Grave error estratégico del equipo municipal del Ayuntamiento de Barcelona al anunciar a bombo y platillo que a partir de ahora la ciudad se iba a abastecer de energía limpia. Es falso.
Barcelona Energía, la nueva comercializadora pública creada por el consistorio, se nutre realmente -y hasta en un 90%- de la electricidad que genera la planta incineradora de residuos de Sant Adrià de Besòs, municipio lindante a la capital catalana.
De los 200 gigawatios hora (GW/h) de electricidad que Barcelona Energía suministra ahora a la ciudad, 180 provienen de dicha incineradora, propiedad de TERSA. Del resto, la mayor parte (18 GW/h) proceden de la planta de biogas del antiguo vertedero de Garraf ahora clausurado, que también es de TERSA.
En realidad, tan solo una centésima parte (2 GW/h) de la oferta de abastecimiento eléctrico de la nueva comercializadora proviene de la energía renovable que produce la red de pérgolas fotovoltaicas municipales.
Así pues, Barcelona se está abasteciendo actualmente de energía sucia procedente de la quema de basuras y no de energía limpia, tal como se afanan en reprochar a la alcaldesa Ada Colau organizaciones como Ecologistas en Acción, la propia Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB) y otra veintena de organizaciones medioambientalistas y vecinales que ya han empezado a manifestarse por las calles de la ciudad contra lo que consideran un engaño.
Las incineradoras de basura, a las que sus impulsores denominan plantas de valorización energética, no son una solución ambientalmente responsable a la gestión de los residuos sólidos urbanos.
A pesar de que Alemania y los países escandinavos “convencieron” a las autoridades europeas de que llevar los residuos en la incineradora era una forma más de reciclaje, el nuevo paquete de economía circular impulsado por la Comisión Europea y aprobado por el europarlamento deja muy claro que la incineración no es la solución.
Bruselas ha retirado las subvenciones a este tipo de equipamientos exigiendo a los países que basaban en ellos su gestión de los residuos urbanos que impulsen de una vez por todas el reciclaje y promuevan medidas de reducción y reutilización más eficaces para avanzar hacia el residuo cero.
La campaña internacional contra la incineración de residuos de Greenpeace deja muy claro por qué la incineración no puede ser considerada como una fuente renovable y limpia de energía, ni mucho menos una solución circular al problema de las basuras.
Según Greenpeace, el ahorro de energía que genera la recogida selectiva y el reciclaje de los residuos que generamos en el hogar es muy superior a la energía que produce su quema en una inicineradora.
La quema de residuos en la incineradora genera un volumen de cenizas tóxicas equivalente a la cuarta parte del peso total de los materiales que se han incinerado. Unos residuos que deben ser trasladados a una planta de tratamiento especial, generando un problema incluso peor que el que teníamos al principio.
Además, como nos recuerdan desde la organización ecologista, más allá de las altas cantidades de CO2 que agrava el cambio climático, más allá incluso de los óxidos de nitrógeno, cloruro de hidrógeno o dióxido de azufre que provocan las lluvias ácidas que siguen asolando los bosques europeos, éstas instalaciones emiten a la atmósfera algunos Contaminantes Orgánicos Persistentes (COPs) tan peligrosos como las dioxinas o los furanos: dos sustancias declaradas cancerígenas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) e incluidas en el Convenio de Estocolmo contra el aumento de los COPs.
No señora Colau, la incineración de basuras no es una fuente de energía limpia y renovable, sino todo lo contrario. De hecho no es energía verde señora alcaldesa: es energía negra.