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PSOE: fallos que cuestan caros

Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, durante una sesión plenaria en el Congreso. EFE/Emilio Naranjo
22 de marzo de 2022 22:34 h

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El gobierno de coalición presidido por Pedro Sánchez ha tenido que afrontar un cúmulo de retos como pocos en nuestra historia reciente. Una pandemia con miles de muertos y enfermos, la paralización de la actividad para frenar los contagios, una oposición brutal que desde el minuto uno -y antes- ha puesto cuantas zancadillas ha podido, sin frenarse por cómo dañaban esas trabas y esa crispación a toda la sociedad. No olvidemos la tormenta Filomena y cuanto supuso. La erupción del volcán en la Palma. Los devastadores precios de la energía. Dudo ya si me dejo alguna catástrofe más hasta llegar a la guerra tan cercana y que tanto nos involucra. Y que se está comiendo no solo los fondos destinados a la recuperación sino algunos valores de entidad y, desde luego, la paciencia y la estabilidad de un gran número de ciudadanos. Inmenso número.  Y es que hay fallos graves que se pagan.

Llevamos dos años y pico realmente duros. No parecía prioritario añadir críticas a la profusión de ataques y bulos escupidos desde la derecha política y mediática que ha padecido el Ejecutivo de Pedro Sánchez. Pero gran parte de los problemas que nos acucian hoy son sin duda responsabilidad de la inacción de este gobierno y más en concreto del freno impuesto por el socio mayoritario, el PSOE, a las políticas progresistas que se votaron. Es una evidencia, no carguemos tintas que no caben en los hechos. Aunque seguramente había grandes dosis de realismo en quienes sustentaron la investidura, muchos de los votantes progresistas esperaban más, y la verdad es que se han dejado tareas esenciales sin tocar. Y de ahí lo que pagamos ahora cuya peor respuesta es asentarse en la complacencia. Porque las últimas decisiones están yendo en una dirección doblemente peligrosa.

Hay algo rotundamente claro: se ha dejado crecer la ultraderecha con cuanto implica de desestabilización, al hilo del malestar que crecía por no cumplir expectativas principales en un momento complejo de verdad en el que se necesitan más y cuestan más. De entrada, repetir elecciones en 2019 para no formar coalición con Unidas Podemos, restó votos a ambos, duplicó con creces los diputados de Vox en el Congreso y dio la oportunidad al PP de recuperarse algo desde los 66 escaños que sacó en abril en el peor resultado de su historia. La tentación de volver a las andadas, quizás con el “nuevo” PP de Feijóo, se intuye de lejos. Sin aprender de la experiencia.

La ultraderecha pues y ese mapa político, pero tanto o más decisivo lo que se ha hecho y lo que se ha dejado de hacer. Es bochornoso no haber renovado el Poder Judicial en más de tres años que lleva caducado, haber tragado con nombres muy tocados en el Constitucional. La Fiscalía parece inexistente, de forma clamorosa en las muertes de ancianos en los geriátricos sin asistencia médica durante la pandemia. En el archivo de las causas iniciadas contra el Rey emérito. Ni siquiera se pueden investigar en el Congreso: PSOE, PP, Ciudadanos y Vox lo rechazan sistemáticamente. No es de recibo tampoco haber expulsado del Congreso al diputado de Podemos Alberto Rodríguez y no rehabilitarlo, con tan dudosas excusas en ambos casos.

La justicia tiene una incidencia directa en la democracia. Como lo tiene la prensa. Un país no puede subsistir con ese nivel de ataque a todo progresismo. Y como no se trata de censurar desde luego, lo mínimo hubiera sido contar con una RTVE que cumplimentara  el derecho a la información de los ciudadanos. Hay grandes profesionales en la Casa, se está viendo en la cobertura de la Guerra de Ucrania: es periodismo auténtico. Otros programas también lo practican. Lo que falla está más arriba. Porque la información de la política nacional tiene los mismos sesgos desinformadores de los medios de la derecha. De esa peculiar derecha que viene acompañada de ausencias,  bulos y manipulaciones a diario. Unánime, todos iguales. No se entiende esa entrega. Y no estaría de más vigilar que las subvenciones de dinero público de todas las administraciones se dediquen a medios de información y no de manipulación.

