José Montilla ejerció el cargo de presidente de la Generalitat con mucho más respeto a la institución que muchos de los que a diario intentan dan lecciones de patriotismo. Del mismo modo que, una vez estuvo fuera, nadie podrá reprocharle que no se esforzase todo lo posible por seguir dignificándola. El hecho de que eligiese seguir su carrera política en el Senado fue una novedad porque ninguno de sus predecesores había regresado a un cargo, pese a que en el caso de Artur Mas nunca ha dejado de ser un actor político relevante.
Pero Montilla ya no es senador y ha decidido aceptar la propuesta de Enagás para convertirse en uno de sus consejeros. El exlíder del PSC, además de ser presidente de la Generalitat fue ministro de Industria y eso seguramente explica que la gasística haya pensado en él. Es un político con buenos contactos, una persona discreta que no alardea de ellos, pero que los tiene. Se sentará al lado de otros nombres conocidos como el de José Blanco, también exministro socialista, o de las exministras del PP Ana Palacio e Isabel Tocino.
Casi la mitad de los miembros del consejo de Enagás han sido altos cargos en algún momento y todos cobran más que en sus anteriores responsabilidades públicas, puesto que en este caso es un sueldo no inferior a los 180.000 euros al año. No deja de ser sorprendente que Luís Conde, el cazatalentos que sugirió los nombres de Blanco y Montilla para Enagás, se haya despachado ahora con un artículo defendiendo que en órganos como estos “los candidatos no debieran tener una significación política”. Suena a broma.
Montilla y Blanco no son los primeros ni serán los últimos en pasar por la puerta giratoria. Lo que es más difícil de explicar y complicado de entender es que se pretenda estar en ambos lados y que no pase nada. El expresident Montilla ha renunciado al sueldo que le correspondía por haber ocupado la máxima institución de la Generalitat porque la ley catalana establece que es incompatible cobrar ambas nóminas, la pública y la privada. Pero quiere seguir disponiendo de la Oficina de expresident y de las tres personas que trabajan en ella.
En dicha oficina no se van a escribir los informes de Enagás, argumenta uno de sus colaboradores, para subrayar que separará los negocios de la institución. Solo faltaría que se redactasen allí. Nadie duda de que Montilla nunca ha utilizado medios y espacios públicos para actividades privadas, tal y como él mismo ha escrito este miércoles en Twitter después de que eldiario.es informase de su intención de compatibilizar su nuevo puesto en Enagás con la oficina de expresident. El expresident asegura que tampoco lo hará a partir de ahora. Pero la duda es como mínimo razonable. Soplar y sorber a la vez, aunque se haga con la mejor de las intenciones, es imposible.
Montilla deberá comparecer en el Parlament para explicar su decisión y la mayoría de partidos ya han expresado su rechazo a que mantenga la infraestructura de expresident, que implica 400.000 euros anuales para el erario público, entre alquiler de la Oficina y salarios del personal. En el caso de Ciudadanos reclaman directamente que este tipo de infraestructuras no existan, y los 'comuns' preparan una reforma para prohibir ocupar un despacho oficial si se cobra de empresas privadas.
Esta es la primera vez que un expresidente catalán decide sentarse en un consejo de administración. Felipe González y José María Aznar podrían dar lecciones de cómo se hace, mientras que José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy –que seguro que recibieron también buenas ofertas–, optaron por no traspasar la puerta.
El historiador Jaume Claret ha recuperado un artículo del añorado Josep Fontana, quien en un escrito publicado en agosto del 2014 recordaba este episodio del exministro Ernest Lluch. “Tuve un amigo, Ernest Lluch, que cuando acabó su gestión al frente del Ministerio de Sanidad recibió propuestas para integrarse en consejos de administración de empresas farmacéuticas. Ernest los rechazó, volvió a su trabajo de la universidad y prefirió vivir modestamente. El fenómeno de la puerta giratoria, que conduce a los políticos cesantes a puestos bien remunerados en consejos de administración en pago por los servicios prestados y como anticipo de los que van a seguir prestando, es algo habitual entre nosotros”. Pues eso.