Aguirre no acaba el problema, el problema es el PP

Lo que parecía, era. Se repite como una mala serie negra. Ahora es el ministro de Justicia el que manda SMS de apoyo a Ignacio González como hizo con Bárcenas todo un presidente de gobierno, Mariano Rajoy. Y el de Interior confiesa que también habló con el detenido. Por teléfono. El escándalo de la corrupción va mucho más allá de los nombres propios, hoy en el pico del tablero. El problema es el PP. Ya producen vergüenza ajena sus portavoces hablando de casos aislados, salvo para adeptos impenitentes. A diario se nos desparraman encima los detalles de una insostenible depravación de la gestión pública. Una forma de ser y actuar que, ni mucho menos, acaba con la nueva dimisión de Esperanza Aguirre.

¿En qué Sodoma y Gomorra de la corrupción convirtieron Madrid y España numerosos altos cargos del PP? ¿Quiénes filtraron información secreta a los imputados? ¿A qué se dedican los pilares de la Justicia como la Fiscalía o el propio ministro? ¿Qué trasiego es éste de presuntos periodistas al servicio de la trama que hasta cambian de destino, como esa “una periodista” que desde La Razón colocaron en RTVE? ¿Qué credibilidad tienen los medios y dirigentes que lo propician?

Tenemos desde los grandes desfalcos a los detalles que marcan el carácter de una gente que denigra los cargos que ocupa. ¿Se puede llegar a mayor mezquindad que a triplicar el costo de las coronas a los muertos del 11M como cuenta un testigo que hizo el gobierno de Aguirre? Los detenidos, juzgados y sentenciados ya en algunos casos, han traficado con colegios, ayuda al desarrollo, niños discapacitados, desde la Púnica de Granados a la Gürtel valenciana o mallorquina.

¿Qué más resta por oír? ¿Qué el presidente de Madrid le diga al empresario Enrique Cerezo “Aquí qué queda, ¿pegarle dos tiros al Juez?” y Cerezo llame al afamado comisario Villarejo. Pues así figura en las transcripciones por el caso del ático de Marbella. Recordemos que, con anterioridad, Fernández Díaz había cesado a la cúpula policial “por investigar el caso del ático”, según reconoció. ¿Qué país soporta este lastre y por tantos años?

Nueva en el ruedo, Concepción Dancausa, delegada del Gobierno del PP en Madrid. La que resultó agraciada con la presidencia de la Asamblea en aquel Tamayazo del 2003 que entronizó a Aguirre. Aún buscaba el PSOE a sus desaparecidos en el hemiciclo y ya soltaba Dancausa su discurso, preparado, sacándolo de su bolsillo. Mano derecha de Ana Botella en el ayuntamiento, la fiscalía la denuncia por un delito societario en una controvertida operación de Mercadrid. A instancias de la nueva corporación de Carmena que aportó los datos. Se ha constatado que la corporación del PP pagó por ceder unos terrenos a una empresa, en lugar de cobrarles. Y que se comprometió a seguir ingresándoles la cuota hasta 2032.

Es un dato relevante. Signo de una forma de actuar. Ana Botella practicó con fruición esas largas ataduras que han causado muchos estragos. Por ejemplo en la limpieza de Madrid. En la Operación Canalejas –adjudicado a la constructora OHL de Villar Mir– también se cruzó un contrato hasta 2027 con la concesionaria anterior del parking que nos iba a costar 21 millones de euros. Y la pretensión de establecer otro por 40 años. El consistorio actual operó cambios drásticos en el proyecto.

Y así por múltiples lugares donde escarbes, sin siquiera hablar de delitos sino de gestión. Los acuerdos firmados con constructoras concesionarias de autopistas se inscriben en la misma filosofía. La que llevó a indemnizar a Florentino Pérez por la fallida Operación Castor.

Ese aroma turbio que se intuye desde lejos. Reitero el extraño caso de un edificio en lugar privilegiado de Madrid que se fue dejando caer y terminó declarado en ruina en 2014, pero que había sido ofertado como nuevo hotel un año antes. En 2013. Por el grupo Ayre Hoteles (El Corte Inglés y a Abel Matutes) aunque ha borrado ya el texto, no así la signatura. Ya funciona. Solo el concejal de UPyD pidió investigar el caso.

Las subvenciones camufladas a los medios afines que han practicado números dirigentes del PP –véase aquí Aguirre o Botella aunque es práctica extensa compartida por muchos otros–, también lo pagamos en especie. En esos remedos de información que varios de ellos sirven. Tienen consecuencias.

Bastaría preguntarse, a la vista de lo que está saliendo a flote, por qué se armó el PP con leyes y códigos Mordaza en un país que no mostraba especial conflictividad social. Asombrosamente, para lo mucho que se ha maltratado a la sociedad. Lo hicimos desde la prensa: no hubo respuesta.

Y quedaría por indagar el apoyo, incondicional hasta ahora, del PSOE de la gestora al Gobierno del Partido Popular. O de Ciudadanos. A salvo del paripé para la galería que el cónclave práctica. La medida efectiva es pedir una depuración real de responsabilidades, incluso retirar la confianza. No se entiende otra actitud.

En cabeza de la palabrería el propio PP, empeñado en declarar que son un partido ejemplar, honesto donde los haya, digno de enorgullecerse de él. Eso sí, con una ingenuidad infantil, incapaz de advertir cuándo se les llena la casa de corruptos, malversadores, ladrones sin escrúpulos, capaces de lucrarse –para tener dos, tres, cuatro casas– hasta con el dolor de los más débiles. Con el abuso de la ciudadanía en general a la que representan.

Urge saber y derivar responsabilidades de las filtraciones a los detenidos e imputados. Expurgar las malas hierbas que confunden la separación de poderes. Aclarar el trapicheo en la prensa. Dejar de mirar para otro lado. De hacerse el idiota y de tomarnos por ídem.