Donald Trump es coautor de un libro titulado Midas Touch, el toque de Midas. Como sabemos, Midas era aquel rey que todo lo que tocaba lo convertía en oro, hasta la comida. Murió de inanición. A Trump le interesa lo del oro, no lo de morirse de hambre, en eso dice ser un experto. La evidencia señala que el actual presidente de los Estados Unidos de América se mueve siempre por un interés personal desmedido.
Así que cuando el jueves 10 de diciembre pasado tomó su smartphone y tecleó este tuit: “¡Otro avance histórico hoy! Nuestros dos grandes amigos, Israel y el Reino de Marruecos, han acordado mantener relaciones diplomáticas plenas, ¡un gran avance para la paz en el Medio Oriente!”, había que fijarse en su interés personal.
La cosa no quedaba ahí. El supervitaminado presidente había logrado que el rey de Marruecos, Mohamed VI, que además de rey es Comendador de los Creyentes, aceptara el inicio de negociaciones para la plena relación diplomática con Israel a cambio de un plato de fosfatos, los del Sáhara Occidental.
El Sáhara Occidental tiene 266.000 kilómetros cuadrados, la mitad de España, y una población autóctona, los saharauis, que en los últimos años han sido perseguidos, gaseados y expulsados. Buena parte de esa población se vio obligada a refugiarse en campamentos de la zona oriental cercana a Argelia.
La declaración del gobierno de Estados Unidos dejaba claro que reconocían el Sáhara Occidental como parte de Marruecos. Es decir, se saltaban a la torera el acuerdo de la ONU y la exigencia de realizar en ese territorio un referéndum de autodeterminación. A los saharauis que les den. En realidad Trump bastante tiene con saber quienes son los marroquíes, o los españoles, como para preocuparse de un pueblo que vive en el desierto.
Marruecos dice que esa tierra, lo que llaman el gran sur, es propiedad de ellos y que tiene que volver a sus manos. En las últimas décadas, el país magrebí ha logrado hacerse con la administración de facto de ese inmenso territorio desértico. Y, alguien se preguntará: ¿Qué tiene de interés el Sáhara Occidental? La respuesta es bien sencilla, dos cosas fundamentalmente, fosfatos y aguas territoriales con buenos bancos de pesca.
Eso de los fosfatos suena como a poca cosa, pero hay un pequeño detalle. Las necesidades de alimentación de la población mundial aumentan exponencialmente y van a seguir haciéndolo en las próximas décadas. Para lograr éxito en los cultivos hay un elemento esencial, los fertilizantes y los fosfatos ahí son esenciales. Y, ¿quiénes son los mayores productores de fosfatos? Pues China, Estados Unidos, Marruecos y Sáhara Occidental.
Y, ¿qué dice la potencia colonial administradora durante muchos años del territorio? La ministra de Asuntos Exteriores María Aránzazu González Laya, explicó tras el famoso tweet de Trump, que el futuro del Sáhara Occidental no depende “de la voluntad de un país por muy grande que sea, sino que ”el centro de gravedad está en la ONU“. Cierto, la resolución 1452 de la Asamblea General de la ONU del 15 de diciembre de 1960, incluyó al pueblo saharaui entre los pueblos colonizados con derecho a la autodeterminación.
Y, ¿qué dice la Historia? Pues que el Sáhara Occidental en la primera mitad del siglo XX era una provincia española, que España se fue haciendo con ese territorio desértico a lo largo de los siglos, que en 1947 el geólogo Manuel Alía, descubrió fosfatos de alta calidad en Bukraa, que en 1962 se crea la empresa Fosfatos de Bucraa S.A., que el 6 de noviembre de 1975 se produce la llamada Marcha Verde, con miles de civiles marroquíes invadiendo el Sáhara Occidental, y que el 14 de noviembre de ese mismo año, se firmó un acuerdo tripartito por el que España cedía la administración del territorio a Marruecos y Mauritania. Punto final.
Final, pero no tanto, porque aquí volvemos a encontrar de nuevo la mano de ese personaje que acapara la actualidad informativa semana va, semana viene, el rey emérito. Juan Carlos I, era cuando se produjo la Marcha Verde que empujó a la salida como administradora de España del territorio saharaui, el príncipe heredero que iba a sustituir al dictador Francisco Franco.
Entre sus amigos estaba el embajador de los Estados Unidos Wells Stabler. En aquellos días el príncipe habló en diferentes ocasiones con Stabler, y éste informó de lo hablado a Washington. Años después, una vez desclasificados los documentos secretos, se pudo saber que Stabler comunicó lo siguiente sobre la Marcha Verde: “El príncipe Juan Carlos dijo ayer al embajador Stabler que Madrid y Rabat acordaron que los marchistas se adentrarán unos kilómetros en el Sahara español y permanecerán un tiempo en la zona fronteriza, de la que se han retirado las tropas españolas. El príncipe añadió que se permitirá a una delegación simbólica de unos 50 marroquíes llegar hasta la capital territorial de El Aaiun”.
Lo lees y te quedas de piedra. Nadie ha desmentido lo que decía el embajador Stabler en ese papel confidencial y decía algo muy grave. ¿Colegimos que la Marcha Verde fue un paripé, que Hasán II aprovechó la situación para hacerse con un inmenso territorio gratis et amore y que la España militarizada de Franco y su sucesor se cruzaron de brazos ante el expolio?
En aquella época, el príncipe Juan Carlos se encontraba inmerso en una compleja dinámica institucional para lograr el poder entre las poderosas corrientes de un franquismo en decadencia. Era el heredero designado por Franco, pero había también muchos intereses ocultos y no tan ocultos de diverso signo. Y ahí, el entonces rey de Marruecos Hassan II, aprovechó para jugar hábilmente sus cartas. Impulsó la Marcha Verde y situó a la moribunda dictadura española ante unos hechos que fue incapaz de controlar. El ejército estaba desplegado en el Sáhara, pero cómo iba a disparar sobre civiles. Hassan II cumplió su papel de zorro del desierto y se quedó con el premio. Por cierto, posteriormente ya rey, Juan Carlos I llamaba “hermano” a Hassan II.
Ahora la bendición de Donald Trump le da a su sucesor Mohamed VI un nuevo margen de maniobra. La compañía que controla los fosfatos marroquíes es Office Chérifien des Phosphates (OCP), que también controla los fosfatos del Sáhara Occidental. No es de extrañar que, como señalaba la revista Forbes, el rey de Marruecos Mohammed VI tenga en propiedad doce palacios, con “un coste diario de un millón de dólares”.
Ya lo decía Francisco de Quevedo y Villegas:
Es Galán y es como un oro,
tiene quebrado el color;
persona de gran valor
tan cristiano como moro;
pues que da y quita el decoro
y quebranta cualquier fuero,
poderoso caballero
es don Dinero.