Entre muchas de las incógnitas que podían despejarse este domingo en Andalucía, una de ellas era el grado de hundimiento del PP. Muchos analistas e institutos de opinión venían sosteniendo de forma más o menos pública que el Partido Popular sufría voto oculto. De no ser así, no podría entenderse el empeño de algunos institutos demoscópicos en seguir situando al PP como primera fuerza política (CIS, GAD3 o Celeste-Tel). Pero las elecciones andaluzas han mostrado que la formación de Mariano Rajoy está tan hundida como refleja su intención directa de voto. De hecho, los españoles no recuerdan haberles votado en las encuestas porque en realidad no quieren volver a hacerlo.
Este hundimiento ha afectado a su línea de flotación más sensible: los más fieles. Si en Andalucía hay dos provincias que representan muy bien la marca PP, éstas son Málaga y Almeria. En el año 2012, el Partido Popular obtuvo sus mejores resultados en estas dos circunscripciones, tanto en porcentaje de voto como en diferencia respecto al Partido Socialista. Pero este domingo sólo Almería ha permanecido fiel, aunque el PP ha pasado del 51,2% al 37% y la ventaja respecto al PSOE se ha reducido de 16 puntos porcentuales a sólo cuatro. Pero más grave es el caso de Málaga. Si en 2012 Javier Arenas alcanzó el 43,7% y superó en más de ocho puntos al PSOE, este domingo el Partido Socialista ha sido la fuerza política más votada y Juan Manuel Moreno Bonilla se ha dejado por el camino más de 13 puntos porcentuales. Pero no es una provincia cualquiera para el candidato andaluz. El líder del PP de Andalucía es malagueño y ha pasado gran parte de su vida en esta ciudad. Dicho de otra forma, ni en su circunscripción le votaron.
En muchas ocasiones, cuando se analiza la historia electoral del Partido Popular, se afirma con rotundidad que la gran aportación de José María Aznar fue centrar ideológicamente al PP. Viendo muchas de sus propuestas políticas y donde le ubican los electores en las encuestas, todavía la formación conservadora sigue muy alejada de ese centro al que aspira. En realidad, la gran tarea de José María Aznar fue construir un “ejército” de votantes que mantuvieron la fidelidad a las siglas incluso en los peores momentos. De hecho, entre 1996 y 2011, el PP se ha movido entre los 9.716.006 votos de 1996 y los 10.866.566 de 2011. La variación en sus resultados es de poco más de un millón de votos en 15 años. Pocos partidos pueden presumir de votantes tan fieles. Pero Mariano Rajoy ha acabado con esa fidelidad. En estos momentos, apenas el 50% de sus electores de 2011 volverían a apoyarle, una cifra inédita en la historia electoral del PP de las últimas décadas. Todo apunta a que el PP se ha hundido.
A este hundimiento han contribuido muchos factores, desde luego, pero me gustaría destacar dos: ha dejado de ser visto como el gran gestor económico y ha incumplido la práctica totalidad de su programa electoral. Lo que le pasa al PP es algo más que un problema de liderazgo, aunque también. En estos momentos, su marca está tan debilitada que se ha convertido en presa fácil para un partido tan “amateur” como Ciudadanos. Parafraseando la popular frase de la NASA: “Génova, tienen un problema”.