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PP, siempre contra España y los españoles

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, con el presidente del Grupo Popular Europeo, Manfred Weber en una imagen de ARCHIVO.
28 de noviembre de 2023 22:13 h

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Ha llamado la atención ver al Partido Popular posicionarse a favor de Israel en sus insultos al presidente del Gobierno de España. No había de qué extrañarse, es lo habitual en el PP. Prima hacer campaña en su pugna política local sobre cualquier otra consideración. Pero hemos de partir de la base principal: la patria del PP no es España ni mucho menos los españoles, es el dinero y el poder. Su patria es la cartera que llevan en el bolsillo, sus cuentas corrientes, el manejo de la gestión pública para sus fines. Y hay pruebas. Aznar, Rajoy, Casado, Feijóo se han empleado siempre, cuando no gobiernan, en hablar mal de España en el exterior e ir contra nuestros intereses.

Les hemos visto usar España para enriquecerse sin escrúpulo alguno, hasta emplear en su provecho algo tan terrible como los atentados del 11M. O manipular hasta la náusea a los muertos en servicio a España –ellos, sí– del Yak 42 o del CNI en Bagdad. Todo eso en la cuenta de José María Aznar. Fuera de esos grandes hitos, el Partido Popular suele tener una relación con el patriotismo extraña que se evidencia, por ejemplo, en su percepción y forma de utilizar a Europa. Rajoy y Casado iban como el pariente pobre a chivarse al mandamás –al que veían como superior– de lo que consideraban fracasos de los presidentes socialistas. De José Luis Rodríguez Zapatero y de Pedro Sánchez, respectivamente.

En abril de 2009 ya, Rajoy acudió a un Congreso del PPE en Polonia. Le dejaron hablar dos minutos. Los empleó para plantear un panorama desolador de la economía… española. Rajoy criticó el “descontrolado” gasto público y el número de parados, sin ninguna autocrítica a sus propias responsabilidades por la gestión anterior.

Gracias a sus asesores –Jorge Moragas sobre todo–, Rajoy logró, sin embargo, que el Partido Popular Europeo aprobara una dura resolución contra Zapatero, por la que todos los miembros del PPE, incluidos Angela Merkel, Nicolás Sarkozy o Silvio Berlusconi, firmaron que ´“consideraban inaceptable la pasividad del Gobierno español ante la alarmante cifra de paro en España (17,5%)” y deploraban “el fracaso de las políticas socialistas”. Misión cumplida.

El PP se unió a las continuas presiones que sufría el Gobierno de España tras la crisis del capitalismo en 2008. No de nuestro país, aunque con Grecia y Portugal sufrió los rigores de la tijera decretada en aquella ocasión para que pagáramos sus facturas. Al día siguiente de la histórica sesión del 10 de mayo de 2010 en el Congreso, cuando desde la UE hasta Obama llamaron para exigir recortes, Rajoy declaró: “Europa ha cantado las cuarenta a Zapatero”, en línea con toda la plana mayor de su partido, que no dejaba de sugerir que el estado financiero de España era similar al de Grecia. Tras el 15M de 2011, el PP de Rajoy obtuvo todo el poder en España, las corporaciones locales y la UE y Rajoy dio el mayor tajo posible al Estado del Bienestar, con especial incidencia en Sanidad y Educación, también en ciencia y servicios asistenciales.

Pablo Casado siguió la tradición y se estrenó de “acusica” alcanzando en un pasillo al entonces presidente de la Comisión Europea Jean Claude Juncker, para decirle que España era “un desastre en manos de los socialistas”. Estamos en 2018 y acaba de comenzar a gobernar Pedro Sánchez.

Todos los líderes del PP han tenido una desmedida confianza en el poder de la UE para intervenir en los asuntos internos de España, aunque nunca han logrado gran cosa. Pablo Casado –que no ha sido por comparación de las peores personas en presidir el PP– se dejó la piel para que los españoles no recibiéramos los fondos de recuperación previstos en Europa. La organización de la cosa de ellos, de la empresa PP, debe ser dura y persistente, no hay más que ver cómo acabó él. No le salió bien la operación. Les conocen en la UE y además con Sánchez en el gobierno y Von der Leyen de presidenta de la Comisión se estableció una especial afinidad y Casado quedó fuera.

