Si yo tuviera un capitalito para invertir, lo colocaría sin dudar en la industria del alambre. Ni en la Bolsa, ni en ladrillo ni productos financieros: alambre mondo y lirondo, el hilo metálico de toda la vida. No hace falta estudiar un MBA para adivinar que el mercado del alambre va a vivir sus mejores días en Europa en los próximos tiempos.
La valla húngara contra los refugiados, o las alambradas de Ceuta y Melilla que nunca dejan de reforzarse, son solo el comienzo, un muestrario para que los futuros clientes vayan haciendo sus pedidos. El piadoso Fernández Díaz, que presume de nuestro control de fronteras como si fuese una solución a la crisis de refugiados, tiene buen futuro de comercial del ramo, en cuanto deje el ministerio. Alambrada giratoria, diremos en su caso.
Echen cuentas: el Espacio Schengen tiene 7.721 kilómetros de fronteras terrestres con terceros países. No sé a cuántos campos de fútbol equivalen, pero para que nos hagamos una idea es como ir desde Madrid a Kabul, capital de Afganistán. El ejemplo sirve de paso para que nos hagamos una idea de las distancias que recorren los refugiados en su huida.
Por ahora no hay plan de alambrar esos siete mil y pico kilómetros, pero los fabricantes pueden ir aumentando sus reservas de alambre, porque todo se andará. Si Hungría consigue sellar sus vías de entrada a base de vallas más altas y espinosas, los refugiados buscarán entrada por Eslovenia, vía Croacia. Ya pueden los comerciales correr hacia allá con sus catálogos, que se huele el negocio. Y si Eslovenia construyese su propia valla, los refugiados buscarían otra entrada a Europa, aunque fuese por Finlandia… o por España, y entonces veríamos a nuestro gobierno exigiendo el reparto de refugiados por países, ese reparto que ahora racanea.
¿Qué vendrá después? ¿Acabar con Schengen y recuperar todas las alambradas interiores que desaparecieron hace décadas en Europa? Desde aquí oigo el frotar de manos de los vendedores, que no darán abasto de seguir por ese camino.
Ya sé que es una obviedad, pero algunos gobernantes hacen como que no se enteran: si vienes huyendo de persecución política, bombardeos, ejecuciones o el terror del ISIS (o todo a la vez, en muchos casos), no hay alambrada que te detenga. Tampoco si lo que te empuja es el hambre, la falta de trabajo o el deseo de un futuro para tu familia. Porque no solo es un problema de solicitantes de asilo: Europa, además de un lugar seguro rodeado de países en conflicto, es también una tierra rica que hace frontera terrestre o marítima con mucha miseria. Y no hay alambre suficiente para coser esa brecha.
Y hablando de frontera marítima: cuando terminen de alambrar los 7.721 kilómetros, todavía quedarán otros 42.673 kilómetros de costa. ¿También les daremos una alegría a los fabricantes de patrulleras y sistemas de vigilancia? ¿O vamos pensando otro plan?