El PP amenaza con querellarse contra el aire. Quiere llevar ante el juez a la ley de la gravedad, responsable de que le caigan encima ahora las prácticas corruptas de más de veinte años.
El PP está dispuesto a esposar a todos aquellos que cuenten, expliquen o debatan sobre lo evidente: que han cobrado de empresas de la construcción, que han dado dinero bajo cuerda a sus dirigentes, que los tesoreros del PP son multimillonarios; que a Fabra le toca la lotería, incluso en los número que no juega.
Todo es una conspiración, más o menos judeo-masónica, más o menos marxista, más o menos internacional. Pero una conspiración de tomo y lomo. ¿A quién se le ocurre que alguien que haya sido gerente y tesorero del PP durante más de veinte años, tenga algo que ver con el PP? Conspiración.
Ya lo dijo Franco, a cuyas cacerías podrían asistir gentes vestidas como Bárcenas y su esposa. Todo es una conspiración que si a nosotros nos honra, a ellos les envilece, decía el dictador en aquellas concentraciones de la Plaza de Oriente, tan bien organizadas como para que siempre hubiera un millón de personas.
Ahora estamos en la conspiración, en mandar ante el juez a los que cuenten que existía una estructura corrupta, profunda, sistemática, sostenida en el tiempo.
Han desplegado los del PP en su defensa la fórmula de las dos negaciones que afirman –“no se podrá demostrar que no es inocente”, dijo Rajoy de Bárcenas-; las frases cuanto más solemnes menos creíbles –las de Rajoy, Cospedal, Floriano y Pons-; los líos verbales de Rajoy, que habla en borrador, como los que tienen culpa, y consigue que baje la bolsa y suba la prima cuando suelta sus patéticas exculpaciones.
La temperatura del país es devastadora, de bochorno. El rechazo al Gobierno y al PP, a los partidos en general; la impugnación de la monarquía, la irritación contra cajas y bancos que han estafado y abusado de la confianza de miles de personas esta instalada en la población.
Vivimos un estado de indignación, llena de ira, que afecta a millones de ciudadanos.
La conjunción de crisis brutal, corrupción sangrante, angustia de miles de familias, personas en penuria y sin perspectivas, agita una coctelera a la que parece faltarle solo una chispa para que esto reviente.
Bárcenas declarará, por fin, ante la justicia, pero este país no puede seguir en manos de alguien que ha demostrado tamaña doble moral y semejante falta de estatura política. Tanto que han cacareado con la marca España, la imagen que da el Gobierno, dentro y fuera de España, resulta abrasiva para nuestra autoestima y para como nos ven los otros. España no tiene credibilidad.
Rajoy se tiene que ir.