Un regalo para Lola
No hay peor astilla que la de la propia madera
Con la misma liberalidad con la que los señores de la Sala Tercera han decidido meterle un rejón a Dolores Delgado en esta semana que para ella debería ser especialmente feliz, puedo yo decidir prodigarle un regalo. Si los magistrados no pecan, no lo haré yo tampoco y, en caso de hacerlo ambos, mi motivo será más afectuoso.
Permítanme primero que me remita a las generales de la ley y les avise de que hace muchos años que la conozco, a ella y a Baltasar Garzón, y de que sí tengo relación con ambos, si bien no me va nada personal en sus avatares profesionales. Un periodista debe ser ante todo honesto y transparente. Lo que no me invalidaría como testigo tampoco lo hace como cronista, si bien deben ustedes saberlo para que ponderen lo que les cuento en función de esa relación amistosa que yo misma reconozco. Voy a romper una lanza por ella porque las persecuciones, sobre todo las de los pares, tienen un aire medieval y porque las bolas de fango no sólo vuelan en la esfera política sino también en los sesudos cónclaves de puñetas.
A Dolores le ofrecieron ser ministra en el Gobierno bonito. Es una mujer bragada, echada p'alante, con redaños e ilusiones. Dijo que sí a lo que siempre le pareció un honor y una oportunidad de servir y así lo dijo desde el primer momento. Hasta entonces no había concitado las iras de nadie, poco sabía de lo que en este país se es capaz. ¿Las iras iban con ella? A priori todavía Sánchez no era el hombre más denostado y entrar en el Gobierno bonito no penalizó ni a Robles ni a Marlaska. ¿Qué pasó con Dolores Delgado? No sé pero pronto empezaron a aparecer titulares que la denominaban “amiga” de Baltasar Garzón y luego “amiga íntima” de Baltasar Garzón y ya sin disimulo “amante” de Baltasar Garzón. Textos que insinuaban que el odiado Garzón –éste sí la bestia negra de la derecha judicial– iba a ejercer de ventrílocuo; porque en este país no hay machismo, lo que hay es mucha mierda.
El machaque fue infame. No un machaque normal, no, uno de primera división. Uno que no se ha repetido con Juan Carlos Campo, ligado históricamente al PSOE y pareja de Batet, que del ministerio se fue a juzgar –¡a juzgar!– sin que le prendieran en la hoguera, salvo un par de referencias desganadas. Uno que no se tuvo con Pilar Llop, la ministra esfinge, que no pecó por nada y que no hizo nada, ni siquiera negociar las huelgas, para lo que envió a su secretario de Estado. Llop, la ministra inane que volverá a la judicatura o a algún puesto después de pasear por el ministerio sin romperlo ni mancharlo. No, era Lola la que molestaba, ¿o era su relación con Garzón la que le puso al mundo de proa desde el principio?
No hay peor astilla que la de la propia madera.
Porque vino entonces la bola de fango de Villarejo. Aquí también entraron al trapo algunos elementos significados dentro de la izquierda dicha verdadera. Lola Delgado fue grabada sin su consentimiento en una comida hace tres lustros con unos mandos policiales que en aquel entonces no estaban sometidos a investigación alguna y que trabajaban habitualmente con la Audiencia Nacional. ¿Y qué le echaban en cara? Uno, que había llamado maricón a Marlaska, cosa que ella niega. He visto un informe que detecta cortes en la grabación, es decir, que lo más probable es que esté manipulada. Dos, que hablaba de unos magistrados y fiscales que en Cartagena de Indias la habían dejado colgada con otra magistrada y que los habían visto con menores de edad. Yo hablé en su día con esa magistrada testigo directo. En efecto, los colegas se dieron a la fuga sin esperarlas y cuando buscaban dónde tomar algo los vieron sentados en una terraza con unas muchachas muy jovencitas que trabajaban en el hotel. ¡No denunció un delito!, acusan los del lodo. ¿Pero qué coño delito, señores, es sentarse a tomar algo con unas chiquillas? ¿Podemos imaginar? Imaginen, pero urdir una cacería contra una mujer que es ministra por esta estupidez clama al cielo.
Tras su salida del ministerio, Sánchez la nombra fiscal general de Estado. La nombra él, así que, de ser una puerta giratoria infumable, el responsable es el presidente. No obstante, insisto, después de ser ministros ha habido fiscales que se han ido al Tribunal Supremo, magistrados que se han ido a juzgar –insisto, a juzgar, que es decidir, cosa que un fiscal no hace– y este trasvase de la política y los cargos a la judicatura y la fiscalía se produce sin ningún pudor desde siempre. ¿No gusta? Impídase por ley para todos. Yo me apunto. Para todos, pero tomarla exclusivamente con una de las que han hecho ese trasvase es algo más que una crítica a las puertas giratorias, es un ad hominem.
Vamos ahora con su nombramiento como fiscal de Sala, el generalato de una carrera de la que ella fue capitán general. Vaya por delante que no existe ni un solo caso de ex fiscal general que no sea fiscal de Sala. Es el nombramiento de Dolores Delgado el que da problemas. No lo dio el de María José Segarra, su antecesora, que fue promovida sin ningún escándalo y eso que era una mujer de la propia Delgado y miembro de la misma asociación progresista que ella. ¿La diferencia? Segarra fue una fiscal general secuestrada por la propia carrera. No movió un dedo que pudiera indisponerla con los que luego habrían de promoverla a la máxima categoría de la carrera. O sea, hizo poco o nada. Pero que Lola Delgado sea fiscal de Sala es el escándalo mayor jamás visto. Tengo que advertirles también que en la época de Conde-Pumpido se hizo una reforma para que los jefes del Gabinete Técnico –los jefes de gabinete del FGE– fueran inmediatamente promovidos a la máxima categoría. Este mecanismo establecido para las manos derechas del fiscal general no se estableció para el propio fiscal general, ¿saben por qué? Porque él no procedía de la carrera fiscal sino que era magistrado del Tribunal Supremo y a ese puesto volvió al cesar.
