Podemos y el repliegue del 15M
“Si el 15M estaba muerto, ¿por qué estamos aquí nosotros?”
Juan Carlos Monedero, portavoz de Podemos
La noche del 25 de mayo, cuando tras el rotundo triunfo de Podemos y Pablo Iglesias en las elecciones europeas algunos señalamos la importancia de la televisión en su gesta, muchos tomaron el comentario como una crítica. Entendían que, al decir que Iglesias había conseguido 5 diputados por salir en la tele, se estaban menospreciando sus ideas políticas o la gran campaña que había realizado su equipo. Pero nada más lejos de la realidad. Al contrario, el haber intuido desde el principio que la tele era mucho más eficaz para su campaña (en detrimento de internet u otro medios) y conseguir convertir las ondas catódicas en el gran difusor de sus planteamientos políticos son dos grandes virtudes que les encumbran como estrategas mucho más allá de la épica que pueda tener su estrategia. Es precisamente su renuncia a la forma en pos de la eficacia lo que dice sobre Podemos y el fenómeno social que diagnostica.
Durante la resaca electoral, al tratar de explicar los resultados, un gran tema sobrevolaba por encima de todos los análisis: el 15M. ¿Qué influencia había tenido en la victoria de Iglesias? Los propios miembros de Podemos han trazado vínculos con el movimiento que llenó las plazas en 2011. “Hay gente que dice que el 15M no sirvió para nada. Si no sirvió para nada, ¿qué hacemos aquí?”, se preguntó Juan Carlos Monedero, uno de los impulsores de Podemos.
Desde que algunas posturas principalmente académicas ascendieran al 15M de movimiento político al rango de cambio de paradigma cultural, parecería que todo lo que pasa en la política española tiene que tener relación directa con el 15M, es decir, con la cultura en la que supuestamente se produce. Sería lógico. Una nueva cultura política que, nos decían, sería de redes, desrepresentativa, que rompía con lo electoral, que huía de los consensos, que sacaba la política de las instituciones a la calle, que se hacía de abajo a arriba... Características estas en las que el movimiento de Podemos no encaja por ningún lado.
¿Es entonces Podemos parte de una cultura política ajena a la española? ¿Acaso ha terminado la cultura política que se abrió el 15 de mayo de 2011? Mucho me temo que ambas respuestas son negativas y que hoy se constata que es más útil analizar el 15M como un movimiento –movimiento de movimientos, si se quiere– dentro de una dinámica pendular que como sinónimo de la ruptura cultural. Pongamos pues que la crisis de régimen es fruto de una ruptura cultural y que, en ese escenario, el 15M es el primero pero no el único movimiento surgido de ella.
El 15M, como movimiento, ha sido totalmente inútil en cuanto a la incidencia en las políticas públicas. La falta de nitidez de sus objetivos en esta materia o la reivindicación de una política hecha desde los extramuros de las instituciones así lo imponía. El 15M nunca tuvo capacidad para entrar en la batalla electoral porque precisamente su batalla era huir de lo electoral, que daba por supuesto que no había funcionado. Tampoco tenía herramientas para traducir sus consensos en hechos puesto que su reivindicación era desrepresentativa y centrada en crear un nuevo espacio político que no atendiera al posibilismo.
Esto es un crítica solo en la medida en la que quien lea piense que las posturas descritas son incorrectas. Pero debe tenerse en cuenta que aquel movimiento se produjo en un momento en el que se entendía que era mucho más importante centrarse en otros objetivos, radicalmente novedosos. Y lo cierto es que lo consiguió. Por ejemplo, el 15M fue muy hábil introduciendo un imaginario nuevo de la sociedad en la sociedad, en la apropiación popular de elementos discursivos vetados al poder, de confluencia política en la diversidad, de defensa de lo común, del “ellos pocos contra nosotros todos los demás” o 99%.
