Dicen Ana Botella y Esperanza Aguirre que este jueves, día de la coronación, los madrileños tenemos que dar “prueba de patriotismo” mostrando “pleno respaldo” a los nuevos reyes, aclamando a Felipe VI, colgando banderas rojigualdas en ventanas y balcones, creando una marea patriótica. Quieren una escenificación.
Este jueves, o dices “viva el rey”, o nada. La delegación del Gobierno ha prohibido dos manifestaciones republicanas, pero también una protesta contra los recortes en educación y una concentración contra la impunidad de los crímenes del franquismo, a pesar de que la misma estaba prevista para las ocho de la tarde en Sol, cuando los actos de proclamación ya habrán terminado.
Felipe VI comenzará su reinado en un contexto de doble imposición: la de su coronación, sobre la que los ciudadanos no hemos podido pronunciarnos en referéndum, y la de la censura, con la denegación de permiso de diversas protestas públicas cuyo fin no es celebrar que el nuevo rey ha llegado, aleluya.
La propaganda al servicio de la monarquía es tal que se presenta como democrática la coronación de alguien que no ha dicho ni mu sobre los recortes, los desahucios, la sanidad y educación públicas, las pensiones y la jubilación, el crecimiento de la desigualdad, el papel del Banco Central Europeo o el FMI, por citar algunas de las cuestiones que más nos afectan. Es hijo del rey, es Borbón y ha estudiado mucho. ¿Qué más queremos los súbditos?
Llaman ser patriota a aplaudir al rey pase lo que pase, como en el cuento del rey desnudo. Pero el patriotismo es otra cosa. Ser patriota no es tener cuentas en paraísos fiscales y sí lo es contribuir con el Estado pagando los impuestos que corresponden. Ser patriota no es defender los desahucios o los recortes de servicios públicos fundamentales para las personas que viven en tu país. No es rescatar entidades financieras con el dinero de todos, sino hacer políticas que rescaten a la gente.
Los que se han apropiado del término patriota quitan al Estado empresas rentables para dárselas a entidades privadas y socializan empresas privadas cuando éstas tienen pérdidas, para rescatarlas con el dinero de todos.
Quienes se sienten dueños del patriotismo y nos dicen que ser patriotas es aplaudir al rey son los mismos que han defendido la venta de viviendas de protección oficial a fondos buitre -extranjeros-, que en pocos meses han duplicado el precio de venta. Son los que niegan la justicia universal a los españoles, e incluso quienes están dispuestos a dar la espalda a un ciudadano español para defender los intereses del ejército extranjero que le ha asesinado.
El patriotismo del Ayuntamiento del PP de Madrid va a destinar 21 millones de euros para convertir un parking público de Canalejas en un complejo de lujo pero se niega a garantizar a los ciudadanos una vivienda digna y otros derechos fundamentales. El patriotismo del Ayuntamiento de Madrid recorta la ayuda para necesidades sociales de emergencia pero decide renovar el mobiliario urbano en las calles por las que pasará la comitiva tras la proclamación de Felipe VI. El resto de Madrid no es digno de renovación.
El patriotismo de la alcaldesa Ana Botella es el que la lleva a un spa de lujo en Portugal horas después de la muerte de cinco jóvenes en la instalación municipal Madrid Arena, que no tenía licencia ni cumplía la normativa de seguridad. Es ese patriotismo con el que afirma que la reforma laboral del PP, la que nos ha impuesto más recortes, es “la ideología que más progreso ha traído a la humanidad”.
Cada revisión de la lista de espera quirúrgica en Madrid bate un nuevo récord: La región gobernada por Ignacio González acumula 75.000 personas aguardando una intervención tras el recorte en presupuesto y plantilla. Pero ser patriota es salir a la calle a saludar y aplaudir al hijo de un rey que llega a jefe de Estado para asumir un cargo hereditario, vitalicio e inviolable. Nos lo dice una alcaldesa no electa como tal, en una región con un presidente de comunidad no electo como tal, sobre un jefe de Estado no elegido.
La monarquía ha protagonizado casos de corrupción, ha trabajado por el mantenimiento del statu quo, ha servido a los intereses de una elite, ha sido parte de este engranaje en el que se ha institucionalizado la estafa. Teniendo en cuenta que Felipe VI es sucesor de ello, un mínimo gesto de patriotismo nos exige recordar a quien hereda el trono sin haber dicho nada que los aplausos hay que ganárselos.
Reivindiquemos otro tipo de patriotismo. El que defiende derechos para todos y no solo para unos pocos. El que trabaja por una vida digna y por una mayor igualdad. El que lucha por que no haya privilegios para una elite a costa de una mayoría. El que hace de la solidaridad su bandera.