La gran pelea que se va a producir a partir de ahora entre los partidos de izquierda consistirá en ver quién es capaz de transformar el actual statu quo. Efectivamente, creo que la lectura más razonable de los resultados del pasado 25-M es la que señala que la gente está literalmente harta de que no haya cambios y se mantenga lo que podíamos llamar el “consenso post-transición del 78”.
Concretamente, la gente pide cambios en, al menos, las siguientes esferas: 1) en el mercado laboral, de tal manera que la gente tenga opción de trabajar y también de recibir un sueldo justo por el trabajo realizado; 2) en materia de corrupción, de tal manera que se elimine del sistema; 3) en la esfera de las relaciones entre el centro y las Comunidades Autónomas, de tal manera que la cuestión catalana y vasca se estabilice durante al menos los próximos 20 años; 4) en la esfera de las relaciones de España con Europa, de tal manera que España deje de parecer una colonia (Podemos) o un protectorado (Rajoy) de Alemania y la UE; y 5) finalmente, en el terreno de los privilegios de la clase dirigente, de tal manera que estos queden muy reducidos cuando no eliminados (la cuestión de la monarquía estaría a caballo entre el punto 2 y el 5).
Aunque probablemente en el mapa político de la izquierda española la cuestión sea algo más compleja, asumo en este artículo que solamente dos partidos políticos pueden darle la vuelta al actual statu quo: el PSOE y Podemos. El PSOE, porque es (todavía) la fuerza más importante de la izquierda española; y Podemos no solamente por su éxito en las elecciones del 25-M, sino además y sobre todo por su tremenda potencialidad: de celebrarse hoy unas elecciones nacionales, una encuesta en eldiario.es le da a Podemos unos 30 diputados, y otra de El Periódico de Catalunya hasta 58. Hay mucha gente que prefiere adoptar la estrategia del avestruz, y, hundiendo la cabeza bajo la tierra, no enterarse de nada. Sin duda, es una opción, y muy legítima además. Pero Podemos ha irrumpido con fuerza en el mapa político español y a todas luces está para quedarse.
Estos dos partidos políticos van a tener que enfrentarse más temprano que tarde para ver quién se hace con la mayor parte del voto de la izquierda. Para ello, tendrán que convencer a los votantes de que están dispuestos a arriesgar y a ir hasta el fondo, dándole la vuelta al actual statu quo. La situación se asemeja mucho a la del juego del gallina. Dos pilotos se enfrentan entre sí por una chica. Ponen sus coches en cada extremo de la carretera, y cuando la chica lanza el pañuelo, se encaraman uno contra el otro. Pierde quien se sale antes de la carretera. Gana quien se queda en la carretera. Pierde, por tanto, el gallina, el cobarde. Gana el atrevido, el arriesgado. La chica es el votante progresista, eso está claro. Pero, ¿quién es el gallina y quien el arriesgado en la izquierda española, Podemos o PSOE?
Por ahora, Podemos le lleva ventaja al PSOE. Es más creíble que sea Podemos el que le dé la vuelta al actual statu quo. No tiene hipotecas (ni siquiera con bancos, por lo que parece); habla con un lenguaje claro; su líder parece imbuido de la convicción y valentía necesarias para hacer lo que dice que va a hacer; y sus propuestas tocan de lleno los cinco puntos que he mencionado antes. Esa es su misión: cambiar el statu quo.
Del lado del PSOE encontramos justamente lo contrario, por el momento; está lleno de hipotecas (también con bancos); nadie entiende nada de lo que dice; y sus propuestas tocan los puntos anteriores, pero lo hacen de manera ambigua y poco contundente. Su misión parece la de intentar cambiar el statu quo, “ma non troppo”.
Sin embargo, la partida no acaba aquí. Como en el juego del gallina, la suerte de cada uno de los contendientes depende en parte de lo que el otro haga. Se abren varios escenarios a este respecto. Primero, Podemos puede acabar igual de mal que el resto de los partidos políticos más tradicionales. En noviembre tiene su Congreso, y lo quiera o no, dejará de ser asambleario y necesitará de una mínima estructura para poder hacer creíble en esta segunda etapa que es el partido que realmente desafía al statu quo.
Todos sabemos que ese tipo de transiciones son tremendamente complejas, y que hay un trade-off entre asamblearismo y organización. Si el partido que surja es más asambleario que organizado, mantendrá sus puentes con la sociedad civil (no lo olvidemos, la verdadera fuerza de Podemos) pero a cambio será menos eficaz; si resulta más organizado que asambleario, entonces será más eficaz, pero el riesgo es que acabe perdiendo el contacto con la gente y se vuelva, con el tiempo, casta. Segundo, el PSOE puede seguir como está o cambiar profundamente, de tal manera que se tome en serio que lo que hay que hacer es transformar el statu quo, como Felipe lo hizo en su momento. Su nuevo líder se podría revelar como un verdadero transformador. Y podría, también, organizar al partido de cara al mundo exterior de otra manera, de forma que re-contactara con la sociedad.
La conclusión es que la debilidad de un partido será la fortaleza del otro, y viceversa. Como ocurre en el juego del gallina, lo importante para convencer al otro jugador de que el primero no se va a salir de la carretera es romper el volante y tirarlo por la ventana, de tal manera que el otro vea lo que el primero ha hecho. Pero al mismo tiempo, el segundo jugador puede intentar persuadir al primero de que realizar esa acción puede ser potencialmente suicida. Dicho de otro modo, por ahora está claro quien se va a llevar a la chica. Sin embargo, la última palabra no está dicha, al menos, del todo.