interés en batirlas en el cobre de las redes sociales o la opinión pública.

Sí, España es una democracia plena y tiene todas las notas esenciales para ser considerada como tal. Nadie fuera de nuestras fronteras lo negaría. Están demasiado preocupados en ver por qué pendiente se deslizan las suyas propias. 

No, España no es una democracia perfecta ni mucho menos. De hecho ha caído seis puestos en la clasificación de calidad democrática. Francia ha caído tanto que ya ha dejado de ser clasificada como plena para pasar a imperfecta. Las señales de alarma del deterioro democrático están en todas partes. Complacerse en pensar que nada sucede no es aceptable, pretender que porque hay mucho que restaurar y que mejorar no existe o hay que demolerla, tampoco. 

No, no es bonito capitanear el barco y gritar que la ruta es mala y que el casco hace agua. Suele ser mejor hacer algo o bien saltar al agua. 

No, que existan evidentes abusos de poder e injerencias del PP en la Justicia y en la Policía para soslayar la investigación y abuso de sus actividades no ratifica que este sea un régimen democrático fallido. Si esto no fuera una democracia, no lo hubiéramos sabido ni yo hubiera podido contárselo. Si todo estuviera perdido, se habrían salido con la suya y no estaríamos hablando de ello. 

Sí, muchos jueces llevados por su ambición o por su soberbia se están saliendo del tiesto e, incluso, pretendiendo arrogarse parcelas de poder que no les corresponden o no deberían. El poder tiende a expandirse como los gases nobles y a ocupar todo el espacio. Le pasa a todos los poderes y es absurdo pensar que al Judicial no. En todas las democracias existe esta tensión.  

Sí, es criticable que los jueces de lo contencioso-administrativo, sobre todo los que ya avisan en sus perfiles de que están contra las medidas anti pandemia, puedan realizar una valoración epidemiológica distinta a la de los expertos y reabrir los bares, tumbar la prohibición de fumar en las calles u obligar a celebrar elecciones con una situación sanitaria peligrosa.  

No, no es aceptable que un mero rotulista de un programa informativo introduzca sarcasmos en su tarea, que es meramente denotativa y no connotativa. No es su trabajo. Un analista o un opinador sí puede realizar esos símiles -idiotas o no, porque en nada se parece lo comparado- pero no puede hacerlo un rotulista, como no puede asomarse el guarda de seguridad del plató por detrás del presentador a contarnos lo que a él le parece. No es su trabajo. 

No, no es correcto defender que se apliquen tipos penales a actividades de protesta que no ponen en riesgo a nadie ni suponen ningún daño ni incitan a nadie a hacerlo, sean quien sean los agraviados. No se puede pretender que vayan a prisión unos cafres por disparar a unas fotos de políticos que no les gustan como tampoco por disparar contra fotos del Rey, como hicieron en un programa de TV3. En general, no es aceptable pretender que ya que se han aplicado mal tipos represivos contra los nuestros, sea buena cosa aplicárselos ahora a los de enfrente. Esos tipos sobran, pero lo hacen desde que se implantaron democráticamente por el parlamento. Piensen si, como iban dirigidos contra el entorno de ETA, les pareció mal entonces. Aprendamos que no hay delitos con nombre y apellidos y que una vez escritos, a lo mejor nos los acaban metiendo a nosotros. Obliguemos a los legisladores a que los escriban de forma que no dejen un marco vacío a rellenar por los togados.

No, no es malo que tras los medios de comunicación haya intereses económicos o empresariales, siempre que sepamos de forma transparente cuáles son. No es peor que que sean partidos políticos o grupos ideológicos, siempre y cuando se sepa también que lo son y mientras exista libre concurrencia y pluralidad. El periodismo europeo comenzó siendo de partido o facción, ideológico, y el norteamericano industrial, o sea, económico. 

No, las disfunciones que se producen en las altas capas del poder o en las carreras funcionariales o en el Ejército no se saldan achacándoselas al franquismo. De hecho muchas de ellas eran mucho menos acusadas en los años 80 y 90, así que algo diferente ha hecho que surjan desde entonces.

Sí, las corrientes de ultraderecha y populistas toman en cada país una pátina diversa debido al sustrato de cada uno pero son fenómenos nuevos, diferentes y peligrosos. 

No, no todo lo que tiene goteras o averías debe ser demolido, sobre todo si no te han dado antes los planos de la nueva construcción y tienes claro que son mejores y que edificarlo es posible. 

Sí, la deriva que va cogiendo el plan de vacunación y las diferencias entre comunidades va a propiciar más corrupción a la hora de ponerlas y va a dificultar que la purguemos. 

Sí, el Gobierno de la nación debería hacer más por dotarnos de un orden y unas esperanzas de vacunación que fueran comunes y no produjeran situaciones de discriminación entre españoles en este esfuerzo decisivo. 

La democracia es un juego de contrapesos. Los humanos no somos angelitos. El truco está en partir de la base de que nos vamos a desmandar y, por tanto, establecer todo un sistema de guardarraíles, de equilibrios, de vigilantes y de mecanismos de balanceado para sortear las viles tachas individuales que intentarán hacerla zozobrar. La Constitución de 1978 estableció muchos de esos contrapesos. El problema es de las trampas y los trucos y las añagazas que se han ido practicando durante todo este tiempo para griparlos. La cuestión es cómo la han manoseado. Volver a colocarlos en su sitio es tarea que nos reclama a los españoles, a los norteamericanos, a los franceses, a los ingleses, a todos los países en el que este persistente deterioro se ha ido produciendo. 

Oigo sus peros… a cada frase. 

También oigo a sus madres y a la mía, “ni peros ni peras”.  

Los peros no van a reconducir nuestro destino si es que esto es aún posible.

Y sí, uno se siente vacío cuando clama en el desierto. 

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