Susana Díaz se ha ofrecido a ayudar a “coser” la herida que sufre estos días el PSOE en su discurso de la reunión del Comité Director del partido en Andalucía. En ese acto interno, del que se ha facilitado la señal en directo para su retransmisión por los medios (lo que viene a ser como un plasma de Rajoy), la presidenta andaluza ha recibido una ovación en pie de sus subalternos compañeros del partido, ha sonreído, ha mostrado todo su amor por los asistentes y ha dejado claro que el psicodrama que vive el PSOE no debe hacerles olvidar que es un gran partido.
Desde sus tiempos de secretaria de Organización de las Juventudes Socialistas de Andalucía, Díaz ha tenido que coser unas cuantas cosas, pero nadie la ha visto con aguja e hilo. Era más frecuente verla manejar un hacha. O una katana. Contaba Lourdes Lucio en 2013 que no hay que menospreciar su etapa en las Juventudes Socialistas. ¿Cosas de chavales? Para nada. “En opinión de los veteranos, allí se aprende lo peor de la política y no lo mejor, con música de Kill Bill 1 y Kill Bill 2”.
A estas alturas, ya todos sabemos que Susana Díaz aprendió un montón.
Susana Díaz, con esa sonrisa encantadora, se ha cansado de que ese muchacho bien parecido al que ofreció todo su poder para que derrotara a Eduardo Madina en las primarias le haya salido respondón. Pedro Sánchez no cumplió el supuesto pacto de de dejar la puerta abierta para que Díaz fuera la candidata del PSOE a la Presidencia del Gobierno después de conseguir una victoria en las urnas en Andalucía, y de que ella terminara por decidirse a dar el salto hacia Madrid.
Sánchez no se resignó a la reelección de Mariano Rajoy después de las últimas elecciones, incluso con la abstención socialista en la investidura, que luego le habría pasado factura. En el colmo de la osadía, y tras el último fracaso de Rajoy, se mostró dispuesto a hacer un último intento por llegar a Moncloa sin descartar el apoyo de Podemos. Ahí Sánchez firmó su sentencia de muerte.
Los acontecimientos se han precipitado esta semana. De repente, Díaz se ha olvidado de sus reticencias y ha acabado por hacer caso a lo que le pedían varios barones socialistas. Felipe González, después de resistirse durante meses, señaló a Sánchez con la espada. Sánchez devolvió el mandoble en una entrevista con eldiario.es, retando además a Díaz a que dijera en qué bando estaba, el de la abstención para favorecer a Rajoy o el de “no es no”.
Díaz ha cogido –esta vez, sí– el guante y se lo ha lanzado a la cara. No es no a Sánchez.
En su discurso de este jueves, Díaz hizo una interpretación peronista de la realidad de un partido socialista partido en dos. ¿Peronista? Siempre se recuerda que cuando Juan Domingo Perón volvió a Argentina en 1972 los periodistas le pidieron que contara cómo veía la política del país. Se cuenta que dijo: “Mire, hay un 30% de radicales, lo que ustedes entienden por liberales, un 30% de conservadores y otro tanto de socialistas”.
¿Dónde están entonces los peronistas?, le preguntaron. “¡Ah, no, peronistas somos todos!”, dijo.
Dolida con que se diga que hay dirigentes del PSOE que prefieren que Rajoy siga en el poder antes que intentar un acuerdo con Podemos o los nacionalistas, que los hay y muchos y entre ellos está ella, Díaz ha recurrido a las esencias: “No hay socialistas de derechas y de izquierdas, no se puede colocar a Felipe González ni a José Luis Rodríguez Zapatero en la derecha, no se puede”. Todos somos peronistas, perdón, socialistas, incluso aunque permitamos que Rajoy continúe en La Moncloa.
Díaz forzó la dimisión de 17 miembros de la Ejecutiva federal del partido para conseguir la dimisión de Sánchez, sustituir la dirección por una comisión gestora, asegurarse de que la gestora –gente que no formaría parte de la futura dirección y que asumiría el mal trago de recomendar la abstención en la investidura de Rajoy– permita la formación del Gobierno y celebrar un congreso extraordinario que aprobara la coronación de la presidenta de Andalucía.
Está el pequeño y molesto detalle de las primarias, que es un inconveniente que podría solventarse ordenando a los barones que pongan a su disposición decenas de miles de avales –querido militante, pasa por la sede y firma este papel– con los que convertir las primarias en un hecho irrelevante. Eso en el caso de que se lleguen a celebrarse, si nos atenemos a lo que pasó en Andalucía (22.880 avales sobre un total de 45.733 militantes).
Hay que recordar una vez más que muchos líderes socialistas le han estado pidiendo eso desde hace tiempo. Pero la decisión definitiva es de Susana Díaz. La responsabilidad es suya. Ella es la que ha provocado este cisma inaudito que es una bendición caída del cielo de Sevilla para el PP por la ristra de juicios por corrupción que se le vienen encima precisamente cuando intenta convencer a todos de que sólo Rajoy puede gobernar este país.
Mientras tanto, Díaz hace recuento de los millones de votos que ha perdido el PSOE desde 2011. Su intención es ponerlos todos en el debe de Sánchez, a pesar de que los datos demuestran que la caída fulgurante empezó mucho antes de que ese economista de 44 años obtuviera el premio gordo del liderazgo del PSOE.
Díaz quería decapitar a Sánchez para dirigir el partido mucho antes de que un congreso extraordinario la coloque en el trono. Por eso, envió el jueves a su mejor amiga con instrucciones para que Verónica Pérez se presentara en Ferraz diciendo “la única autoridad en el PSOE soy yo”. Verónica Pérez, de 38 años, colocada al frente del partido en Sevilla por Díaz cuando ella pasó a presidir la Junta. Partido Susanista Obrero Español.
Como ocurre con todos los golpes, si el Gobierno que hay que derrocar se resiste –aunque quizá sólo tenga en este caso las llaves de la sede del partido y la contraseña de la cuenta de Twitter–, lo que se te viene encima es la guerra civil. Puedes encajar el golpe y pactar con el enemigo o ir con todo para que no quede de él ni las botas. En el segundo caso, puede ocurrir que heredes un erial.
Díaz tiene asegurado el apoyo de Felipe González y probablemente de Zapatero. El sentido común y el futuro del PSOE pueden contar con lo que ha dicho Javier Solana: “Cuando se tome conciencia del destrozo, todos preferirán 85 diputados”.
O como dijo un periodista extranjero ante el caos formado por decenas de reporteros que se armó a las puertas de Ferraz cuando apareció Verónica Pérez: “What a fucking shit”. Sí, para todos, menos para el Partido Popular.