Engullido por la corrupción el PP, se diría que alguien está escribiendo el guion para una profecía autocumplida del triunfo electoral de Ciudadanos. Con trazos gruesos, bien es verdad: se atisban desde lejos. De repente, sin otro horizonte electoral a la vista que las locales de 2019, a casi año y medio vista, se lanzan encuestas a las que se da categoría de certeza rotunda. Al punto de saber ya hasta qué ayuntamientos emblemáticos ganará Ciudadanos. Según un sondeo, dicen. El de ABC. Que difiere de los publicados por El País. Y coinciden sin embargo con la línea editorial de ambos diarios. A tope, hasta coronar la tarta con merengue, en el caso del diario de PRISA, guardando aún muebles del PP en ABC. Se añade el barómetro del CIS, más atemperado dejando al partido de Rivera como tercera fuerza. Y las réplicas de otros medios, en dónde siempre habrá una Razón de Marhuenda para Rajoy.
Estamos llegando a un punto inquietante. La gente prudente se lo piensa antes de hablar, no digamos ya de tuitear que es el peor delito de estos tiempos. Pero, ya ven ustedes, contestan a las encuestas. Y se desencadena tal avalancha de artículos, elucubraciones y proyectos que a este paso, y en el contexto que se está creando, no hará falta sacar las urnas. Con las encuestas sobrará. No todavía y esperemos que nunca.
Entretanto, los análisis nos hablan de la derechización (profunda) de la sociedad española, sin contar entre los factores el papel imprescindible de los medios convencionales en una cierta orientación. También puede ser una fiebre pasajera, a la que van a intentar mantener la temperatura. El principal factor sí está: Ciudadanos sube por “la cuestión nacional”. Es el partido de la unidad de España, ultraliberal y poco más. Se diría que millones de personas están dispuestas a comer bandera única, curarse con bandera única, o tener a la bandera única como pensión. Lo de educarse con bandera ya está en marcha lanzado por el PP, en esa pugna o reajuste tectónico en la derecha española dispuesto a escorarse hasta el extremo que haga falta para seguir en el poder. O para dar rienda suelta a lo que sale del alma. Porque parece que ahora ya se puede, que ahora entra todo.
La propuesta de Ciudadanos para que no se les metan Okupas a los propietarios de pisos sin habitar tiene un significado bien definido. La inclusión de “para españoles” en el vídeo –que ante el rechazo modificaron- hubiera hecho las delicias de Marine Le Pen. Y habrá potenciales víctimas de desahucios, poco escrupulosas con esto de la extrema derecha, que les votarán. O les elegirán en las encuestas. Su política respecto a la mujer también es muy conservadora.
Los poderes que no se presentan a las elecciones parecen haberse hartado del PP de la corrupción que les trae más problemas que beneficios. Motivos sobran, pero desde hace tiempo. Las declaraciones judiciales muestran a una auténtica recua de facinerosos en el PP de Madrid, como en el valenciano y siga usted contando. Ya no sirven las ruedas mediáticas exculpatorias. Hieden, aunque los adeptos se tapen la nariz.
Rajoy está sentenciado. Explícitamente en El País que le ha dicho varias veces en sus editoriales que se vaya. Aparentemente no encuentran a nadie lo suficientemente presentable en el PP, con posibilidades de éxito, para sucederle (Arsenio Escolar nos daba algunos nombres con sus hándicaps). No tanto como Albert Rivera, el Macron español insisten en decir aunque les separen sensibles diferencias. Candidatos ambos del poder económico, el francés tiene más recovecos que el español, y gusta de la filosofía y de Maquiavelo. Aficiones que no se le conocen a Albert Rivera, más allá de haber oído hablar de Kant. Un factor que le favorece en España.
Las figuras pujantes de Ciudadanos, Arrimadas o Villacís, representan un modelo muy similar a Rivera. Mensajes simples, marcadamente demagogos en numerosas ocasiones, muy reiterados. Decir, como contaba la periodista Ana Cañil, que “El último pueblo de Teruel será igual de español e importante que el Paseo de la Castellana de Madrid” es ir demasiado lejos, y creérselo, entre aplausos a Rivera, todavía más.
