Recapitulación provisional

La preferencia del PSOE por no constituir un Gobierno del coalición con Unidas Podemos y proponer una solución “a la portuguesa” o un Gobierno “de cooperación” ha descansado en dos argumentos:

1º. Con Unidas Podemos no se tiene mayoría absoluta y, en consecuencia, es necesario el concurso de otras fuerzas políticas para formar gobierno, concurso que, en opinión del PSOE, sería más fácilmente alcanzable sin que Unidas Podemos formara parte del mismo.

2º. Con Unidas Podemos sería imposible la formación de un Gobierno para el que no fuera imprescindible la contribución del nacionalismo catalán, ERC, aunque fuera bajo la forma de abstención. Para constituir un Gobierno no contaminado por el nacionalismo catalán, no hay otra fórmula que la abstención del PP y/o Ciudadanos. Y dicha abstención es imposible con Unidas Podemos en el Gobierno.

La consistencia de ambos argumentos ha quedado desmentida de manera rotunda en estas últimas semanas. La del primero en el propio debate de la sesión de investidura, en el que todos los partidos, PNV, ERC, Compromís..., dejaron claro que, para contar con su voto, era imprescindible que el PSOE cerrara previamente un acuerdo con Unidas Podemos. Sin dicho acuerdo, nadie se mostró dispuesto a apoyar la investidura de Pedro Sánchez. Un Gobierno con Unidas Podemos no solamente no era el obstáculo, sino que era la condición sine qua non de la investidura.

La del segundo, la ha desmentido la contrapropuesta del PP, especialmente tras la investidura de Isabel Díaz Ayuso como presidenta de la Comunidad de Madrid. Si el PSOE no es capaz de formar gobierno por no entenderse con Unidas Podemos, Pedro Sánchez debe renunciar a hacerlo y permitir que el PP lo haga con la abstención del PSOE. Los 147 escaños con los que las derechas cuentan son más que los 123/4 con los que cuenta el PSOE. Y esos 147 escaños sí están disponibles. Si de lo que se trata es de evitar el concurso del nacionalismo catalán, más legitimidad tienen 147 escaños que 123/4 para exigir la abstención. Únicamente con los 42 escaños de Unidas Podemos tendría el PSOE más legitimidad democrática que el PP para exigir la abstención. Sin ellos, no la tiene.

Por “activa” o por “pasiva”, no hay posibilidad de formar gobierno sin el concurso de Unidas Podemos, que no es “socio preferente”, sino “socio indispensable”. Para el PSOE formar gobierno con Unidas Podemos no es una opción, sino una necesidad. Se lo han dicho de todas las maneras posibles tanto quienes pueden apoyarlo en la investidura como quienes no están dispuesto a hacerlo de ninguna de las maneras.

Esta condición de “socio indispensable” no cambia por mucho que se dialogue con la “sociedad civil”. La sociedad civil no vota en el Congreso de los Diputados. La “sociedad civil” votó el 28 de abril y lo hizo en los términos que lo hizo, que a Pedro Sánchez le pueden haber gustado más o menos, pero que son los que son. Y con el resultado de ese ejercicio del derecho de sufragio tiene que constituir Gobierno. Podrá confiar más o confiar menos en quien tiene que ser su socio, pero, como no tiene alternativa, tiene que entenderse con él.

Y tiene que entenderse ya, sin esperar al día 23 de septiembre. Tengo la impresión de que el tiempo político se va a acelerar, si es que no se está acelerando ya, de manera extraordinaria, como consecuencia de que un Gobierno en funciones no puede dar respuesta a problemas urgentes, pendientes desde hace mucho tiempo y cuya solución está comprometida, pero no puede ser ejecutada. Las señales de alarma que emiten las Comunidades Autónomas, los pensionistas, la comunidad educativa y sanitaria etcétera están sonando con intensidad en la primera quincena de agosto. En la segunda y en los primeros días de septiembre el ruido puede ser ensordecedor. Para el 23 de septiembre no es descartable que la sociedad española haya pasado la página Pedro Sánchez.