El rey emérito nos desea un feliz día de la República

13 de abril de 2023 22:40 h

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No estoy de acuerdo con las críticas al rey emérito por lo inoportuno de su nuevo viaje de placer a España. Al contrario, hay que reconocerle el ejercicio de responsabilidad y el gesto de consideración para la estabilidad monárquica que supone esperar unos días y no presentarse en Sanxenxo este mismo viernes, 14 de abril, cuando los sentimientos republicanos están a flor de piel y podría ser visto como una provocación (una más). Qué va, estoy de coña. En realidad tampoco habría pasado nada: hace once años la Casa Real eligió justo ese día, 14 de abril de 2012, para comunicar la operación de cadera del rey tras su caída en un safari en Botsuana, accidente que destapó toda la historia de su amante Corinna y lo que vino después. Y no, no recuerdo que proclamásemos la República tampoco aquel día.

Uno pensaría que el historial reciente de la monarquía española debería ser más que suficiente para hundir la imagen de la institución y extender el republicanismo. Pero no, todo lo contrario: cada vez sabemos más y peor de las correrías fiscales, comisionistas y amatorias del rey emérito, sin que se resienta demasiado la institución monárquica, con Felipe VI disfrutando un plácido reinado y la princesa Leonor trabajándose a fondo la imagen de heredera. Que aquí no ha pasado nada, plis, plas, pelillos a la mar.

Esto es posible porque, por mucho que la monarquía se desprestigie ella sola y se arrastre por el barro, por mucho que el emérito nos chulee y se pasee tan pancho por las regatas, la República seguirá teniendo mucha peor imagen. Para una mayoría de españoles, el rey es un granuja, sí, pero la República es sinónimo de desorden, caos, desgobierno, enfrentamiento, violencia y finalmente guerra. Hagan la prueba, pregunten por ahí: la monarquía es un sistema imperfecto, que tiene sus trapitos sucios pero da estabilidad, mientras que la República es una cosa vieja y oscura que siempre acaba a tiros. Diría más: en el imaginario dominante, la monarquía equivale a democracia, la República es igual a guerra civil. Y eso es lo más triste y lo más perverso: la II República fue derribada por la fuerza de las armas, pero la Guerra Civil se considera parte del pack republicano, inseparable, se anota en su cuenta.

Son varias décadas de adoctrinamiento monárquico por tierra, mar y aire, desde pequeñitos en el colegio y ya de mayores en los medios e instituciones; pero sobre todo son varias décadas de desprestigio republicano y construcción de un imaginario negativo, heredado del franquismo y consolidado en democracia. La monarquía es moderna, europea, estable, no molesta y queda bonita en las ceremonias, mientras que la república es una cosa de otra época, memoria histórica, nostalgia, fotos en blanco y negro, banderas de nuestros bisabuelos, muchos muertos, un error para no repetir. Da igual que la monarquía acumule siglos de desmanes y una buena colección de reyes tiranos, corruptos, felones o incapaces; y que la república solo haya conocido un par de brevísimas experiencias saboteadas por sus enemigos. Da igual que la actual monarquía parlamentaria haya tenido al frente, durante 39 de sus 48 años de vida, a un sinvergüenza reconocido: seguimos haciendo como si fuese un hecho aislado, un borrón que apenas mancha el prestigio de la institución. Y en cualquier caso, preferimos una monarquía corrupta que una república violenta. Simplificando, esa es la idea que nos han colado, y va a costar mucho levantarla.

De modo que no pasaría nada si Juan Carlos I se presentara este mismo viernes y con pitorreo y campechanía nos desease un feliz día de la República. Total, más que se ha reído ya de nosotros no lo va a superar.

(Déjenme terminar con una recomendación muy republicana para este 14 de abril: acaba de estrenarse la película Luis Cernuda, el habitante del olvido, documental de Adolfo Dufour que con gran sensibilidad, emoción y música celebra la memoria y la obra de uno de nuestros mejores poetas, comprometido con la República y muerto en el exilio. No se la pierdan).

¡Salud y República!