- El autor responde al artículo Lo que no Podemos, publicado este martes por Antonio Turiel en el blog Última Llamada de eldiario.es
El investigador Antonio Turiel ha publicado en este diario un artículo (ofensivo por su tono y forma) en el que desfigura mi pensamiento basándose en simples presunciones y al que quiero responder no porque me afecte que una vez más se descalifique mi pensamiento sino porque se me utiliza para atacar a una organización como Podemos y a sus dirigentes.
Según Turiel, el que Podemos nos haya pedido a Vicenç Navarro y a mí que elaboremos un documento de bases para su programa económico significa que “ha optado por la fórmula neokeynesiana del crecimiento sin límites” porque “ni Juan Torres ni Vicenç Navarro aceptarán nunca que el mundo tiene límites”.
Parece mentira que un buen investigador como sin duda lo es Antonio Turiel haya actuado en este caso de modo tan poco científico. Si desea conocer los efectos sobre Podemos de las ideas que contengan nuestras propuestas lo lógico y sensato hubiera sido o esperar a ver el documento cuando se hiciera público o analizar nuestro pensamiento anterior presumiendo que –como es lógico– ese sería el que más o menos trasladaríamos al documento que nos ha pedido Podemos.
Lo primero no lo ha podido hacer, puesto que aún no existe el documento. Y lo segundo es fácil comprobar que tampoco.
No voy a hablar por Vicenç Navarro pero sí lo haré por mí, porque creo que ni Turiel ni nadie tiene derecho a caricaturizar mi obra científica afirmando que suscribo tesis que son contrarias a las que modestamente vengo defendiendo desde hace años.
Es radicalmente falso que yo defienda el crecimiento sin límites o que niegue que el mundo los tiene. Es más, ni siquiera defiendo el crecimiento como objetivo deseable.
Hace años publiqué un análisis de la evolución del capitalismo desde la postguerra (Desigualdad y crisis económica. Sistema 1995) en el que iniciaba el tercer capítulo con una cita de Roger Garaudy que creo que lo dice todo: “El crecimiento es el dios oculto de nuestras sociedades. Y se trata de un dios cruel: exige sacrificios humanos”.
En el libro Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España (Sequitur 2011), que precisamente escribí junto a Vicenç Navarro, decimos en la página 196: “La crisis que vivimos es el resultado de un fenómeno viejo pero que se ha exagerado en los últimos tiempos de las economías capitalistas: el desarrollo de la producción y el consumo como si dispusieran para sí de recursos inagotables”. Y en la página siguiente escribimos refiriéndonos a la economía y economistas convencionales: “Como nada que no tenga expresión monetaria se registra a la hora de valorar la actividad económica, resulta que no se toman en cuenta ni la destrucción del medio ambiente, ni el despilfarro en forma de residuos que no se usan pero que gastan energía o recursos naturales, ni la desaparición de especies, ni por supuesto lo que pueda tener valor puramente sentimental o vital, como la pérdida del horizonte o la belleza de un paisaje. La consecuencia de no tener nada de esto en cuenta es que la producción y el consumo se incrementan de manera extraordinaria como si fueran mucho menos costosos y así se genera una utilización de recursos excesiva que es muy rentable desde el punto de vista monetario pero materialmente insostenible”.
Dos páginas más adelante señalamos que “la economía convencional tampoco puede percatarse de que la biocapacidad global de España, es decir, el área de la que disponemos para mantener el consumo de los recursos naturales y absorber las emisiones de dióxido de carbono que requiere nuestra actividad económica, se ha superado ya casi tres veces y media. O, dicho de otro modo, que para satisfacer nuestro nivel de producción y consumo actual de bienes y servicios necesitaríamos casi 3,5 Españas”.
Y de ahí que defendamos en esa misma página 198 que “debemos producir los bienes que necesitemos ajustándonos no sólo, como ahora, a la escasez de recursos valorables monetariamente, sino también a la de todos aquellos que nos proporciona la naturaleza”.
Todo ello, y algunas otras consideraciones que ahora no es necesario que reproducir aquí, nos lleva a concluir: “Esto implica situarnos en unas coordenadas diferentes a las del mundo en el que vivimos para poder modular y vivir de otro modo los valores en los que queremos insertar nuestra existencia como seres humanos: sustituir el dinero, el comercio, la ganancia, la competición y el cálculo por la cooperación y el afecto, la justicia, el amor o el placer de sentirse satisfecho con mucho menos pero en realidad con mucho más de lo que ahora tenemos (p. 200)”.
En otro artículo reciente (Un dios destructivo) he escrito:
“Nos hemos acostumbrado a medir el éxito de las economías y la eficacia productiva mediante el PIB, sin contabilizar el gasto o la destrucción que hacemos de los recursos naturales y no nos importa el deterioro ambiental porque seguimos creyendo que todo puede crecer infinitamente”.
Y en otro anterior (La milonga de Doñana):
“Es un drama que los partidos gobernantes y líderes tan importantes como los mencionados no entiendan que la conservación del medio natural no es algo folclórico, ni de izquierdas o de derechas, sino un imperativo ético de mínimos y un prerrequisito de la convivencia y la paz, porque no tenemos derecho alguno a destruir lo que no es nuestro e imprescindible para la vida de nuevas generaciones”.
“Parece mentira que todavía no seamos conscientes de que las circunstancias económicas tan difíciles que estamos viviendo son precisamente la consecuencia de creer que la sostenibilidad es una milonga, que podemos producir escombros sin parar y sin ni siquiera contabilizarlos o gastar más recursos naturales de los que pueden ir renovándose (...) La armonía con la Tierra y el respeto estricto al equilibrio natural es la única manera aceptable y efectiva de crear riqueza y la verdadera milonga es creer que se favorece a las personas, o incluso a los negocios, saltándose a la torera las leyes de la vida”.
Yo reto a Antonio Turiel a que –en lugar de descalificarme con nominalismos– encuentre en mi obra propuestas que agredan al medio ambiente o, más concretamente, una sola línea en donde yo haya dicho que hay que promover el crecimiento sin límites (o incluso solo el crecimiento del PIB) o que los recursos del planeta son ilimitados.
Sobre otras simplificaciones que Turiel hace de mi obra y pensamiento no voy a entrar ahora. Hace tiempo que me da francamente igual que alguien me tilde de keynesiano, neokeynesiano, prekeynesiano o postkeynesiano como si cualquiera de esas calificaciones fuese un insulto. Solo diré que también en este otro aspecto es fácil comprobar que Turiel no sabe lo que dice porque no ha leído mi (modesta) obra.
Dejo para terminar un listado de artículos escritos en los últimos tiempos en los que me refiero a las cuestiones ambientales. ¿De verdad puede decirse tras su lectura que yo defiendo el crecimiento sin límites o que me niego a reconocer que el mundo no los tiene?
Es posible que en mi obra haya errores y seguro que tiene muchas limitaciones. Pero también lo es que Turiel se ha inventado mi pensamiento para atacarme a mí y a Podemos. Él sabrá por qué lo ha hecho.
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