Podemos: al final nos hicieron soñar

Hace apenas un año dos profesores de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense, Carolina Bescansa y Ariel Jerez, iban con datos y documentos bajo el brazo reuniéndose con unos y otros para explicarles que en España había posibilidad de irrumpir en el panorama electoral con otro discurso. A partir de la indignación heredera del 15M y pensando a lo grande, se podrían lograr votos en caladeros electorales alejados de la izquierda más tradicional. Todo a partir de un discurso con ciertas renuncias de calado.

A la vez sus compañeros en la Facultad e íntimos amigos, los profesores Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero, habían creado en torno a La Tuerka y la asociación de estudiantes Contrapoder todo un primer círculo donde la comunicación política, las carencias de IU y la experiencia latinoamericana ofrecían la base de un grupo política y personalmente cohesionado, con cierta influencia en la propia Universidad.

Cuando en las últimas navidades la izquierda madrileña era un batiburrillo de rumores acerca de la operación que Izquierda Anticapitalista (IA) quería sacar adelante con Iglesias, nadie imaginaba que el resultado sería el de este domingo. La propia presentación de la iniciativa en el Teatro de Barrio, allá por el mes de febrero en Lavapiés, ya daba cuenta sin embargo de la tremenda ilusión que embargaba a sus protagonistas tras haber conseguido más de 50.000 apoyos en día y medio. No asomaban entonces todavía los conflictos por venir en un equipo recién llegado a esta otra ribera de la política, la electoral.

Desde entonces ha pasado de todo. Sería deseable que alguno de sus protagonistas se lance algún día a contar esta experiencia única en la política española. Más de 1.200.000 votos en cuatro meses lo merecen. Con poco más de 100.000 euros. También con un fuerte apoyo mediático, desde la Sexta a Cuatro pasando por su casa de Público.

La guerra abierta que pronto estallaría entre IA y el llamado grupo promotor de Podemos —básicamente el equipo Complutense-Tuerka— encerraba discusiones sobre el discurso y la organización. A ello no era ajena la desconfianza endémica que recorre a la tradicionalmente fragmentada izquierda española. Mientras se iban montando los círculos, sin embargo, la afluencia de gentes con muchas ganas de nueva política iba desbordando previsiones, dejando claro que la correlación de fuerzas en Podemos iba a ser compleja. Será muy difícil dejar a un lado a estas bases.

Asuntos como el registro de unos estatutos verticales al hacerse partido “por imperativo legal”, el logo de las papeletas, la polémica invitación a Jorge Verstrynge, los discursos de la casta y la patria, así como finalmente los fuertes conflictos internos en las primarias, habrían hecho zozobrar a cualquiera. Llovieron las críticas a estos y otros asuntos por todos lados. Y sin embargo, mantuvieron el rumbo fijo.

Siendo crítico con estos y otros asuntos, pienso a día de hoy que debían estar palpando la ilusión que generaban entre la gente en los actos y plazas a los que iban. A la vez, seguramente iban aprendiendo sobre la marcha, limando su discurso hasta el punto de que en el mitin final del viernes en Madrid no se escuchó el término patriota una sola vez. Y por supuesto, han sabido cultivar algo que no ha tenido antes el resto de la izquierda transformadora de este país: el convencimiento de que van a ganar. Lo creen firmemente y así lo dicen. Eso se contagia a la velocidad de la luz.

Otro asunto a estudiar es la estrategia electoral, responsabilidad de Íñigo Errejón. De la nada ha surgido un grupo entusiasta de jóvenes que lo han dado todo bajo unas directrices de campaña muy claras. Tengo estudiantes que no me entregan trabajos de fin de grado porque me dicen que llevan los últimos meses implicados en proyectos a los que dedican las 24 horas del día. Se refieren a Podemos y están encantados. Sobra decir que estoy seguro de que habrán aprendido como nunca.

Nos podrán gustar más o menos –a mí me gusta menos– cuando la comunicación política en una campaña electoral simplifica mensajes y efectúa renuncias éticas o discursivas, pero se debe reconocer que en Podemos han sabido leer el partido y las reglas de este juego a la perfección.

A la vez el pasado viernes en Madrid, con la plaza del Reina Sofía plena de entusiasmo, se dieron cambios interesantes respecto al discurso inicial.