Las finanzas de Ciudadanos
El Congreso ha iniciado en Comisión el análisis de las Finanzas de Ciudadanos echadas abajo por el Tribunal de Cuentas. La mayoría ya habrá olvidado la cuestión, dado que los medios apenas hablan de ello. Imaginen si fuera otro partido. Ni siquiera hace falta imaginarlo, lo hemos visto. En un Debate de Al Rojo Vivo, Maroto (PP) dijo a Girauta (C's, ahora) “Lleváis 24 meses en la política nacional y ya os devuelve las cuentas el Tribunal de Cuentas. No soy de fiar tampoco”. ¡Tampoco! Hoy, en el colmo de la desfachatez, pide la dimisión de Albert Rivera por las cuentas de Ciudadanos.
Ahora bien, a la vista de la contabilidad presentada por C's podría decirse que, como mínimo, su contabilidad presenta un nivel de chapuza impropio de un partido genuinamente capitalista y con numerosos economistas en su cúspide. Entre otros, un exhaustivo y riguroso trabajo de Infolibre lo analizó para sus suscriptores.
El secretario de Finanzas de Ciudadanos explica que “casi todo es consecuencia de la expansión de Ciudadanos a nivel nacional”. Inquieta pensar en la gestión de todo un país, si el crecimiento de un partido provoca esos desajustes. Ciudadanos dice que todo son “errores administrativos” y “discrepancias de apreciación contable”. Se agrupan en 8 grandes apartados y hay entre ellos, por ejemplo, “la contabilización de fianzas y alquileres de las sedes de Ciudadanos”, ninguna de sus sedes es en propiedad. Hay omisiones en el registro contable de las entradas y salidas de fondos. O duplicidades en la contabilización de gastos. O gastos que no se corresponden con la tipología de gastos electorales, concretamente en las elecciones de 2015 al Parlament. El secretario general de Ciudadanos acaba de decir que ya se han subsanado los errores. Sin embargo, todo este asunto es algo a tener en cuenta, y llama la atención el silencio mayoritario de los medios. La infinita comprensión desplegada en este caso.
Apoyo liberal y análisis con truco
Albert Rivera es el candidato de Aznar, el que por fin ha encontrado como su sucesor. Aznar, consejero del gigante mediático Murdoch. La prensa liberal europea empieza a hablar de él, por las encuestas también. Lo han hecho dos grandes cabeceras que nunca han ocultado su línea editorial: Financial Times –ahora en manos de un grupo mediático japonés- o The Economist, propiedad de dos grandes fortunas: las familias Rothschild y Agnelli, entre otros medios a los que Rivera ha concedido entrevistas. El Financial destaca las palabras de Rivera: “ahora la batalla está entre la derecha conservadora, la izquierda socialista y el centro liberal”.
El análisis pasa por alto -y es mucho pasar- la alta identificación de PP y Ciudadanos, ambos en el sector ideológico liberal-conservador, muy conservador. Y el hundimiento de la socialdemocracia. Los socialistas franceses han tenido hasta que vender -y a la baja- su sede en París tras la debacle electoral y consecuentemente económica. Alemania habla de un SPD en caída libre por su pacto con Merkel. Encuestas sobre esta alianza le dan ya a los socialdemócratas un 16% de intención de voto, un punto más que a la ultraderecha. El PSOE español muestra en sus declaraciones públicas que sigue soñando con un futuro que les llevará al poder en alternancia con el PP y fijando sus rivalidades en lo que queda de izquierda. No se puede estar más en las nubes, con todo lo que ocurre a ras de suelo.
La desintegración del PP en su propia mugre no parece alumbrar un futuro mejor. La ceremonia de las normalidad, con sus declaraciones, sus debates, sus portadas, sus sondeos, trata de esconder los nervios. Todos saben que las encuestas reales están en las urnas. Aún. Los que no parecen ser tan conscientes de ello son los votantes.