La Reina del Sur “atrapó” al Chapo con Sean Penn de palmero

Hollywood es una gran fábrica de ilusiones. En sus producciones todo es posible. La realidad se acomoda con facilidad a la ficción, por muy compleja e increíble que esta sea. Saltar de ese mundo de lo inventado a la dureza de lo cotidiano no es siempre tan fácil. Es cierto que el cine norteamericano ha producido todo tipo de monstruos, de allí salió hasta un presidente de los Estados Unidos, pero parece que puestos a darnos un buen reportero acaba de fracasar, y con estrépito.

Sean Penn se creyó su papel, intentó convertir una operación de propaganda del Chapo Guzmán -o quizá un mero coqueteo del capo mexicano de la droga-, en una increíble aventura periodística, y visto el resultado y los detalles que vamos conociendo, toda la épica y el desparpajo que la estrella de Hollywood nos regala en su prolijo reportaje de Rolling Stone va camino de revolverse contra él.

 

Quizá perdido en las ensoñaciones de la ficción, el “gringo culero” -así le define la periodista chilanga Elienn Truax en un interesante análisis de lo ocurrido- pensó que el Chapo era un colega de oficio muy metido en el papel de mafioso y que las víctimas y destrozos que ha dejado a su paso forman parte de un guión y no de una realidad.

 

O es posible que Penn, ansioso por consolidar su papel de justiciero fuera de la pantalla, no se diese cuenta de que estaba cayendo en un enredo que, con cena a base de asado, tacos y tequila incluidos, para él solo será una anécdota en su vida, mientras que para muchos periodistas mexicanos es el amargo pan de cada día, cargado de amenazas, censuras y muerte. Jorge Garza Ramos, periodista de la ciudad norteña de Torreón, lo cuenta muy bien en un artículo en el que habla de los 17 periodistas asesinados en la zona en la que se escondía el Chapo en los últimos diez años.

 

Al final, y según las últimas noticias que nos llegan, Joaquín Guzmán Lorea, El Chapo, el temido narcotraficante, el escurridizo forajido, lo que en realidad quería era conocer a la popular protagonista de La Reina del Sur, Kate del Castillo, con la que mantenía desde hacía semanas un intenso coqueteo a través de mensajes telefónicos. El Chapo debió pensar que si Pablo Escobar en los 90 logró que un puñado de jugadores de la selección colombiana de fútbol subieran a La Catedral, su lujosa cárcel privada en Medellín, a jugar un partidillo, por qué no iba a lograr él que Kate y ese otro actor gringo y oscarizado del que al parecer el capo apenas tenía noticia, se acercasen a su escondite, aunque fuese el del hombre más buscado de México y, en esos días, probablemente del mundo.