Jiménez Villarejo puso sobre la mesa una exposición clara y sin complejos sobre la inmigración, arremetiendo contra las actuales políticas europeas, algo que necesitamos más que nunca ahora que la ultraderecha domina el panorama electoral en Francia y avanza por toda Europa.

Monedero, por su parte, no se olvidó de solidarizarse con los chicos que incomprensiblemente aún están presos por las marchas del 22M. Y Teresa Rodríguez, la sorpresa de IA en las primarias, demostró que no solo con enfado contra “los golfos, la casta y los parásitos” se puede movilizar en Podemos. Con un discurso pleno de alegría y referencias feministas, con propuestas económicas frente a la deuda, no se olvidó de garantizar que en Podemos la revocabilidad y la rotación de los cargos serán las señas de identidad de una nueva política desde abajo. Y logró levantar la plaza mientras se coreaba a cada rato “sí se puede”.

La personalidad de Pablo Iglesias, su extenuante trasiego de plazas a platós por toda España y su fuerte liderazgo en este proyecto, han guiado estos primeros cuatro meses de Podemos. Para bien y para mal. En el mitin estaba exhausto, con la voz rota seguramente de cansancio. Sin él no se entendería el espectacular éxito del domingo. Su papel en este partido seguirá siendo determinante, más aún si como ya ha anunciado no descarta volver a la política nacional antes de finalizar su mandato. En su mano estará demostrar que Podemos no tiene vocación de partido personalista.

Con el batacazo del bipartidismo este domingo los retos ahora son mayúsculos. La oportunidad es única para la izquierda. Podemos ha logrado no solo recabar votos de los desencantados de IU, sino principalmente ocupar parte del espacio del PSOE. Lo que creíamos imposible está ahí, casi al alcance de la mano.

Podemos se tendrá que asentar como un partido que no se asemeje a los del Régimen, como gustan decir. Eso seguramente se materialice a partir de un Congreso donde la altura de miras y la ejemplaridad democrática habrán de ser las claves a respetar para que no se desbande la ilusión. A su vez, qué duda cabe, deberán poner la confluencia con el resto de la izquierda sobre la mesa, mal que les pese a algunos sectores de IA tradicionalmente enfrentados con Izquierda Unida.

En la formación liderada por Cayo Lara se mostraron satisfechos durante la noche electoral. Pasar de 2 escaños en 2009 a 6 este 2014 les servía de coartada. Pero todos sabemos que la aparición de Podemos muestra sus vergüenzas más claramente que nunca. No solo es que se hayan quedado aún a 13 puntos del PSOE en lo que es el mayor descalabro socialista que se recuerda, es que Podemos en cuatro meses está a solo dos puntos de IU. Y en la Comunidad de Madrid los ha superado, siendo tercera fuerza frente al quinto puesto de los de Lara. Palabras mayores.

El tiro en el pie que para la Izquierda Plural supuso la conformación de su lista con Willy Meyer otra vez como número uno y Paloma López, representante de Comisiones Obreras, de número dos, lo vio todo el mundo menos parece que los propios protagonistas. La ley de hierro de la oligarquía burocrática de la organización ha de pasar a la historia por voluntad propia. O si no, visto lo visto, serán los votantes quienes la vayan enterrando elección tras elección.

En el seno de Izquierda Unida hay una generación joven ligada a los movimientos sociales, con un discurso fresco, genuinamente de izquierdas, alejados de las rigideces y herencias de los viejos grupos internos de poder, a quienes se debe dar paso con urgencia. Desde fuera no se entendería que aguantaran el tapón viendo una fuerza emergente como la de Podemos, con la que tanto comparten, subiendo como la espuma a su lado.

Baste decir que a la salida del mitin de Podemos el pasado viernes 23, jóvenes de IU y de Podemos que no pasarían la treintena compartían impresiones amigablemente en las plazas como compañeros que son en otras muchas luchas. Ahí seguramente esté la respuesta.

No basta con ganar, hay que hacerlo bien. Muchos seguiremos siendo exigentes a cada momento, porque cada paso cuenta para construir una nueva realidad política en este país. Pero hoy es el día de agradecer a quienes pusieron en marcha Podemos el que, frente a todas nuestras suspicacias, al final nos estén haciendo soñar.