El revuelto de Asturias

La estruendosa ruptura del pacto de gobierno en Asturias supone otro caso de estupidez de la izquierda que solo presenta un beneficiario claro e indiscutible: el Partido Popular. No se le ocurre a nadie mejor manera de demostrar al electorado que los populares tienen razón cuando sostienen que no hay alternativa. A Mariano Rajoy le toca gobernar con el pesado lastre de la crisis, pero con la considerable ventaja de disfrutar de una oposición que ni siente, ni padece, ni su reino parece de este mundo.

Con su acreditada cortedad de miras, los socialistas han preferido la ganancia a corto de un régimen electoral que les resulta favorable al beneficio a largo plazo de visualizar la viabilidad de una alternativa cooperativa al Partido Popular. El PSOE aún no ha entendido que ya no puede ganar al PP en solitario. Que necesitará socios y aprender a gobernar en coalición. Su argumento sobre parar la reforma de la Ley Electoral porque no cuenta con el consenso de la derecha solo demuestra que o los socialistas son muy cínicos o no han aprendido gran cosa. Que le pregunten a Cospedal o a Núñez Feijóo cómo se reforma una norma electoral por consenso unilateral.

En un congreso a la búlgara tan parecido a aquellos propios de los viejos partidos que tanto critica, durante su canonización como lideresa suprema, Rosa Díez exhibía la ruptura como un ejemplo de que UPyD no se casa con nadie y es alternativa, no alternancia. Por lo que se ve, ni se casa con nadie, ni sirve para mucho, porque al final, ni alternativa, ni reforma electoral. Ha optado por la ganancia a corto de señalar públicamente al PSOE, frente al beneficio a largo plazo de acreditar ante el electorado progresista que existen formas diferentes de hacer la cosas y, antes de los réditos electorales, van los problemas de la gente.

En medio de la nada se ha quedado Izquierda Unida. Se ha dejado arrastrar por la dinámica de estupidez sin barreras impuesta por socialistas y upeidés, convencidos todos de que su ganancia depende de lo que puedan arrebatarle a los otros. Ni come, ni deja comer. Ha dejado que Rosa Díez se apropie de su vieja reivindicación de la reforma electoral y ha dejado que el PSOE les pueda presentar como gregarios de sus socios. En vez de buscar su propio guión, IU se dedica a robar planos a los protagonistas como un secundario buscando su oportunidad.

En Asturias antes se hacían revoluciones, ahora solo se hacen revueltos. La derecha asturiana y española pueden respirar tranquilas. La historia no cambia, empeora. Siempre que tienen un problema serio o andan divididas y enfrentadas, ya se lo arreglan o un militar dando un golpe, o la izquierda enzarzándose en un debate incomprensible e irrelevante para nadie que no sean ellos mismos.