El despertar después de estas elecciones europeas deja sabores muy diferentes según lo miremos a nivel europeo o a nivel español.
En Europa ha sido duro. Nos encontramos con un tremendo auge de la extrema derecha y del euroescepticismo. En Francia el Frente Nacional recoge casi 1 de cada 4 electores, mientras que en Reino Unido el UKIP se alza en primera posición con casi el 30% de los votos y Amanecer Dorado se afianza como tercer partido en Grecia. Aunque su peso relativo y político en el Parlamento Europeo no será decisivo, es inevitable recordar la situación de los años 1930 en Europa. Ante una crisis económica profunda, con desigualdad, paro y pobreza, el discurso del odio es un refugio para millones de personas. Por desgracia, ya sabemos como puede terminar esta dinámica del rechazo del otro. El problema es que los conservadores, que tienen como responsabilidad formar “gobierno europeo” al ser la primera fuerza tras las elecciones europeas, carecen de respuestas convincentes (y la social-democracia tampoco representa una alternativa muy diferente). Frente a la xenofobia, necesitamos reinventar Europa desde la solidaridad, la ecología y la democracia.
Para ello, contaremos entre otros con el Grupo Verde Europeo donde me integraré primero como asesor político y luego como eurodiputado. Liderado por Ska Keller, gran sorpresa de esta campaña paneuropea, es probable que junto con la Alianza Libre Europea seamos de nuevo el 4º grupo político en el Parlamento Europeo con más de 50 eurodiputados (quizás más si se unen la eurodiputada feminista de Suecia, el partido Pirata de Alemania o los animalistas de Holanda). Allí volveremos a cooperar con todos aquellos eurodiputados, grupos políticos y organizaciones sociales que luchen contra las políticas de austeridad de la Troika, promuevan los derechos y libertades de la ciudadanía, apuesten por más democracia y federalismo europeo o tengan claro que solo tenemos un planeta Tierra.
En España, el despertar es más alegre. Primero porque hemos asistido y participado en una caída histórica del bipartidismo. Ya se notaba en las calles durante la campaña. El hartazgo y desconfianza hacia el PP, PSOE y demás partidos tradicionales es descomunal, lo cual ha permitido un fuerte ascenso de fuerzas alternativas y/o emergentes. Tampoco nos llevemos a engaño: en consonancia con la media europea, ni siquiera la mitad de la población española ha acudido a votar. Segundo, porque el régimen está herido. La abdicación del rey es una señal de debilidad profunda en tiempos inestables y revueltos.
El daño colateral de esta dinámica: Europa es el último mono del debate social y político. Mientras que hicieron una campaña principalmente en clave nacional, la mayoría de las fuerzas políticas siguen analizando el nuevo panorama socio-político como si España fuera una isla aislada en el océano. Además de hacerle un flaco favor al proyecto europeo, es un error de visión y de estrategia políticas. Al revés, hace falta más y mejor Europa para enfrentarnos a los desafíos globales del siglo XXI como el cambio climático o la economía de casino, es decir para mejorar nuestras vidas diarias también en España.
Al mismo tiempo, es evidente que hubo un elemento altamente novedoso: la irrupción de Podemos. A través de un discurso genérico y de protesta, han utilizado de forma espectacular su presencia en la televisión para canalizar física y virtualmente la indignación y mover masas hasta las urnas desde una gran transversalidad ideológica y geográfica. Ahora bien, tienen que gestionar y estructurar su éxito y, sobre todo, ser capaces de definir mejor su proyecto y sus ideas.
Además del “Podemos”, necesitamos saber el “qué y cómo lo queremos”. Como dirían los analistas estadounidenses tras varios años de administración Obama: “Yes, we can… but what?”. Para cambiar de rumbo con pasos firmes, necesitamos convertir la indignación en alternativas reales y creíbles. Además de las primarias, necesitamos compartir una visión y un camino en positivo de la sociedad española y europea que queremos construir. Además de la crisis política, necesitamos enfrentarnos sin demora y simultáneamente a la desigualdad y al colapso ecológico. Por ejemplo, además de reclamar con razón la República (las hay de todo tipo), necesitamos decir para qué y cómo la queremos: ecológica, participativa y solidaria.
Dicho esto, querer sin poder tampoco es suficiente. Desde EQUO sabemos muy bien “qué queremos”: una transición ecológica, democrática y justa hacia una sociedad pacífica y equitativa dentro de los límites del Planeta. Esta visión clara nos ha permitido consolidar nuestro electorado y, mediante la “cooperativa política” Primavera Europea, cumplir con uno de nuestros objetivos: llevar la ecología política al Parlamento Europeo. Pero somos conscientes de que no hemos podido dar un salto cuantitativo para conectar con la gran mayoría de la población tal y como nos gustaría. Y sobre todo tal y como sería necesario para sumar una mayoría social y cultural ante la urgencia social y ecológica que vivimos. Nuestra intensa actividad militante en las calles y en las redes no ha podido sustituir nuestra muy poca presencia en los medios de comunicación masivos. Tomemos buena nota y juguemos mejor con la realidad del sistema.
Lo cierto es que los resultados de las elecciones europeas y la abdicación del rey abren un nuevo panorama social y político emocionante en España, aún más de cara a las elecciones locales, autonómicas y generales del año que viene. En este nuevo ciclo, más que unidad y casas comunes, las palabras claves son cooperación y causas comunes. También se abre una exigente legislatura en el Parlamento Europeo frente a una interminable crisis existencial. Allí tendremos que dar la batalla sabiendo que la suerte de España depende a su vez de la suerte de Europa y que más que nunca es necesario pensar y actuar también en clave continental y global.
En todo caso, hay un apasionante reto por delante: darle la vuelta a un sistema caduco y peligroso a nivel democrático, económico y ecológico. Se hará desde la diversidad y generosidad, con mucho diálogo y humildad, con las ideas claras a nivel europeo y local. Y tendremos que demostrar todas y todos que para ello hace falta poder, querer y cooperar.