Pero el 15M –como movimiento, cabe no olvidar esto puesto que como cultura nos llevaría a otro análisis– mostró sus limitaciones desde el momento en el que su lucha pragmática necesitó empezar a romper con su costuras teóricas para avanzar. La imagen de Ada Colau en el Congreso presentando una ILP, una de los momentos más celebrados del 15M, sería antitética con los valores del 15M (pensemos: una “portavoz” de la ciudadanía entrando en una institución y pidiendo que los representantes lleven a cabo una serie de políticas públicas, etc). Si para defender a la sociedad de los desahucios era imprescindible la aprobación de una ley y, por tanto, de una mayoría en la Cámara, la estrategia antielectoral y de dar la espalda a las instituciones era ineficaz, al menos para defender a la sociedad de los desahucios a gran escala.
En esa contradicción entre los valores encumbrados por el movimiento y lo pragmático, entre el gran movimiento que no produce ningún efecto real en la política institucional y el posibilismo, debe leerse el actual movimiento pendular que se produce una vez que la crisis de régimen avanza, un verdadero repliegue electoral. Cuando los valores del 15M se muestran en su mayoría ineficaces para la consecución de objetivos urgentes, la gente abandona los valores del movimiento en busca de otras cosas. Aunque no lo hace de forma consciente y premeditada, es más, se lleva en su bagaje algunas de las ideas que sí le habían resultado útiles. Con ese sustrato surgen las alternativas electorales.
El Partido X y Podemos son dos de esas otras cosas que tratan de dar salida a la sensación generalizada de que el 15M –como movimiento, perdonen la insistencia– no ha funcionado por sí mismo a la hora de conseguir objetivos tangibles. La apuesta por lo electoral y por la incidencia en políticas públicas es un repliegue no solo electoral sino también materialista. Así, desde el punto de vista de la estrategia comunicativa, mientras que una marca se ha llevado del bagaje anterior una tendencia al centralismo de las redes (con todos los matices que se quiera, el primero que han sido apartados de la cobertura televisiva), el otro ha leído la necesidad de priorizar lo televisivo y la encarnación personalista del mensaje político.
Hoy estamos en condiciones de decir que ha triunfado lo segundo, lo que más se alejaba del manual quincemayista, lo cual puede dar también pistas de hasta qué punto la sociedad está avanzada en el repliegue.
Pero sería miope pensar que la urgencia electoral surgida como reacción a la estampida del 15M solo ha tenido efecto por medio de estos dos partidos. El hecho de que hayan entrado cuatro marcas más y de que la cifra de participación sea algo mayor que en 2009 indica que un extenso porcentaje de la sociedad recorre el camino inverso que en la primavera del 2011, de la calle a las instituciones, o al menos que considera el frente electoral como un campo de batalla muy a tener en cuenta.
Batalla electoral, encarnación política personalista, entrada en las instituciones, vuelta a la representación, mensaje unidireccional... ¿Está el 15M en Podemos? Salta a la vista que lo está, como reacción. O, dicho de otra forma, tiene grabada a fuego la cicatriz del fracaso del 15M como movimiento y la necesidad de superarlo haciendo casi lo contrario. Cosa que, por supuesto, no significa necesariamente que vaya a triunfar allí donde el 15M no lo hizo.
Pero cabría desprenderse, aunque sea por un momento, de las gafas del 15M para observar el fenómeno que abre Podemos en los movimientos. Porque, reinaugurada la etapa electoral, las reglas son distintas. Ahora se buscan resultados, no formas, consecución de objetivos –a veces perversos, por eso nos fuimos de lo institucional– por encima de la creación de nuevos espacios políticos –a veces inútiles, por eso volvemos–.
Podemos lo apostó todo a que Iglesias fuese muy conocido –otra enmienda a la totalidad al 15M, esta vez del anonimato y el liderazgo distrubuido–, para lo que utilizó la tele. La apuesta es evidente desde el momento en que pusieron su cara en una papeleta. Pero no debe sorprendernos, es la misma decisión que tomó Ciudadanos cuando eligió a sus dos cabezas de lista de entre tertulianos o, con muchos matices, el Partido X cuando eligió como cabeza de lista a una persona famosa. Todos ellos leyeron la necesidad de bascular del “no nos representan” a buscar caras conocidas como representantes. Y en esa estrategia, la tele funcionó. El resultadismo, por el 15M o a pesar del 15M, en la etapa electoral es lo único que importa.