¿Reconstruir el feminismo o apropiárselo?
No es fácil ser ministra de Igualdad y, mucho menos, la sucesora de Irene Montero en este cargo. Por eso Ana Redondo gozó, desde su nombramiento, de la solidaridad que siento ante cualquier ser humano al que le encargan un marrón. Sé que ella sabe que se ha hecho con esta cartera radioactiva más por su perfil bajo y su falta de currículo digital que por su experiencia en políticas de igualdad o su conocimiento del movimiento feminista. Eso no me pareció ni positivo ni negativo para la agenda que su ministerio debe desarrollar en esta legislatura. Hay muchas tareas pendientes: detener la curva ascendente de asesinatos machistas, impulsar la conciencia social sobre las distintas caras de la violencia, implantar las nuevas políticas públicas de igualdad, mejorar la coordinación con las autonomías y ejecutar de las leyes que aprobó el anterior Gobierno de coalición son algunas de ellas, sin meternos en el pantanoso terreno legislativo, con la posible aprobación de leyes sobre prostitución, trata o consumo de la pornografía en menores.
Como sé todo lo que queda por hacer, cuando leí el titular de la entrevista que la ministra Ana Redondo ha concedido a El País se me encendió la alarma que llevo de serie por ser mujer, feminista y progresista. “Mi compromiso es reconstruir y recomponer el movimiento feminista”, decía. Ahí es nada, pensé yo. Es como si te dan la cartera de Agricultura o Transición Ecológica y declaras que tu objetivo es conseguir que llueva donde y cuando se necesite. El feminismo no depende ni puede estar tutelado por este u otro Gobierno, y tampoco es un trofeo en manos de un partido político. La capacidad de debatir, con los adversarios y dentro del propio movimiento, es consustancial al feminismo y una de las razones de su potencia y de su riqueza. No tiene una ortodoxia, y la discrepancias sobre lo qué es ser mujer, sobre lo trans, sobre pornografía o prostitución, por muy encendidas que sean, ni son nuevas ni tienen capacidad para rasgar el feminismo. Tampoco dan a nadie la potestad para coserlo. Es bueno debatir sobre si la condición femenina ligada al cuerpo, a lo biológico, es la base para desarrollar políticas de igualdad o solo nos condiciona, si existen los famosos cuidados femeninos o son una atadura para las mujeres, cuál es la mejor vía para combatir las violencias machistas asumiendo que no somos moralmente superiores a los hombres, cómo se percibe y cómo tratamos a las víctimas, cómo hablamos, hombres y mujeres, sobre consentimiento y la diferencia entre el sexo consentido y el sexo deseado. El feminismo necesita el debate, aceptar las diferentes corrientes y no negar los disensos. Y jamás puede estar sometido a la lógica de la disciplina de partido.
Cuando Ana Redondo dice que quiere recomponer el movimiento feminista, yo oigo que quiere podarlo de todo lo que molesta al 44% de los hombres, especialmente a los amigos de Pedro Sánchez. Zanjar el debate por la vía de negarlo, y marcar unas líneas sensatas de las que no podemos salirnos a riesgo de que nos tachen de ocurrentes, locas o sectarias. La historia del feminismo español reciente no se entiende sin la hegemonía que ha tenido el pensamiento de las intelectuales cercanas al Partido Socialista hasta la llegada de Podemos y la pugna política posterior por liderar un movimiento tan poderoso. Eso no puede arrastrarnos, pero tampoco nuestra propia complacencia ni las derivas que a veces tienen las posturas esencialistas o el uso perverso de reivindicaciones como el MeToo. Por eso son tan necesarios la escucha y el debate internos.
Eso no significa que el feminismo esté roto ni que necesite que la ministra de Igualdad lo recomponga. Lo que realmente necesitamos de Ana Redondo es que, por ejemplo, ponga en marcha los centros de crisis 24 horas para víctimas de violencia sexual, que impulse el protocolo en los hospitales para la detección, valoración e intervención de las agresiones, que garantice que las víctimas reciban una atención física, psicológica y social rápida, respetuosa y eficaz. Que haga todo lo que esté en su mano para que las cifras de asesinatos y violencias machistas dejen de crecer. Que se oponga a los obstáculos y retrocesos en la lucha contra la violencia machista de las autonomías en las que el Partido Popular gobierna con la ultraderecha. Todo eso está dentro de su ámbito de competencias. No lo está, ni debe estarlo, reconstruir el movimiento feminista.
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