El Centre d’Estudis Jordi Pujol, puesto en pie hace diez años para analizar la aportación a la ética, los valores y la historia occidentales del que fuera luz de donde la patria la toma, ha cerrado por cese del negocio.
Después de cuatro planes quinquenales y un trienio como President, el que quiera estudiar la vida y la obra de Pujol, deberá hacerlo por su cuenta y no subvencionado con dinero público, como hasta ahora. Es una lástima que el cierre de este centro nos prive de jugosas tesis doctorales, de excelsas exégesis de los memorables párrafos de sus memorias, de análisis comparados, en fin, entre las aportaciones del tenido por intelectual con alguno de sus maestros, pongamos Maritain.
Toda esa fecunda cosecha, trufada de materia gris, discurso ético y modelos de robar dinero sin pasar por la cárcel, por ahora, ha sido borrada de la Red, ha sido sepultado en la clandestinidad tras el cierre. Una pena.
Pujol ha pasado de caminar bajo palio político, andar sobre las aguas chisporroteantes por la emoción del pueblo al verlo y ser entronizado como Gran Timonel de la patria, a tener que soportar insultos del tipo “ladrón” o “chorizo”, a escuchar bocinazos de los coches cuando pasan por su casa, a aguantar los gritos de los que le exigen que devuelva el dinero porque la gente pasa hambre.
Los medios de comunicación, en el pasado reverenciales y fomentadores del culto a la personalidad del defraudador recién confeso, se apostan ahora todos los días en la puerta enrejada de la casa de Jordi Pujol y Marta Ferrusola para darnos en directo minuto y resultado, para meterles el micrófono y hacerles el mayor número posible de preguntas por zancada hasta que llegan al coche. Nada más cerrar la puerta deben pensar: “Dios mío, ¡qué hemos hecho para merecer esto!”.
El calvario periodístico que les queda por delante a los Pujol contrasta con la nula excitación del aparato judicial para esclarecer los hechos y determinar responsabilidades. Después de su deposición, Pujol dijo que estaba disponible para la justicia y aquello sonó a que antes no lo estaba. A pesar del llamamiento, no parece que haya ningún juez o fiscal dispuesto a tomarle declaración a este hombre.
No sé, cualquier ciudadano de a pie que se retrasa al presentar un papel o un minuto ante el fisco es llamado con ruido trompetero; por contra, el ex padre de la patria dice que lleva robando como mínimo los 23 años que ha sido presidente y no hay un solo juez que le cite para que aclare si era una herencia o una mordida, si su medio confesión quiere ser una voladura controlada del padre para intentar salvar a sus hijos, qué parte de su dinero viene de las ya famosas comisiones ilegales, si el dinero se lo han repartido entre él y su partido…
Frente a los que se caen del guindo ahora, o no se han percatado aún, conviene recordar que las referencias empresariales, en la magistratura y en la abogacía, de Jordi Pujol, han acabado -las tres- en la cárcel.
Javier de la Rosa, durante años empresario de referencia de Pujol, premiado y presentado como modelo a seguir por todos los empresarios catalanes que sintieran a la vez la patria y la pasta, acabó encarcelado por delincuente. Ahora ha aportado información sobre Pujol que quizás algún juez debería releer.
Joan Piqué Vidal, que fue el abogado de Jordi Pujol en el caso Banca Catalana -del que han venido estos lodos-, fue también encarcelado en su día. Encarcelado por trapichear con el juez Pascual Estevill, magistrado de referencia de Pujol. El mecanismo consistía en que los empresarios a los que investigaba Estevill, eran extorsionados por el propio juez y liberados a cambio de pagar suculentas mordidas que se repartían a pachas Estivill y Piqué Vidal.
Estivill acabó también en la cárcel, después de haber sido enviado por CIU al Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) en 1994 y durar dos años en el cargo.
Por completar la alineación, algún juez recién descansado podría vincular o establecer alguna conexión, si quiera sintomática, entre la actuación de Jordi Pujol, de Marta Ferrusola y de sus aplicados hijos, con la evidencia de que la Agencia Tributaria ha establecido en 35,9 millones de euros el fraude cometido por esos saqueadores del Oasis, confesos y a la espera de ser convictos, conocidos como Millet y Montull, Hernández y Fernández de la corrupción catalana.
Está ya acreditado que de ese mangazo de casi 40 millones de euros, 5,9 fueron a parar a las arcas de Convergencia Democrática de Cataluña (CDC), en concepto de comisión del 4% pagado por la empresa constructora Ferrovial al partido de Pujol a cambio de las obras públicas adjudicadas por el Gobierno de CIU al gigante constructor, siempre presente en todas las listas.
Para que algún fiscal o juez venza el consabido síndrome postvacacional, es bueno que recuerden que el que fue tesorero de CDC en tiempos de Pujol, Daniel Osàcar, esta hoy procesado y que piden para él siete años de cárcel por el caso Palau –financiación ilegal del partido de Pujol-.
Osàcar, la patria bien entendida, está acusado de tener además una cuenta con 1,3 millones de euros en Suiza. ¿Ve el lector concomitancias con el modelo Gürtel/Bárcenas/PP? Si no las ve, que sepa que Montull era el hombre de las FAES en Cataluña.
Sepultados ante tanta realidad, y sin el bálsamo reparador que antes ofrecía el foro ético que era Centre d’Estudis Jordi Pujol, no me extraña que la gente se dé al escrache ante la vivienda enrejada de Pujol.