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Las raíces históricas y actuales de la guerra de Yemen

Milicianos huzíes en Saná, Yemen.

Patricia Almarcegui

Yemen es el país árabe más pobre. Según cuenta Ptolomeo, fue fértil, húmedo y rico hace muchos siglos. Desde allí llegaba incienso, mirra, oro, marfil y seda. En el siglo VIII, el Reino de Saba, con capital en Marib, alcanzó un gran poder debido a su emplazamiento geográfico entre la India y el Mediterráneo, lo que le permitió hacerse con el monopolio del tráfico de especias.

Actualmente, acaba de declararse un alto al fuego de la Guerra Civil que comenzó en 2014. Sin embargo, el conflicto armado ha retomado fuerza con un aumento considerable de víctimas entre los civiles en las últimas semanas. Según Naciones Unidas, han muerto alrededor de 1.400 personas desde que comenzó la guerra, la mayor parte, civiles. Otras fuentes hablan de 6.300 muertos y un 10% de desplazados de los 26 millones de habitantes.

Y antes: ¿cuántas guerras civiles se han librado en el Yemen durante el siglo XX y cuántas muertes han provocado? La Guerra Civil del 2014 no ha surgido de pronto. No es consecuencia de la toma de la capital, Saná, por los huzíes, ni de las revoluciones árabes. Entender la situación actual del conflicto y lo que lo ha generado implica una enorme dificultad. Y del Yemen, desgraciadamente, se sabe muy poco; mejor, interesa muy poco.  

La no resolución y nefasta gestión de los conflictos armados y tribales, y las injerencias históricas de países como Egipto, Arabia Saudí y Gran Bretaña, sobre todo, han creado un mapa muy complicado. En 1990, se unificó la República Árabe de Yemen o Yemen del Norte con la República Popular de Yemen o Yemen del Sur.

Yemen del Norte alcanzó la independencia en 1918 con la partición del Imperio otomano y fue objeto después del dominio de nacionalistas (defendidos por Arabia Saudí) y republicanos (defendidos por el Egipto de Naser). Yemen del Sur formó parte del protectorado británico hasta 1967 y se constituyó como el único Estado árabe comunista a partir de 1969.

En los años 70, se agudizaron los enfrentamientos entre los dos estados, lo que generó dos guerras civiles en 1972 y 1979. La caída de la Unión Soviética aceleró la unión de los dos en 1990. Sin embargo, la convivencia no fue fácil y dio lugar a una nueva guerra civil en 1994 en la que el norte impuso su hegemonía.  

Con motivo de las revoluciones árabes, los yemeníes se rebelaron contra el régimen corrupto del presidente Ali Abdullah Saleh a través de manifestaciones pacíficas reprimidas violentamente por el gobierno. La transición democrática prometida no se consiguió y continuaron las protestas. En 2012, se destituyó a Saleh y asumió la presidencia Abd Rabbuh Mansur al-Hadi tras un referéndum. Yemen se fue debilitando aún más económica y socialmente.

En este contexto, los rebeldes huzíes conquistaron la capital de Saná en medio de las protestas de la población contra el alza de la gasolina. En el 2015, disolvieron el Parlamento y Hadi se vio obligado a renunciar a su cargo, aunque más tarde logró huir a Adén y revocó su renuncia. Los separatistas del sur y las fuerzas leales a Hadi, con sede en Adén, se enfrentaron con los huzíes, leales a Saleh. Así empezó la última Guerra Civil.

Los huzíes son chiíes de la minoría zaydí, rama del islam surgida en el siglo VIII. Forman un movimiento religioso, tienen una facción armada y constituyen un movimiento social. Su importancia en Yemen es grande pues, debido a dicha rama, son seguidos por un tercio de los habitantes.

En el país ha imperado desde siempre una estructura tribal, sobre todo en el norte, donde se encuentran las dos tribus más importantes, zaydíes. Miles de personas siguen respetando la opinión de los jeques o jefes de las tribus, quienes pueden llegar a legitimar o no opciones de gobierno. Como fue el caso de Saleh (también zaydí), quien fue respaldado por los huzíes cuando fue elegido presidente de la República Árabe del Yemen en los años 70. La idea de un Estado central es reciente y ajena al cuerpo político y social del país.

La politización de los huzíes se produjo como consecuencia de la invasión estadounidense de Irak en 2003. Su líder, Husein al Huthi, fomentó el sentimiento antinorteamericano y lanzó una revuelta armada contra el presidente Saleh, quien apoyaba a Washington. Saleh libró seis guerras contra los huzíes hasta el año 2010.

Al objetivo inicial de defender los derechos de la minoría zaydí y la creciente predicación de los suníes, se sumaron venganzas tribales, e intereses económicos por el control del contrabando y el tráfico de personas con Arabia Saudí. Las revoluciones árabes abrieron el camino para trasladar las reclamaciones de los huzíes a la capital, que tomaron fácilmente debido al malestar de los habitantes contra la corrupción y la supresión de los subsidios a los carburantes.

En marzo del 2015, tras la toma de los huzíes de las ciudades de Taiz y Moka y la huida de Hadi del país, una coalición internacional guiada por Arabia Saudí lanzó operaciones militares aéreas para restaurar el gobierno de Hadi. Los Estados Unidos prestaron su apoyo logístico para la campaña. De nuevo Arabia Saudí intervenía en los conflictos de Oriente apoyada por EEUU.

Arabia Saudí se halla actualmente en un estado de gran vulnerabilidad. Debe resolver varios problemas internos y externos. Entre ellos, mantener sus fronteras y su unidad. Así intenta abolir diferencias regionales, como la de la región de Jizan-Asir-Najran, limítrofe con Yemen, que pasó a manos saudíes en 1900 y ahora intenta de nuevo formar parte del Yemen. A ello se suman, las medidas fiscales que se fijarán para contrarrestar el hundimiento del precio del petróleo en un contexto de pobreza y paro. Además, está la rivalidad con Irán, más cercana a un enfrentamiento geopolítico que a uno sectario y religioso entre suníes y chiíes.

Ambos países compiten por la influencia regional en el Golfo Pérsico en concreto y Oriente Medio en general, y utilizan los conflictos de los estados Árabes, Yemen y Siria sobre todo, para potenciar su influencia en la región.

Human Rights Watch ha estado en los lugares de los bombardeos desde que comenzó la campaña aérea de los saudíes y han encontrado restos de sistemas y bombas fabricadas en EEUU, ahora mismo, el suministrador central de armas de Arabia Saudí y de los otros países del Golfo. Probablemente, matar a un centenar de personas con una bomba porque están cerca de un grupo de combatientes debería ser considerado un crimen de guerra y ser investigado.

¿A quiénes benefician esta ofensiva? Aparentemente, Al Qaeda e ISIS. Otro Estado fallido del que se benefician grupos terroristas. Obama presentó hace unos meses el caso del Yemen como un ejemplo de lo que pretendía hacer en Oriente Medio para luchar contra el ISIS: colaborar con gobiernos sin necesidad de usar fuerzas norteamericanas de tierra.

En resumen, no se asiste a un conflicto único. El malestar proviene del mosaico de luchas por los poderes regionales, locales e internacionales, consecuencia, tanto de acontecimientos recientes, como del pasado. Quizás porque ni Emiratos Árabes ni Arabia Saudí son responsables de construir el Yemen moderno, la tarea sigue perteneciendo a los yemeníes.

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