Treinta y cuatro años confesos eludiendo responsabilidades fiscales. Del hilo asomado por el ex presidente de catalana, Jordi Pujol, salen pesados fardos de podredumbre. Una familia actuando como en aquellos virreinatos de las Indias en los que lo normal era pagar peaje al poderoso a cambio de protección o prebendas. Algunas informaciones hablan hasta de mansiones de más de un millón de euros simplemente como regalo, contrapartida supuesta de contrato público.
Es literalmente imposible que los sucesivos gobiernos y oposiciones, los ministros de Hacienda e inspectores de las Agencias tributarias, los vecinos de los susodichos incluso, no advirtieran nada. No cuela. De hecho Hervè Falciani, el “delator” del HSBC, informó y documentó al gobierno de Rajoy en enero de 2013 que Pujol figuraba en su lista de defraudadores españoles. Ha pasado año y medio desde entonces. Nueve años desde que el socialista Pasqual Maragall pronunciara una comprometedora frase -en alusión, se dijo, a contratación de obra pública- extensiva a toda la coalición de CiU: “Su problema se llama 3%”. Tiempo ha habido de investigar algo. Alguien lo intentó, los fiscales Mena y Jiménez Villarejo. Impresiona leer, en este diario, a Villarejo declarar: “Los fiscales generales del Estado que nombró el PSOE me prohibieron investigar a Pujol”.
¿Por qué nadie ve nada? ¿Por qué callan o mandan callar quienes lo saben? ¿Se puede llegar al punto de conversar con una informante esencial ante micrófonos de una agencia de detectives sin enterarse de ese tema? Los Pujol son una familia, muy numerosa eso sí, pero una, el problema reside en que en el resto del Estado hay muchas más con similar actuación.
Las revelaciones del muy estimat y honorable Pujol coincidían con el fin de la investigación del Caso Gürtel. Aquella que iniciara el oportunamente defenestrado –oh casualidad- Baltasar Garzón y concluye Ruz. ¿Y que dice el auto tras 5 años de trabajos? Muchas cosas, evidentemente. En resumen, que el PP tiene caja B, continuada en el tiempo y textualmente “nutrida de donativos ajenos a la contabilidad oficial y que habría sido destinada al pago de gastos de campañas electorales, el pago de sobresueldos a personas vinculadas al partido o a gastos en beneficio del PP”. Siempre el mismo funcionamiento. Gravísimo. Inaceptable. Por si no fuera poco indicio la imputación de tres tesoreros del PP, tras haberse librado en su día el cuarto, Rosendo Naseiro, cuando el Supremo declaró nulas las escuchas por no haber sido autorizadas judicialmente. No fue absolución, sino nulidad.
Y no pasa nada, los garbanzos negros se arropan. Vemos comparecer a Rajoy con su cara de titanio y su verbo ramplón para seguir mintiendo y tergiversando los datos como si no hubiera mañana y no tuviera ya tiempo de mentir cuanto se había propuesto. ¿A alguien le extraña que el presidente o cualquier miembro de un partido así, mienta? Si les escuchamos hasta sobornar en cintas grabadas -aunque no las valore la justicia-, sacando pecho ¿de qué más desfachatez se puede hacer gala?
España está atravesada de corrupción, a todos los niveles y en todo su trazado prácticamente. Los caciquismo y las redes clientelares campan -con distintas intensidades- de punta a punta del territorio. Algunas actuaciones judiciales serias están atajando los delitos cometidos pero mínimamente para la envergadura del desastre al que nos enfrentamos. La lacra ha llegado a impregnar hasta a la familia del Rey y Jefe del Estado. ¿Qué decir también de las curiosas actuaciones de la judicatura o la fiscalía? O del periodismo. ¿Qué país se sostendría de esta manera?
La corrupción no viene sola. Esta gente roba porque tiene en su mano el poder de suscribir contratos e incluso de hacer leyes para silenciar protestas. Los estudios sobre el tema nos hablan de que el corrupto causa un destrozo enorme para el beneficio real que obtiene. Gana mucho, sin duda, pero casi sería preferible –entiéndase como amarga metáfora- oficializar las técnicas mafiosas y pagarles el pizzo o la mordida directamente, que afrontar el daño que hacen para obtenerla. En Latinoamérica, calculan que para pillar 100 hay que destruir 1000, como poco.
Un ejemplo muy gráfico lo encontramos en Castilla-La Mancha. Estos son los hechos sin entrar en responsabilidades: Bárcenas presentó dos recibos firmados por el gerente del PP en por valor conjunto de 200.000 euros. Eran reales, el gerente dijo que Bárcenas le conminó a estampar su firma, sin que él hubiera recibido el dinero. Ahora bien, la empresa de la presunta donación, Sacyr (vieja amiga de cuanto se construye en España, incluidas autopistas deficitarias), tenía a través de una sus filiales el contrato de basuras de la ciudad de Toledo. Ascendía a 6 millones de euros, que pasaron a ser 17 millones muy poco después de esas entregas que dice el PP no existieron. 11 millones más. Puede que la basura creciera en Toledo como llovida del cielo. Igual debe suceder en España entera.
Porque ni siquiera se trata de evaluar un caso concreto, pendiente de investigación, es la mecánica y lo que todo esto implica. Reparemos, sin más, en las mejoras de los contratos que se incrementan cuando -presuntamente- entra en Caja B un donativo. Contratos públicos, que quedan para el debe del Estado, y que pueden llegan a engrosar Ese escandaloso 97%, por ejemplo, al que en tiempo récord ha llegado Rajoy, el mismo que presume de recuperación. Luego hay que devolverlo; nosotros, los contribuyentes. Con intereses. Y pasa “lo de Argentina” que le compran la deuda negociada unos fondos buitre y piden por ella un astronómico porcentaje muy superior a su valor de adquisición. Y llegan los voceros del poder a contarnos que “las deudas hay que pagarlas”. ¿Todas las deudas? ¿Las que se suscriben, tras -casualmente, sin relación- recibir unos dineros para sobresueldos en ?
Estamos saturados de tanto detritus pero debemos ser muy conscientes de que sobre esas bases se asienta nuestra vida, nuestro presente, el futuro de todos. Sobre una masa en descomposición que pudre las raíces de la ética. También de la social por tolerarlo. Las personas que se consuelan con el “todos roban” son cómplices de esta situación que nos hunde como sociedad. Cada vez son más quienes lo saben y tienen la certeza de que es posible afrontar la tarea. Más aún, es ineludible. Nada sano y vigoroso puede crecer ahí, ni hoy ni nunca hasta que no se limpie. La corrupción es la madre de todos nuestros problemas.