¿Cuántas preferentes tiene Rodrigo Rato? ¿Y su familia? ¿Cuántas compraron los miembros del consejo de administración de Bankia, Novagalicia o CatalunyaCaixa? ¿Y el gobernador del Banco de España, invirtió él también parte de sus ahorros en preferentes? ¿Algún responsable de la CNMV teme hoy perder un 70% de su inversión? ¿Cuántos ministros y ex ministros, cuántos diputados del PSOE o del PP están atrapados en la trampa de las preferentes?
Lo pregunto porque, vistas las condiciones a que se vendían, con un tipo de interés tan alto y una promesa de seguridad absoluta, no entiendo cómo ninguno de ellos picó el anzuelo. Claro, que igual ni se las ofrecieron, pues eran productos reservados para clientes muy especiales, clientes “preferentes”: todos aquellos con la suficiente ignorancia financiera como para caer en una trampa así.
Incluso podríamos bajar algún escalón más: los directores de oficina que comercializaron las preferentes a clientes que confiaban en ellos como antaño en el párroco, ¿cuántos invirtieron sus propios ahorros en un producto tan tentador? Sí, ya sé que tenían presiones, que las órdenes venían de arriba, y que el nivel de responsabilidad no es el mismo en un consejero delegado que en un jefe de sucursal. Además, en algunos casos ni los propios comerciales entendían bien lo que estaban vendiendo, y tampoco un director de oficina tiene por qué saber que su banco oculta pérdidas de miles de millones mientras presume de beneficios.
Pero viendo la manera en que fueron estafados ancianos analfabetos o enfermos mentales, algo tendrán que decir también quienes les pusieron el papel delante para que firmasen, quienes incluso llegaban a convertir una cartilla infantil en un producto basura o te sacaban los ahorros del plazo fijo para meterlos en preferentes sin avisar. De hecho, hay ya denuncias también contra directores, y muchos han sido trasladados de sucursal para no sufrir la ira de sus clientes tras dejar atrapados pueblos enteros.
Sí, ya me sé las respuestas a las preguntas anteriores: ninguno de los eslabones de esa larga cadena, desde el director de sucursal hasta el presidente del Banco de España pasando por la CNMV, el ministerio de Economía y los consejos de administración, tiene dinero atrapado en el corralito de las preferentes. Y es que todos sabían que no era un buen negocio, que era demasiado arriesgado meter dinero en un producto cuyo precio estaba hinchado y que te dejaba a merced de los bancos en un momento de grave crisis financiera global.
Quiero decir con esto que, para que la mayor estafa financiera en la historia de España haya sido posible, no basta con una mano negra que aprieta un botón; es necesaria la participación, la complicidad o la vista gorda de muchísima gente. Y la mayoría de ellos, si no todos, deberían estar a esta hora imputados en un macroproceso judicial que ya están tardando en abrir. Menos arbitraje (favorable a las entidades) y más justicia.
Habrá quien quiera bajar un peldaño más en la escalera de responsabilidades, y culpar a los propios ahorradores, por no haber desconfiado de un producto que ofrecía rentabilidades tan altas y sobre los que la prensa económica mostraba dudas. Pero aparte de los engaños más evidentes, con los tenedores de preferentes pasa como con quienes firmaron una hipoteca abusiva: su pecado es haber creído que existían controles, leyes y autoridades que velaban por sus derechos, cuando resulta que la única ley vigente era la de la selva.