Y aparece Feijóo. Poco. A Europa ha ido poco. Allí tiene una pieza maestra en Dolors Monserrat sobre todo, sin despreciar a González Pons que también malmete lo que puede. Ella es la encargada, como presidenta de la Comisión de Peticiones, de meter cizaña contra el Gobierno de España para que los medios adictos publiquen Europa censura no sé qué, o anuncios de grandes desventuras para España por el descontento “de Europa”. No, es prácticamente ella sola y los medios que le compran la tarea. Leer a través del tiempo al periodista Idafe Martín Pérez desde Bruselas permite conocer cómo funciona el PP allí y su corte aquí.

Y llega la ley de amnistía como un relámpago de luz al atribulado PP, que no va a poder gobernar en la Moncloa. Y en lugar de Von der Leyen encuentran a Manfred Weber, como presidente del Partido Popular Europeo, sin ninguna atribución de poder pero, de hablar, toda. El diputado de la Unión Social Cristiana de Baviera ha alcanzado un puesto de renombre a sus 51 años. Solo que quería más: aspiraba a presidir la Comisión Europea que logró su compañera en el PPE, Ursula von der Leyen. Y es como en Mozart y Salieri, siendo Weber Salieri, o los dos, Salieris. Weber se muere de envidia. Hay elecciones europeas, además, y muy decisivas, en 2024.

Todas las declaraciones de Weber siguen la línea argumental del PP español, como dictadas por Dolors Monserrat. Cuando llevaron al Parlamento europeo la ley de amnistía y se plantaron con cartelitos como en una tertulia televisiva española, no tuvieron quórum alguno, ni el 10% de los europarlamentarios, y la diputada del PSOE Iratxe García Pérez les dio una tunda de impresión. Los medios afines dijeron todo lo contrario. Mintieron.

Manfred Weber, como un miembro más del PP español, tras ser vapuleado en el Parlamento, persiste en compararnos a Polonia y Hungría y no es nada inocente y sí intolerable. Y los medios españoles se hacen eco desmesurado de un congreso de un partido europeo que insulta al Gobierno español teniendo tanto que callar.

Con la judicatura conservadora en pie de guerra, entrando en terrenos inauditos como oposición política. Con el Consejo General del Poder Judicial sin renovar, traspasado su tiempo en más de cinco años, acusar al Gobierno de Sánchez de quebrar el Estado de Derecho es absolutamente inadmisible. Esos medios que compran sin saber qué compran deben tener más rigor. Weber defiende alianzas con la ultraderecha, su partido es el más conservador de Alemania y goza de un notable desprestigio en la UE. Pero si aquí lo venden como una autoridad europea, puede calar. De hecho, la desorbitada campaña del PP está funcionando como eficaz propaganda en algunos sectores.

Así que, si hay que montar un avispero y decir que España está en él, se hace. Y si hay que estar al lado de un genocida, aunque ya no nos quepan más muertos en el alma, ni más niños destrozados de por vida, se va con ello. Ayudados por la complicidad de los medios que osan difundir las palabras de Feijóo en las que acusa a Sánchez de pactar con terroristas. El famoso “éste dice” de TVE por ejemplo.

Los reyezuelos de taifas del PP se apuntan también al descrédito de España. Martínez Almeida, alcalde de la capital de España, saca en pleno municipal un pasquín –como en un colegio de alevines de facha– para decir que los terroristas de Hamás son “los nuevos mejores amigos” de Pedro Sánchez. Es tan estúpido como miserable. Bien es cierto que el presidente del partido, Núñez Feijóo, dijo algo parecido. Juegan con fuego como hizo el padrino Aznar con tan mala fortuna y sobre todo dejan en el más hondo ridículo a un país que elige a semejantes cargos para su gestión pública.

Porque el patriotismo de ciertas derechas está ahí donde anida el dinero. Y compra voluntades y privilegios a repartir. Hay otras derechas. Pero en la política nacional española no están. Y por la deriva que llevan no son de esperar para desgracia de esta sociedad. Al menos, no insulten nuestra inteligencia diciendo que son patriotas.

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