En un gran día para la historia moderna del transporte de viajeros por autobús, miles de votantes del Partido Popular se han manifestado en Madrid para protestar porque no va salir lo que ellos votaron y para darle un gran abrazo al candidato Feijóo, apenas unas horas antes de una investidura que ni los suyos creen posible
En la misma plaza, ideal para convocar cuando no estás muy seguro de llenar, dirigentes populares proclamaron su indignación y cansancio porque tanta gente siga empeñada en votar a otros que no son ellos; pese a haberles advertido durante más de un lustro de los riesgos legales y degeneraciones morales del sanchismo y su gobierno rojosatánico, la voracidad desleal del independentismo, el carácter torticero del nacionalismo, el abismo moral de los filoterroristas, el horror autoritario del feminismo o el ecologismo mal entendidos o el chavismo comunista y socialista agazapado en el turbio corazón de la izquierda española.
Votantes y dirigentes populares acreditaron, en el mismo acto contra las cosas tal y como se han votado, cuánto les unen el asombro y el fastidio al comprobar que, según todas la encuestas publicadas a día de hoy, la inmensa mayoría volvería a votar lo mismo que eligió el 23J –nueve de cada diez según el barómetro del CIS de septiembre 2023–; incluso ahora que muestra su verdadera faz ese maligno poder que maquina la amnistía y sirve a la coalición de horripilantes y temibles enemigos de España que sólo quieren despiezarla y venderla por lotes al mejor postor. Ya lo aclaró Aznar ante sus fieles congregados: no hay excusa posible, nadie podrá decir que no sabía lo que iba a ocurrir.
La conclusión resulta tan obvia como ilustrativa. La resumió el propio Núñez Feijóo: “No querían –ellos en general– que estuviéramos aquí y aquí estamos”. El PP y su líder se han manifestado este domingo 24S contra el mundo en general contra “ellos”, contra un país que no les gusta y que pretenden cambiar a toda costa, pero que no se deja cambiar y se resiste a aceptar la verdad revelada.
Manifestarse contra la realidad y quejarse de que los demás la prefieran al paraíso que ofreces supone una opción tan estéril como legítima. Su mayor ventaja reside en que siempre resulta muy fácil saber qué hacer, decir o pensar: lo contrario de lo que digan los demás porque siempre será ilegal, inmoral o inconstitucional.
Su mayor inconveniente se halla en que únicamente se puede hacer lo que tú permitas y sólo vale lo que tú quieres. Eso hace que los demás pierdan el interés rápidamente y se resistan cada vez más a tus grandes planes para ellos; de modo que, al final, lo único que sabes hacer bien consiste en pedir que se repitan las elecciones una vez más hasta ganarlas y gobernar, sea por cansancio o por probabilidad. Suele resultar bastante más productivo trabajar sobre la loca hipótesis de que los demás puedan tener algo de razón en lo que piden.
Cuatro elecciones después la realidad permanece inamovible, a pesar de los centenares de veces que se rompía España y se quebranta la igualdad entre todos los españoles. No se puede gobernar España sin entenderse con los nacionalismos vasco, catalán y gallego. Ni la izquierda, ni la derecha.
La manifestación del 24S, convertida en la demonización y el exorcismo del “nosotros” contra “ellos” y sus demandas nacionales infamantes, alejan aún más a la derecha del gobierno y la atrapa aún más en el abrazo del oso de la extrema derecha. Es la realidad. También pueden manifestarse contra ella las veces que quieran. No va a cambiar por eso; al menos de momento.