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Los principios no tienen precio

Pedro Sánchez durante una rueda de prensa en Ferraz

Elisa Beni

“Los valores no son simplemente palabras, son por lo que vivimos”

John Kerry

Resulta irritante oír la necia queja de la ineficacia del Gobierno a la hora de afrontar varios de los problemas sociales que ha sembrado como minas el paso del Partido Popular por el poder procedente de los mismos que causaron el mal. Tampoco es fácil de digerir que se critique a los recién llegados por no haber sido capaces de arreglar en estos meses la totalidad de las demandas y necesidades de todos los colectivos que han sufrido las medidas austericidas anteriores. No es justo porque no sólo es evidente que no cuentan con los recursos presupuestarios para ello sino que es obvio que se les quiere privar a toda costa de ellos.

Hasta ahí, todo lo comprendo. Hay sin embargo una cuestión que me desazona, y como a mí a muchos ciudadanos progresistas, y que tiene que ver con la abjuración de los principios y con la marcha atrás del propósito de enmienda de muchas barbaridades que fueron aprobadas con el rodillo de los populares y que constituyen, sobre cualquier cosa, una vulneración de principios inaceptable para cualquier persona con sensibilidad de izquierdas. No se trata de proyectos que requieran de una ni gran ni pequeña inversión en nada. Su coste es cero pero su beneficio inmenso. ¿Por qué pues el PSOE está renunciando, uno tras otro, a establecer de nuevo los mínimos de libertad y respeto a los derechos humanos que ha predicado desde la oposición? Los principios no tienen precio, pero en este caso tampoco coste. Ni un euro. Sólo se trata de voluntad política. ¿Cómo y cuándo la ha perdido el gobierno socialista?

La última novedad en esta materia es la decisión de no derogar la prisión permanente revisable hasta que el Tribunal Constitucional no se pronuncie respecto al recurso de inconstitucionalidad que presentó el propio partido socialista. Esto equivale a que creyendo la norma contraria a la Constitución y teniendo la posibilidad de derogarla, como habían prometido en su programa electoral y hasta en su fallido pacto fantasma con Ciudadanos, han decidido dilatar el tiempo en el que una ley que vulnera la doctrina europea sobre castigos inhumanos y degradantes siga vigente en nuestro país. Y digo todo lo anterior porque es un hecho que los socialistas lo piensan tanto como yo. Lo piensan también miembros de ese gobierno y yo lo he oído de sus labios. ¿Por qué pretender que sean los magistrados del Tribunal Constitucional los que decidan una cuestión claramente integrada en el ideario de su partido y de los que le ayudan a gobernar? Recuérdese que es el PNV el que tiene bloqueada una proposición al respecto en trámite de enmiendas gracias, también, a los votos del PSOE. ¿Qué quieren decir con ello? ¿Resultará que si el TC, mayoritariamente poblado de conservadores, consigue salvar en alguna finta de las que todos conocemos el texto, los socialistas lo aceptarán? Porque no se trata sólo de si es constitucional o no -que no lo es- sino de que no es aceptable dentro de un proyecto político que pone su énfasis en el respeto de los derechos humanos y en la humanización de las penas y de su cumplimiento, amén de la reinserción. La prisión permanente revisable no es compatible con un proyecto progresista y he oído centenares de veces a juristas, políticos, periodistas, abogados y funcionarios de este signo desgranar una por una las razones por las que no es aceptable, ni útil, ni necesario contar con una pena así. ¿Qué pretende pues el PSOE, obviar una patata caliente por si esto le resta algún voto de centro o centro izquierda que pudiera ser suyo? Eso no sólo sería un síntoma de electoralismo sino incluso de populismo. ¿De quién ha sido la idea?

Lo mismo sucedió el mes pasado cuando la Gran Sala del Tribunal Europeo de Derechos Humanos tuvo la vista sobre los recursos presentados a la condena por devoluciones en caliente. Fue el gobierno del PP el que decidió recurrir pero muchos esperaban que el nuevo gobierno socialista no defendiera esas mismas posiciones en Estrasburgo. Pues bien, eso fue exactamente lo que pasó. Todos sabemos que el ministro del Interior que ha elegido Pedro Sánchez no es un hombre de fuertes convicciones progresistas y que, de facto, la mayoría de las condenas de ese mismo tribunal a España por no haber investigado torturas se han producido en casos que él ha llevado como instructor, pero aun así: ¿tanta es su influencia como para cambiar principios asentados de todo un partido centenario? No quiero pensar que nos estén diciendo que cuando uno gobierna sólo puede gobernar de una manera y que hay que plegarse a la razón de Estado que es una y no comulga con lo que muchos de sus votantes creen firmemente.

Luego están las palabras que se disuelven como azucarillos. Las declaraciones iniciales de que una derogación de la Ley Mordaza sería uno de los primeros gestos de gobierno se han diluido en unos meses hasta convertirse en una instrucción a la policía para que no aplique sus preceptos de la forma represiva e inaceptable que hemos visto durante la época conservadora. No es eso. No se trata de mantener un marco legal que, como parecen decirnos, puede servir para reprimir de forma policial a los ciudadanos sobre todo a los de izquierda, no lo vamos a obviar, o para reprimirlos menos si gobiernan los socialistas. Las libertades y los derechos de los ciudadanos de este país no pueden estar a expensas de que el ministro de turno decida una cosa o la contraria. No es aceptable para un votante sensibilizado con la pérdida de derechos que se ha producido en los últimos años y mucho menos para aquellos que la han sufrido en sus carnes. Dejo sobre la mesa la reforma de los artículos del Código Penal y de la Ley de Enjuiciamiento Criminal que permitieron al PP meternos en una tormenta perfecta de pérdida de libertad.

Me gustaría saber a qué se debe todo esto. Tienen los votos y no están coartados por el dinero. No quisiera pensar que haya gurús de lo electoral que tengan tanto poder que sean capaces de pasar por encima de promesas y principios para intentar pescar unos votos que creen que se podrían aventar. Si así fuera me gustaría que repararan en la masa de votantes que sí tiene unos principios asentados y firmes y que tampoco está dispuesta a dejarse marear. No quiero pensar tampoco que el desplazamiento en el eje ideológico que está provocando la ultraderecha, llevándose a Casado y a Rivera cada vez más hacia ese lado, esté produciendo una especie de efecto vacío que haga a los socialistas pensar en ganar ese hueco a consta de lo irrenunciable.

La diferencia también reside en esto o, a lo mejor, sobre todo reside en esto. Los principios son la base. Los principios diferencia. Los principios sostienen. Aunque, claro, yo de marketing electoral nunca he sabido nada.

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