Ellos piden cárcel. Nosotras, justicia
Claro que es infame. Es vergonzoso. No solo por Pablo Casado o Santiago Abascal que juegan su propia liga para ver quien es el macho más alfa de España. Sino por todos esos otros hombres, casados y abascales, que ahora, tras el asesinato de Laura Luelmo, resulta que tienen voz y la usan (pública y privadamente) para pedir el endurecimiento de las penas, de la prisión permanente revisable e, incluso, la cadena perpetua. Son voces que van a destiempo y por libre, que no suman, que dividen. Voces de hombres que no se escuchan cuando las mujeres y los feminismos decimos “basta ya de justicia patriarcal”, esa misma que hace unos días archivó el caso de abusos sexuales y laborales a un grupo de temporeras de la fresa en Huelva.
Ellos, estos hombres, tergiversadores de la realidad, han decidido estos días apropiarse de manera indecente de nuestra rabia, nuestra hartura, nuestro dolor y hasta de nuestro miedo. En pleno duelo, se permiten hacernos, una vez más, un mansplaining, esta vez, de feminismo. Cuando en verdad, lo que más desean, es borrarlo de la faz normativa y dejarlo como tierra baldía. Habrase visto mayor hipocresía. Estos hombres, los casados y abascales, llegan ahora galopando como si fueran un príncipe azul cuando, en realidad, son Atila. Desenfundan sus espadas de populismo punitivo para sumar votos y chupar cámara, pero bien saben ellos que esta propuesta no acabará con la violencia machista porque en sí misma es violenta y es machista.
Quienes centran el debate en la prisión permanente revisable con la excusa de evitar la reincidencia no están pensando en las mujeres y en nuestro derecho a vivir en un mundo donde un hombre no nos agreda por que nos ve como mujeres. De hecho, la actual vigencia de la prisión permanente revisable no ha evitado el asesinato de Laura Luelmo como tampoco ha evitado los 47 casos de mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas en lo que va de año y otros tantos crímenes sexuales.
El feminismo no puede compartir ese enfoque punitivista y anti derechos. Las mujeres, a diferencia de lo que piensan los casados y abascales, no queremos venganza. Se equivocan, y es normal porque a sus ojos somos hembristas y feminazis que solo necesitamos que nos lancen carnaza de hombre para morder el anzuelo. Lo que desconocen, es que el feminismo, como movimiento emancipador, es parte de la lucha por los derechos humanos y que si hemos logrado que las propias declaraciones universales tengan enfoque de género no vamos a cejar en nuestra lucha para que lo tengan todos los estamentos, leyes y espacios de las sociedades donde vivimos. Se olvidan los que instrumentalizan el feminismo para aplicar políticas punitivas de que nuestro objetivo no es construir cárceles, sino vivir libres y sin miedo.
Más allá de que la medida de la prisión permanente revisable es de dudosa constitucionalidad al tratarse, tal y como está redactada, de una pena inhumana y degradante prohibida en el artículo 15 de nuestra Constitución (hay que recordar que las penas de reclusión efectiva superior a los 20 años son, según el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, consideradas como trato inhumano, cruel o degradante), es una falacia afirmar que la imposición de esta pena va a dar seguridad a las mujeres y a las niñas. Lo que nos da seguridad como mujeres diversas y diferentes, es la inversión en educación y prevención, no la represión continuista de las opresiones sociales, racistas y clasistas que representan quienes defienden el punitivismo.
Lo que queremos es dejar de ser víctimas, de tener que enfrentarnos a un continuo de violencias machistas. Nuestra demanda es que, además de formar conciencias activas, individuales y colectivas en pro de relaciones igualitarias, cuando se produzca una agresión, los hombres tengan cero sensación de impunidad. Y esto no se consigue agravando las penas de cárcel sino aplicando mejor las penas existentes con una interpretación no patriarcal de las leyes, algunas de las cuáles necesitan una reforma urgente. Ante las violencias de género, necesitamos que se adopte una perspectiva de género y de derechos conjunta, global y transversal desde la prevención hasta la reparación de las víctimas, pasando por las garantías de no repetición.
Pero de estas cosas nunca hablan los casados y abascales porque las políticas públicas e instituciones comprometidas con los derechos humanos y la igualdad es precisamente lo que ellos quieren erradicar. Para qué apostar por abordar un problema de calado con serenidad desde el enfoque serio y riguroso que tienen multitud de reconocidas expertas y expertos en igualdad, reinserción y derechos, pudiendo ir a la solución más fácil y barata: todos a la cárcel. Les da igual cuál sea el problema para ellos la solución siempre pasa por lo mismo: amenaza, golpe en la mesa y castigo. En realidad, más de lo mismo, puro machismo.