No ha sido fácil ni sencillo entender y explicar lo que ha pasado en Catalunya en los últimos años. Lo intenté en 2020 con la crónica Empantanados. Leída ahora, me deja la sensación de que me quedé corto en el relato descarnado y la interpretación de lo que estaba pasando. La realidad nos superó, especialmente con los graves efectos colaterales que en el terreno económico, social, incluso democrático, el procés y el contraprocés han provocado en Catalunya y España.
Conceptos como utopía disponible, disonancia cognitiva, ficción, astucia, el juego del “gallina” o la pugna insomne entre ERC y post-convergentes han servido para explicar qué pasaba en la burbuja independentista. Otros, como “Summum ius summa inuiria” o “Misión: salvar al Estado” me han servido para describir la deriva de algunos Tribunales. Y para explicar cómo esa función salvadora, que algunos se autoimpusieron a partir del 3 octubre del 2017, nos ha complicado aún más la búsqueda de salidas al conflicto.
La dificultad ha sido mayor si las explicaciones procedían de los “equidistantes”, calificativo usado despectivamente por quienes solo conciben posiciones de trinchera a uno y otro lado. Las personas equidistantes, que nunca fueron indiferentes a nada de lo que sucedía y siempre tomaron posición sobre los acontecimientos, se negaron a hacerlo desde posiciones frentistas. Si lo destaco no es para reivindicar méritos, sino porque este tipo de posiciones que buscan tender puentes continúan siendo aún imprescindibles.
Interpretar lo que pasaba en los momentos álgidos del procés era difícil, hacerlo ahora. cuando la situación se ha degradado hasta límites impensables. deviene aún más complejo. Tanto, que se nos han acabado las palabras para adjetivar lo que está sucediendo.
La disonancia cognitiva de la independencia unilateral se ha mudado a otros lares, la llamada mayoría independentista del 52%. La ficción ha mutado hacia la estéril melancolía del “ho tornarem a fer”. La astucia es tan de vuelo gallináceo que produce sonrojo y vergüenza ajena.
Como sucede en los procesos de descomposición, casi nada es lo que parece y todo dura muy poco, menos que nunca. Por eso parece oportuno coger una cierta distancia política y temporal y no dar nada por seguro.
Con su hábil movimiento político, en la tramitación de los presupuestos, CatalunyaEnComú ha conseguido visibilidad política –que no es exactamente centralidad, para lo que se necesita más musculatura; ha puesto en evidencia que la mayoría independentista no existe, es una gran ficción y una coartada para mantener un gobierno autonomista -dicho sea sin la connotación negativa que le dan los independentistas. Además, ha dejado con el culo al aire a Ernest Maragall y ha debilitado a ERC como alternativa al gobierno en Barcelona.
Recomiendo que rescaten la entrevista que el martes 16 de noviembre el periodista Josep Cuní le hizo en SER Catalunya al diputado y portavoz de ERC en Barcelona. Todas las acusaciones de sucursalismo que Maragall vertió contra la mayoría de gobierno municipal ahora se han vuelto contra él. Sorprende que alguien con diez quinquenios en política no supiera intuir que eso podía pasar. Para ERC, como en general para todas las fuerzas nacionalistas, Barcelona es solo una torna, ese pago que se hace para controlar Catalunya. Y en ocasiones, como dejó claro Jordi Pujol, muchas veces, un estorbo en la construcción nacional de Catalunya.
No tengo nada claro lo que va a pasar a partir de ahora. Solo algunas intuiciones. El debate de los presupuestos de la Generalitat dista mucho de estar acabado y su tramitación va a estar preñada de gesticulación. De todo tipo y en todas direcciones. El guionista de la política catalana puede tenernos preparados algunos giros “churriguerescos”.
Como es obvio y legítimo, cada cual intentará generar el relato que le interesa, de manera que el resultado final será, creo, muy confuso para la ciudadanía. En su vertiente económica, los presupuestos pueden quedar irreconocibles y de difícil gestión, fruto de las enmiendas cruzadas que se pueden aprobar. Ya pasó con anteriores presupuestos.
Con su jugada, CatalunyaEnComú ha hecho aún más evidente que la mayoría de gobierno solo se mantiene por lo que Neus Tomás llama en estas mismas páginas la “poltrona” autonomista. Intento huir, siempre que puedo, de estos calificativos que no dejan en buena posición a la política, pero no sé encontrar otro que describa mejor la situación.
El movimiento de los Comunes ha puesto de manifiesto la urgente necesidad de construir una mayoría de gobierno alternativa a la existente. Es vital si queremos evitar que la Catalunya institucional continúe degradándose y arrastre aún más al conjunto de la sociedad.
Aunque tengo la impresión de que ese camino hacia una nueva mayoría de gobierno está aún muy verde. Las inercias, la necesidad de que la descompresión del procés se haga lentamente para evitar que a nadie les salten los pulmones o los plomos. Las repercusiones e interrelación que tiene con otros niveles de gobierno.
En el propio espacio de los Comunes siempre ha existido una doble alma sobre con quién construir la alternativa. Aunque es cierto que las experiencias de gobierno en Barcelona y la coalición en España han decantado las opciones por la senda del principio de realidad.
Pero nada excluye que, de igual manera que unos sacrifican Barcelona para continuar gobernando -es un decir- Catalunya. Otros, sacrifiquen Catalunya para continuar gobernando España y Barcelona. No sería la primera vez que sucede, ese fue el precio que durante décadas pagaron los socialistas catalanes.
La diferencia quizás sea que ahora la degradación institucional de Catalunya es muy grave y el impacto que está provocando en la sociedad catalana muy profundo. Ahora sí que podemos decir aquello de “Tenim pressa”, en este caso prisa por salir del pozo.