Desde estas líneas advertíamos que se empezaban a registrar las primeras señales de desaceleración en la actividad económica patria, mientras que en otros países europeos y anglosajones -Australia, Canadá, Reino Unido y Estados Unidos- aumentaba exponencialmente la probabilidad de recesión. Detrás de ello, la mezcla de políticas económicas impuestas por organismos nacionales y supranacionales no sujetos al control democrático, como es el caso de los Bancos Centrales, con su absurda restricción monetaria; y, en el caso europeo, de una burocracia funcionarial presente en la Comisión Europea o en organismos como la Airef, que no paran de bramar por una consolidación fiscal, en lo que no deja de ser un absolutamente desconocimiento de las balanzas sectoriales de Wynne Godley.
La pregunta es sencilla, ¿ante quiénes responden los responsables de estos organismos por sus tomas de decisiones cuando cometen errores flagrantes de diagnóstico que afectan al bienestar de la ciudadanía? La situación se complica, y de qué manera, cuando además sus decisiones obedecen a la defensa de ciertos intereses de clase. Pero vayamos por partes.
Divergencias en la actividad económica global
La actividad económica global muestra una divergencia cada vez mayor entre la industria manufacturera, la construcción y los servicios, aspecto que aún no se da en España, donde el sector manufacturero está en expansión. Sin embargo, el sector fabril a nivel global ya está en recesión. El comercio internacional se contrae, el consumo de bienes, reflejado en las ventas minoristas, cae en términos reales. Lo que inicialmente era un problema de tensiones en la oferta se ha convertido ahora en un problema de demanda insuficiente. En cuanto a la construcción, se observa una ralentización de la actividad también bajo la presión del endurecimiento de las condiciones financieras. Sin embargo, los servicios siguen recuperándose, sobre todo los relacionados con el ocio, la hostelería, la restauración, y el transporte. La reactivación de la confianza para viajar y salir (tras la pandemia) ha desatado sin duda una demanda reprimida
La resistencia de los servicios se debe a los “inusuales” colchones aún disponibles. En primer lugar, el exceso de ahorro de los hogares, acumulado durante la crisis del Covid y respaldado por la última ronda de estímulo fiscal en Europa, destinada a paliar la crisis energética. Por otra parte, las empresas han disfrutado de unos beneficios excepcionales gracias, entre otras cosas, a su capacidad para repercutir unos costes más elevados a los consumidores. Cerrando el círculo, las quiebras empresariales han sido excepcionalmente bajas, lo que ha contribuido a sostener los mercados laborales y, por tanto, también los ingresos de los hogares.
La cuestión es cuánto puede durar esta resistencia del sector servicios. La mezcla de políticas económicas prevista sugiere que la desaceleración económica se acentuará en los próximos trimestres a medida que se desvanezcan los inusuales amortiguadores, se desvanezca el estímulo fiscal y se endurezca aún más la política monetaria. Bajo este escenario no descarto que los primeros recortes de los tipos de interés se produzcan a principios de 2024, ante la fuerte desaceleración que preveo, no contemplada por el consenso de mercado.
Policy-Mix claramente restrictiva
La combinación de políticas se está volviendo claramente restrictiva. El endurecimiento de la política monetaria comenzó pronto en las economías de mercado emergentes, ya en 2021, y fue seguida por la mayoría de las economías avanzadas en 2022 (primero Estados Unidos, a finales del primer trimestre de 2022 y luego el BCE en el tercer trimestre de ese mismo año). Hay una excepción, a modo de la aldea gala de Asterix y compañía, y que en su momento detallamos. Nos referimos al país del sol naciente, Japón y cuyo favorable desempeño servirá de contrafactual al desastre que se avecina en occidente, si nadie lo remedia.
La velocidad de las subidas de tipos ha sido la más rápida desde principios de los años ochenta. Sin embargo, el impacto sobre el crecimiento (hasta la fecha) del endurecimiento de la política monetaria se ha visto compensado en parte por el efecto positivo, aún retardado, de los estímulos de la política fiscal, incluidas las medidas de blindaje contra la inflación puestas en marcha tras la invasión de Ucrania por Rusia a principios de 2022. Pero, las medidas de apoyo fiscal se están retirando gradualmente y las perspectivas giran hacia la consolidación. En Estados Unidos, el acuerdo para suspender el techo de la deuda hasta enero de 2025 vino acompañado de una limitación del gasto federal. En Europa, la reactivación de las reglas fiscales en 2024 también ejercerá presión sobre las políticas fiscales, desde el lado del gasto.
El endurecimiento de la política monetaria, incluidas tanto las subidas de tipos como las medidas de reducción de los balances, las tensiones en los bancos regionales estadounidenses y el debilitamiento general de la demanda de la economía real ya están provocando un descenso significativo del crecimiento de los agregados monetarios, con fuertes caídas en términos reales en las principales economías, con China como notable excepción. El endurecimiento en una economía más frágil aumenta los riesgos de errores de política económica.
De ahí, la necesidad de comparar la evolución ex-post frente a un contrafactual, Japón. A medida que vamos actualizando los datos para ver en qué punto nos encontramos, la realidad no deja de ser tozuda, nos indican que el experimento japonés de tipos de interés cero (con expansión fiscal) no es un factor inflacionista. No ha provocado cambios peligrosos en las expectativas inflacionistas de las empresas ni de los hogares. Además, la decisión del Banco de Japón de no subir los tipos, y la continuidad de los estímulos fiscales del gobierno nipón a familias y empresas, han reducido la presión sobre el coste de la vida de los hogares hipotecados, y de las empresas endeudadas, que imponen las presiones inflacionistas de naturaleza transitoria.
Por el contrario, el resto de bancos centrales han impuesto cargas adicionales a los endeudados y, de paso, están diseñando una redistribución masiva de la renta de los pobres a los ricos -recuerden el eufemismo que hemos empleado, defensa de los intereses de clase-. Si continúan con su ceguera, se arriesgan a una recesión y a un aumento importante del desempleo, lo que se sumará al dolor que ya soportan los ciudadanos. Obviamente es preferible el enfoque japonés. Por eso, mi pregunta de hoy, ¿ante quienes responderán los responsables de los reguladores europeos y estadounidense? Obviamente, como en la gestión de la Gran Recesión, ante nadie, y más cuando sus decisiones favorecen en última instancia los intereses de la superclase.