Hasta aquí llegó el PSOE
Para entender dónde ha acabado el PSOE tras casi siglo y medio de historia, hagan un rapidísimo ejercicio de comparación: abran en Wikipedia las biografías de Pablo Iglesias (el histórico fundador del partido, no el homónimo líder de Podemos) y de Pedro Sánchez. Lean una detrás de otra, la de Iglesias y la de Sánchez, el primer y el último secretario general del partido. ¿Las han leído ya? No hay más preguntas, señoría.
De acuerdo, la comparación es injusta, son momentos históricos diferentes, la España del XIX nada tiene que ver con la actual, y ningún dirigente del siglo XXI resiste una comparación así.
Vuelvan a leer la biografía de Pedro Sánchez, pero solo la suya, sin comparar con nadie. Lean cómo se presentó a elecciones municipales y generales sin conseguir nunca escaño, y solo lo obtuvo cuando corrió lista. Lean los hitos de su biografía, un par de másteres, trabajos breves como asesor en el extranjero, y ya. Ah, y que jugó en el Estudiantes, pero ni siquiera en el primer equipo. Si no se fían de la Wikipedia, consulten su bio oficial, y verán que no hay mucho más que rascar. Eso es todo, amigos.
Por supuesto, Sánchez no es un meteorito que ha caído en el PSOE. Es solo el último eslabón de una decadencia imparable. Desde el primero, Pablo Iglesias, al último, Pedro Sánchez, la secuencia de dirigentes es como aquel dibujo que mostraba la evolución humana desde el mono hasta el homo sapiens, pero al revés.
¿Exagero? Tras el fundador siguieron grandes nombres de la historia del socialismo, que seguro les suenan: Julián Besteiro, Largo Caballero, Indalecio Prieto. Tras salir derrotado y dividido de la Guerra Civil, durante el franquismo sobrevivió como pudo, hasta la llegada de Felipe González, y tras él se acelera la decadencia: Almunia (que pasaba por allí), Zapatero (“No nos falles”), Rubalcaba (¡Rubalcaba!), y así hasta Pedro Sánchez, al que le ha tocado dirigir el partido en su peor momento.
Que sí, que las comparaciones son odiosas, no nos ensañemos con Sánchez. Pero es que no es solo Sánchez. Es también Tomás Gómez, que hasta ayer era el líder en Madrid y que, aunque sí ganó elecciones en su pueblo, es un tipo gris, gris oscuro. Y es también Susana Díaz, la gran esperanza del PSOE por motivos que de verdad se me escapan.
Llamémoslo por su nombre: mediocridad. El nivel dirigente del PSOE hoy es mediocre. En su dirección federal, pero también en no pocas franquicias regionales y locales, donde la deserción de los mejores y las intrigas internas han aupado a gente que, en el mejor de los casos, es incapaz. Sé que generalizo, habrá gente valiosa y con buenas intenciones, pero son los menos. Y sí, la crisis del PSOE es también la crisis de la socialdemocracia en Europa pero, salvo el Pasok, el resto no va en caída libre como los españoles. Y si en tu peor momento no tienes al frente a los mejores, hasta aquí hemos llegado.
Ah, espera. A Sánchez lo eligieron los militantes. No una reunión de conspiradores, sino los militantes. Los mismos militantes que avalaron a Tomás Gómez para unas primarias que ni celebró porque no había más aspirantes.
A ver, militantes del PSOE, ¿seguís ahí (ahí, ahí, eco, ecoooo)? ¿No os entran ganas de plantaros en la puerta de Ferraz, hoy mismo? No como esos pocos furiosos que defendieron a Gómez la otra noche, sino para protestar de verdad, para decir que estáis hartos, que ya vale de mediocres que acabarán apagando la luz al salir cuando no quede nada.
La última vez que os vi allí, en Ferraz, fue en la victoria electoral de Zapatero. “No nos falles, no nos falles”. ¿Cuántas veces os han fallado desde entonces?