¿Tiene sentido que la mano derecha sea ascendido inmediatamente en razón de serlo y la cabeza no? ¿Tiene sentido pensar que quien tiene toda la información interna sobre la carrera, sobre sus compañeros, que ha nombrado a unos y tal vez castigado a otros, vuelva al puesto del que procede a estar bajo su mando? ¿Puede un CEO cesar y quedarse en la compañía como currito? ¿Han visto que suceda alguna vez?
El caso es que la propia carrera fiscal se empreñó con quitarle esa dignidad. Lo hicieron impugnando el nombramiento ante la Sala Tercera. Por cierto, dejen de indignarse con el CGPJ y con los nombramientos políticos porque, al final, son esos magistrados los que deciden qué nombramiento vale y cuál no. O sea, que el poder lo tienen ellos y no los vocales. Esa pendiente que desplaza la libre designación a las astillas de la misma madera la inició, paradojas de la vida, el propio Garzón, que logró la primera anulación de un nombramiento por esta vía. Las cosas se empiezan y luego acaban como acaban. Por eso es tan peligroso explorar ciertas vías y abrir ciertas espitas. Y es que no hay peor astilla para clavarte que la que afinan los tuyos. La contrapartida del corporativismo, el riesgo que se corre entregando el control de las carreras administrativas a sus miembros. Por ese motivo, y no por los que burdamente se esgrimen basados en la ideología, es por el que el CGPJ no puede estar dominado por jueces elegidos por ellos mismos. Ni los jueces deberían querer tal solución. No hay peor persecución que la de tus pares, y que tu carrera profesional dependa de ellos a mí me daría pánico.
No contentos con la primera anulación, y como continuaba como fiscal de Sala de Memoria Histórica, fueron a por la segunda para asegurarse de que la enviaban de vuelta a la Audiencia Nacional, que es el castigo que supongo han determinado ¿para ella, para Garzón? Como no se atrevieron a alegar escasez de los méritos, alegaron una supuesta incompatibilidad con la actividad de su marido, Baltasar Garzón. No por ser abogado, no, que eso está permitido en poblaciones de más de medio millón de habitantes y Madrid lo cumple de sobra. Aún no hay resolución, pero los magistrados parecen referirse al artículo 58 del Estatuto Fiscal cuando considera la incompatibilidad “si su cónyuge... ejerce una actividad industrial o mercantil que obstaculice el imparcial desempeño de su función”. ¿Qué actividad industrial o mercantil tiene Baltasar Garzón que obstaculice? Ya hemos visto que ser abogado, la mayoría en una sociedad mercantil, no puede ser. Hablan de su fundación de defensa de los Derechos Humanos. Ardo en deseos de ver cómo una fundación –sin ánimo de lucro por definición– con esos objetivos puede colisionar con la imparcialidad de una fiscal de Memoria Democrática. A menos que los derechos humanos estén bajo sospecha. ¡En este país en los que los amigos y los amantes y los rollos de unos y de otras pleitean en los tribunales de jueces y juezas con los que retozan, porque sólo es incompatible ser cónyuge o tener relación estable!
No hay peor astilla que la de la propia madera, aunque ahora añadan al guiso que todo esfuerzo es todo para intentar astillarle el mandato a Pedro Sánchez y, por tanto, la batalla política dentro de la Fiscalía es recurso a recurso, trinchera a trinchera, y en el Senado y donde haga falta. No incluyo aquí en los tribunales puesto que me parece acertado que el TSJM investigue cómo se hicieron públicos los correos privados entre un abogado y un fiscal que dejaban a los pies de los caballos a un justiciable, sea novio o no.
No hay peor astilla que la de la propia madera. Y eso incluye a muchos puñeteros del Supremo que no perdonan a Garzón ni después de habérselo pulido. A lo mejor porque gana dinero, vayan a saber, les sorprendería la mezquindad que existe en ciertos medios. A lo mejor porque se les ve felices. No hay peor astilla que la de la propia madera. A partir de ahora, los presidentes estarán limitados a elegir fiscal general sólo entre los fiscales de Sala, que a saber si es lo que se busca, o bien volver a la costumbre de nombrarles de jefe a un juez del Supremo, para que la astilla sea de otra madera y no puedan montarle un frente dentro de la institución. Pueden libremente pensar que Delgado es una plaga y Garzón el dios que la envía. Cuando uno se ha hecho una idea es difícil que se baje de ella. No obstante, cuando se batalla por sepultar a alguien puede suceder que éste, con toda su dignidad, se mantenga firme y resurja más fuerte no sólo como profesional sino como persona. Y Dolores Delgado será siempre esa mujer de negro, con gesto firme pero sereno, que sacó al dictador del mausoleo de vergüenza que lo honraba. Esa imagen para la historia nadie se la va a arrebatar... ¿o a lo mejor es por eso?
39