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Un poco más de respeto al agua, por favor

El jueves de la semana que viene, 22 de marzo, celebramos el Día Mundial del Agua: una de las principales efemérides del calendario ecologista. Este año la agencia de la ONU responsable de coordinar los trabajos de agua y saneamiento, UN Water, ha escogido el lema “La naturaleza del agua”.

La propuesta invita a debatir en torno a una idea clave: que las respuestas a los problemas del agua están en la naturaleza y en nuestro trato hacia ella. Algo que la humanidad parece haber olvidado.

El agua es la sangre de la naturaleza y nosotros mantenemos una relación vampírica con ella. Una relación basada en el abuso, no en el uso. Usar: hacer servir una cosa para algo. Abusar: hacer uso excesivo, injusto o indebido de algo. En esa diferenciación está la clave de todos los conflictos relacionados con el agua.

Estamos haciendo un uso excesivo del agua para alimentarnos. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) recordaba en la celebración del Día Mundial de Agua de hace unos años, que se requieren 1.500 litros de agua para obtener un kilo de cereal, y diez veces esa cantidad para producir un kilo de carne. Las dos pechugas de pollo que hemos comprado en el súper (más o menos un kilo) le han costado a la naturaleza 15.000 litros de agua. 

Hacemos un uso injusto del agua cuando, para garantizarnos el acceso cómodo y seguro a ella, construimos embalses que ahogan espacios naturales y sepultan pueblos enteros, borrando para siempre la memoria de sus gentes. Resulta estremecedor pasear por el lecho reseco de los pantanos vacíos recorriendo sus calles enfangadas, sus iglesias, sus cementerios, leer las lápidas de los muertos.

Y hacemos un uso indebido del agua cuando le cortamos las venas -que son los ríos- a la naturaleza para hacer trasvases y convertir en regadíos las estepas desérticas. Cuando construimos una urbanización de 500 chalés adosados en mitad de un secarral: con sus 500 piscinas y sus 500 jardines con riego por aspersión. O cuando convertimos España, el país más afectado por las sequías de toda Europa, en la patria del golf, con más de medio millar de campos. Un campo de golf de 18 hoyos y 60 hectáreas consume cada día un millón y medio de litros de agua.

Pero a todo ello hay que añadir el principal agravio a la naturaleza del agua: nuestra falta de respeto. Un agravio constante, doméstico y personal. Las imágenes que ofrecen nuestros ríos y sus riberas dan buena cuenta de esa humillación y son también la mejor metáfora sobre nuestro desprecio hacia el agua de la naturaleza.

Preservativos, toallitas, bastoncillos, compresas, pañales, tampones. Todo eso está ahí porque nosotros lo hemos tirado al váter. Hemos asociado tirar de la cadena con un irresponsable ya está, un ya no es mi problema. Hasta que un día vamos al río y vemos que el problema está flotando en el agua, enganchado en los juncos de la orilla o taponando la madriguera de una nutria. Esa imagen es un puñetazo en la conciencia colectiva y debería sonrojarnos a todos.

Como señala este año la ONU, la solución al problema del agua está en la naturaleza. Ella tiene mucho que enseñarnos sobre depuración, regeneración y reutilización, y según los expertos ahí está la clave para garantizarnos el derecho humano al agua. Pero lo más urgente es recuperar el respeto a su naturaleza: por una cuestión de responsabilidad, por una cuestión de previsión, de inteligencia, pero ante todo por una cuestión de dignidad. Es indigno cómo estamos dejándole la naturaleza del agua a las generaciones futuras.