España alcanza por primera vez los 21,6 millones de ocupados, la tasa más alta de empleados de su historia. La de paro desciende al 11,27%, su nivel más bajo desde 2008. El número de desempleados baja hasta los 2,75 millones de personas. Todo ello, según la Encuesta de Población Activa del segundo trimestre. El sueldo medio creció en 2023 un 4,7% hasta los 26.556 euros. Este año los salarios han seguido recuperando poder adquisitivo. Datos en este caso de la Encuesta Anual del Coste laboral.
Son cifras lo suficientemente relevantes como para que estas noticias ocuparan un lugar destacado en la información. Estamos tan hartos de malas noticias que ver caminos en la buena dirección, aunque siempre falta por hacer más, daría a los ciudadanos una imagen más completa de la realidad. Tampoco ayuda trabajar entre zancadillas desde el aquel día de 2018 en que se formó el primer Gobierno Sánchez.
Pero se ve que hay millones de personas a las que las “cosas de comer” y vivir les importan mucho menos que las de odiar y destruir. Cuentan con la inestimable ayuda de la manipulación informativa, nacida de intereses políticos y económicos. No me digan que es normal la intensa animadversión que manifiestan multitud de pobladores de este país por el gobierno actual y su presidente en particular. Pero ya ven los “paneles” ad hoc que siembran. Con curiosa foto editorializada, por cierto.
Las grandes cifras del paro, herencia de la crisis del capitalismo de 2008, las redujo el Gobierno de Mariano Rajoy implantando una histórica Reforma Laboral que precarizó no solo los sueldos, sino el trabajo en sí: las condiciones laborales. Pedro Sánchez recibe en sus inicios 3.490.100 parados. La labor hecha, con una pandemia de por medio, y una guerra a muerte que sigue creciendo en virulencia, es notable. Porque ni siquiera son las únicas cifras económicas que funcionan.
El resto ya tiene partes delirantes. El ministro Bolaños declara “un gran día para la justicia y la separación de poderes” el acuerdo con el PP para el nuevo CGPJ renovado por fin casi seis años después de cuando debió hacerse. No es serio. Porque no es verdad. Y cada día aumenta el pitorreo. La amante más sonada del rey Juan Carlos, Barbara Rey, aparece en un programa Prime Time de TVE con una pulserita rojigualda pidiendo “Gobierno dimisión”. En un gesto muy aplaudido por las pocilgas mediáticas. Realmente los detractores de Sánchez son de nota.
La justicia “a demanda” de servicios políticos, el Supremo cambiando su propia sentencia para afirmar –ahora, siete años después– que el procés fue un golpe de Estado. Puigdemont con Junts votando en contra de los Objtivos de Estabilidad, en una decisión que también perjudica a Catalunya, e iniciando idilio con Feijóo porque los dos viven el mismo caso de no tener votos suficientes para formar gobierno pero insistir en hacerlo, cargándose lo que haga falta por el camino. ¿Puigdemont le dará el Gobierno a Feijóo? ¿A qué precio?
De momento, Feijóo sigue soñando con la posesión de su Senado. Y monta una reunión del PP donde simula tener un papel que no tiene desde el sillón de Presidencia del antiguo Salón de Plenos.
Días demasiado calurosos para estas disquisiciones. Esta semana, por cierto, va siendo la más cálida jamás registrada en el planeta, según los datos del observatorio Copernicus (de la UE) que habla de días consecutivos con esa consideración. Hay una epidemia de calor que causa daños a la salud y hasta víctimas mortales. Y es uno de los grandes “termómetros” para captar el estado de madurez intelectual de la sociedad. Porque algo tiene que ser lo que lleva a tantos seres bípedos a obrar en contra de sus propios intereses, incluida su salud y supervivencia.
Los medios, las televisiones sobre todo, nos dan consejos para afrontar la ola de calor. Beber agua, no andar con un polar picando en un jardín al sol a las 3 de la tarde, en fin, lo que mirando el comportamiento de perros o gatos sabríamos si el sentido común no nos asiste. Algunos de los consejos vienen patrocinados.
La cosa es seria. Hay una ola de calor excepcional en gran parte del mundo. En Finlandia, con temperaturas de más de 25º a las que no están acostumbrados y, sobre todo, continuada. Desde el 6 de junio no han bajado. Allí, sí, que por si acaso, por falta de costumbre, aconsejan estas obviedades.
La exposición a las redes sociales nos ha descubierno la cantidad ingente de necios que pululan por el mundo. Esta misma semana un morlaco de un par de metros trataba de convencer a una dependienta de farmacia de que le calor es consecuencia “de lo que nos meten en la atmosfera”, no de los gases efecto invernadero ni nada parecido, sino unos productos destinados a achicharrarnos de forma premeditada, lo mismo que los virus y sobre todo las vacunas. El pack completo. Estos son quienes, libres de todo complejo, están adquiriendo un poder increíble. Trump ha asegurado esta semana que Kamala Harris mata a niños recién nacidos. A Trump le creen millones y le votarán.
La pandemia, el calor, las vacunas… 2020, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, desafía la lógica y apuesta por la libertad de las terrazas, las cervezas y los contagios: consigue el récord de mortalidad de una comunidad en Europa, pero la gente se entera poco o nada, o no quiere creerlo. Desde esta “libertad” rivaliza con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de tú a tú, de un país a una comunidad autónoma, y riega con nuestro dinero, el de nuestros impuestos, a algunos medios que comunican lo que ella quiere, o su valido Miguel Ángel Rodríguez. Cae luego Pablo Casado, calienta Feijóo en la banda de salida que, aun dando múltiples motivos, está siendo más duro de roer de lo que pensaba. Así hemos llegado hasta aquí. A un precio carísimo del que pueden dar cuenta en primer lugar los familiares de los ancianos muertos en las residencias. Y aquí estamos con todas las tropas en los diferentes campos de batalla.
Cifras históricas de empleo y de rebaja del paro, sueldos, pensiones y cesiones insondables también… el odio, los bulos y las malas artes del otro lado. Y este calor que nos mata. Y algún alcalde cortando árboles y echando cemento para que no respire ni la tierra.