Las medidas en Trabajo han sido positivas y eficaces. Es de los capítulos que mejor ha funcionado, con la subida del SMI y otras similares. Falta la contención de precios energéticos que hubo de afrontarse mucho antes, y la reforma agraria y otras pendientes. Impulsadas en buena parte por el sector Unidas Podemos, políticas de todo el Gobierno desde luego, algunas han precisado un intenso esfuerzo para salir adelante.

Hay que parar el destrozo de la Sanidad Pública, imprescindiblemente. Nos va la salud y la vida en ello. Respetar y dar medios a sus profesionales. Es inaceptable lo que algunas comunidades están haciendo sin que el gobierno del Estado frene esta deriva.

Muy preocupante el sesgo de algunas conductas en las Fuerzas de Seguridad. Brutal machismo como el de la Comisaria de Pontevedra que denunció elDiario.es y, por ello, ha sido cesada. Tras la publicación. Las ultraderechistas, impropias en la seguridad de todos, caminan mucho más despacio en su resolución.  

La participación en la guerra, la compra masiva de armas por el mandato de EEUU y la OTAN –es así- había que ponderarlo y explicarlo mucho más. Con opciones al debate real. El estupor ha llegado con la entrega del Sáhara a Marruecos, un país no precisamente democrático. Hay razones económicas de futuro, dicen, pero mucho más la adscripción a bloques en lo que parece un Nuevo Orden que vienen en packs completos. Y está por encima la palabra dada y el respeto a las resoluciones de la ONU. Argumentar el control de la inmigración ilegal como motivo, con las puertas abiertas por el norte derrapa bastante de un lado. Como el trato a los emigrantes de las vallas del sur.

Seguro que esta peculiar derecha, que crece en franquismo y trumpismo, lo hubiera hecho peor para el grueso de la ciudadanía, pero eso no es excusa para el Gobierno. Algunas de sus acciones y omisiones no difieren de lo que hubieran hecho ellos. El trato a Unidas Podemos como el socio pobre, en particular en opiniones desde el propio PSOE y periodistas afines sigue siendo escandaloso. No se ha visto una batalla similar con nadie, ni contra la ultraderecha. Quizás es que unos dañan ciertos bolsillos y otros la democracia. 

Empieza a tomar forma un acercamiento del PSOE al PP de Feijóo que viene con su cheque en blanco bajo el brazo. Al bipartidismo, volviendo a ignorar la experiencia pasada. A Unidas Podemos tampoco le exculpa por completo lo que no se ha hecho, pero no debería firmar el finiquito por sí misma. Define mejor lo que está ocurriendo, y es más útil a la sociedad tratar de resolverlo. Aunque, lamentablemente, esperar parece bastante iluso. Y al tiempo, facilitar la llegada a La Moncloa a esta derecha, sería un suicidio.

Dar esta sensación de caos no se corresponde con la realidad, y mucho menos con las responsabilidades de los problemas enquistados. La verdadera gente de a pie no es la beneficiaria de esta derecha. Nunca lo fue. No lo es. Tampoco se les puede regalar esa creencia, por falsa. Pero cuando se tiene el encargo de gobernar, se gobierna. Macron enfrenta a Francia a tener un presidente o presidenta de ultraderecha, y compite también con la Izquierda Insumisa de Melenchon que ha cobrado fuerza, y ya ha mencionado la posibilidad de nacionalizar alguna eléctrica.

Lo que se precisa es decisión. Pedro Sánchez hizo profusa gala de ella cuando el PSOE le echó de mala manera de la secretaría general. Y definición. Nadar entre dos aguas, cerca de la orilla derecha, lleva a subirse a ella cuando vienen turbulencias. Esa derecha que lava su suciedad en su casa, echando por el sumidero para todos el agua sucia; indisolublemente unida ya al Vox que no ha tardado un minuto desde que toca poder en Castilla y León en mostrar sus intenciones.

Años cruciales, de múltiples desgracias unidas, ya no nos falta más que un gobierno ultra en España. Y este camino lleva exactamente a ahí. Y está tan claro que en realidad es un eufemismo dulce hablar de errores y no de voluntad concreta.

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