Raimon: quien ha sentido la libertad tiene más fuerzas para vivir

Verán, probablemente habría que hablar de un fiscal jefe Anticorrupción que añade a su pesado baúl una sociedad en el paraíso libre de impuestos de Panamá. De Rajoy, obligado a ir a declarar en persona a la Audiencia Nacional por la Gürtel y cuantas previsiones suscita. De la estabilidad que la amplia derecha dice sentir al ver bendecidos los presupuestos del PP. Del aterrador saqueo e injusticia que se esconde tras esa palabra, estabilidad, que solo contenta a los beneficiarios del sistema. Del oxígeno que se brinda a la anomalía que nos gobierna. De la compraventa de favores personales y de partido a los que llaman política. De los atajos ideológicos para lograr un botín que no es un derecho. De las trampas, eso es una constante. Hay tiempo. O formas. Porque la historia se puede contemplar desde otra atalaya: la que es y la que pudo ser.

Imaginen el salón de actos de una Facultad, la de Medicina en la Universidad de Zaragoza. Aquel edificio flanqueado por un maestro de la lógica, el turolense Andrés Piquer, o por un portento de la ciencia que fue el oscense Miguel Servet. Dentro, en vida de Franco, una multitud de jóvenes nos disponíamos a escuchar a un cantautor valenciano: Raimon, puntal de la Nova Canço catalana. No había resquicio ni para sentarse, ni para andar. Repartieron hojas multicopiadas con las canciones traducidas. Y, no sé cómo, terminamos todos coreando en un grito liberador: “No, jo dic no, diguem no. Nosaltres no som d'eixe món”. Porque, en efecto, habíamos visto el miedo y la sangre ser ley del mundo; y el hambre, el pan de los trabajadores. Y sentíamos que había llegado la hora de situarse ante un país que no habíamos hecho pero ante un tiempo que sería nuestro, para cantar las esperanzas y llorar la poca fe.

Creo recordar que los organizadores –en cabeza Plácido Serrano, de la combativa emisora entonces de la COPE en Zaragoza–, acabaron en el cuartelillo, pero aquella semilla había prendido. Tiempo después Raimon recordaría otro recital –no se llamaban entonces conciertos– en Madrid que reprodujo aquella sensación, 18 de mayo a la Villa : “Por unas cuantas horas nos sentimos libres y, quien ha sentido la libertad, tiene más fuerzas para vivir”. Sobre todo tiene más querencia por ella y más afán por no perderla.

Aprendí a entender catalán con las letras de Raimon, aprendí sus canciones de memoria. Ahí siguen intactas frase a frase. Sin problemas de inexistentes fronteras, ni físicas, ni lingüísticas. Barcelona, donde residía Raimon y casi todos los compañeros de la Nova Canço, era entonces un prodigio de modernidad, un foco cultural de primer orden, una capital de la Europa que se nos vedaba por tragar al maldito dictador. Los nacionalismos, todos, no digamos los grandes de tierra extensa y prieta, suelen ser reductores. Y aquella etapa mágica se diluyó en parte.

Pero hemos llegado al esperpento con el montaje actual que quiere convertir en el problema mayor de España que Catalunya haga un referéndum para opinar sobre su futuro. Órdagos secesionistas, Desafíos soberanistas, gruesas expresiones pueblan una prensa que parece haber vuelto al monocorde blanco y negro. Es como asistir a una partida de tute, ese juego tan español. Una escenificación para la galería.

La vicepresidenta del Gobierno del PP –del nacionalismo español, para entendernos–, dice que “Puigdemont quiere hacer un referéndum en lugar de escuchar a los catalanes”. Sin inmutarse. Solo el 1,4% cita en los barómetros del CIS, la independencia de Catalunya como problema, con ligeras oscilaciones por mucho que lo pregunten mes tras mes, año tras año. He llegado a la conclusión de que están todos en los partidos y medios conservadores y ultraconservadores, de otro modo no se comprende la bulla que meten.

Un gran tipo Raimon. Hombre discreto, tenaz y valiente, nos fue acompañando a lo largo de la vida. Levantándonos en vilo por su autenticidad en los tiempos de las esperanzas y los ideales compartidos. Aquel chico que dejó a su madre en Xàtiva, en el carrer Blanc, y a hermanos y amigos que, como su madre, esperaban que él volviera como siempre, eligió su camino. Raimon sintió que debía salir a contar palabras y hechos que nos hacen ser hombres entre los hombres. Humanos entre los humanos en la lucha contra todas las miserias, morales sobre todo, que nos lo impiden.  

“Le he conocido siempre igual”, como él cantaba de otras personas con peso, sobre el escenario y fuera de él. Se retira después de 50 años en la brecha. Es de justicia decirle cuánto significó para una generación que soñaba con la libertad y descubrió que era posible tenerla. Y que entendió que tampoco es una utopía aspirar siquiera a los elementos de la justicia básica, el pan, el respeto, los derechos, la cura del dolor, la educación, la cultura. La decencia.

Para volver ahora a esta barbarie. A la corrupción y el fango, las mentiras, los intereses, por miserables pagos, platos de lentejas podridas. Escribiendo de Raimon, de aquel proyecto, de aquel empeño, actitud esencial que nació bajo el palio del dictador, y no terminamos de erradicar, se habla y se explica lo que ocurre ahora mismo. PP y Ciudadanos, la derecha española más rancia con su esqueje nacido para apoyarle, el PSOE que no encuentra su norte, quieren dar carpetazo a la investigación parlamentaria de la policía política con solo dos comparecencias. ¿Política? Están avalando las cloacas de interior. Las cloacas del Estado que hoy revientan de escándalo en Justicia. Esto sí que es un órdago y un desafío a la democracia. Todo estaba allí y los que nunca se enteran de nada ayudan a que permanezca.

Hay otras formas de vivir. Las esperanzas perdidas fueron muchas, son, a pesar de los logros, de no sentir vergüenza por la trayectoria como deben, tienen que, sentir otros. “A golpes se hace la vida, a golpes de fe perdida”. Lo que pasó, dolió, y no era nada. La luz que alumbra las metas permanece aunque a veces se ensombrezca. La amplitud de miras se quedó para siempre. 

Muchas personas han comentado también cuánto les influyó Raimon. Y basta retomar las ideas, los sueños, para saber que era lo que había que hacer. Volver a oír las palabras que nos hermanan para reconocernos en la distancia y seguir diciendo que para esta basura que han montado no, no cuenten con nosotros. Pero sigue habiendo un mundo mejor por hacer.

Tiene Raimon una frase en su primer disco que fue como el carpe diem local: “Vivir como si nada fuera eterno, nada más este momento –la tarde, el cielo– quizás esto sea la vida”. No es mal consejo, momento tras momento se hace cada uno y la historia de los pueblos.