El riesgo es no saber en qué manos estamos

Gran parte de la sociedad vive con pasión las circunstancias que rodeaban la vida del copiloto del desgraciado vuelo de la Germanwings que acabó estrellado en Los Alpes con 150 personas a bordo. Siguen sus partes médicos, sus medicaciones, cada palabra y gesto previos del presunto autor de la tragedia. ¿En qué manos estaban los pasajeros y tripulación de aquel aparato? ¿Por qué no funcionaron los controles y alarmas?, se dice.

 Todos los días delegamos en otros responsabilidades de todo tipo, fundamentales y más livianas. Como tiene que ser. No podemos pilotar personalmente el avión que nos conduce a nuestro destino, operarnos a nosotros mismos o construir las aceras por las que pisamos. Cada miembro de una sociedad cumple su papel en el engranaje del que forma parte para el mejor funcionamiento del conjunto (o así debiera ser). Lo deseable es que los distintos cometidos sean llevados a cabo por personas idóneas y que en temas esenciales existan unas ciertas garantías de que se controlarán –en la medida de lo posible- sus desviaciones.

La sociedad actual obvia que también entrega sus destinos y los de todo un país a personas que pueden destruirles y que habían dado señales de alarma. Incluir a quienes pilotan los gobiernos en el mismo segmento que a Andreas Lubitz  sentado, solo, en la cabina del Airbus A320, les hará gritar irritados: ¿Cómo te atreves a decir eso?  La comparación no es tan descaminada. O, al menos, podemos utilizarla de metáfora para visualizar la importancia de saber a qué manos entregamos asuntos que nos afectan de forma significativa.

 La soberanía nacional reside en el pueblo, según la Constitución española -que lo estampa en cabecera- y todas las democráticas. Pero, como en principio, no cabemos todos presencialmente en los hemiciclos de las Cortes, elegimos a nuestros representantes. Y así son ellos los que gobiernan y legislan por nosotros. Les damos la llave de la Caja fuerte, de nuestros derechos y libertades, de la programación de nuestro desarrollo como Estado. De la sanidad, la educación, y múltiples servicios. Damos por hecho que se encargarán de mantener la separación de poderes y, por tanto, el libre ejercicio de la Justicia. Ellos llevan las riendas.

 Y hemos visto y comprobado que muchos más de los admisibles meten la mano en la Caja, ponen cortapisas a la justicia, y recortan valores fundamentales que constituían nuestro sistema de vida. Robar dinero público, de los ciudadanos a los que se representa o mentirles sin descanso, no es propio de seres fiables. Personas a las que no encargarías ni el cuidado de tu mascota, están al mando de materias muy sensibles para nuestra vida. Porque tampoco estamos exentos de obsesiones e incluso rasgos psicopáticos palpables en algunos gestores. Pistas dan.

Es raro que los políticos no hayan mostrado tendencias de cómo van a comportarse en el poder máximo. Vayamos al caso del actual gobierno español. Una amiga mía argumentó para votar al PP de Mariano Rajoy en 2011 que “había que darle una oportunidad”. Al Sr. de los Hilillos del Prestige. Y se la dio, y él cumplió según lo previsto y con creces.

 La candidata a la alcaldía por Madrid de este partido es modelo paradigmático.  Aupada a altas responsabilidades políticas por el Tamayazo, atravesada su trayectoria por tramas sonoras como Gürtel, Púnica, Fundescam –por citar solo lo más relevante-, colaboradores de su elección imputados, tampoco engaña a nadie que no tenga la voluntad decidida de dejarse engañar. Apenas un par de periodistas que se hayan enfrentando a ella en actitud crítica ha sobrevivido en su puesto. Y que se permitiera amenazar a un medio y ordenar a quién tenían que incluir en sus programas y a quién no, no pasa en ninguna sociedad seria. Su partido no la hubiera presentado y los medios no la llamarían. Si esta mujer llega de nuevo a puestos de mando ¿puede ser una sorpresa lo que haga?

 El periodismo se ha convertido en una actividad de riesgo en España (si no se tiene independencia de los poderes para practicarlo). Pero también el ejercicio de la ciudadanía, la simple protesta, con las leyes habilitadas y en vigor ahora mismo. De nuevo vuelve a ser difícil informar y opinar: la razia practicada desde hace tiempo e intensificada en los últimos días, deja poco lugar a la suposición. Son hechos. Consumados.

 Así que sentados en nuestras butacas, escuchamos cómo se recupera la economía, aunque nuestra renta per capita haya descendido desde el inicio de la crisis y el PIB se alimente de las ricas ganancias de la prostitución. Me perdonarán la brutalidad de las palabras, pero joder cobrando y pagando forma parte oficialmente de la riqueza nacional española desde Octubre, y así luce el Producto Interior Bruto tan robusto. Baremo no obligatorio –como argumentan-, puesto que el PSOE anuncia que, de llegar al gobierno, lo excluiría al igual que Francia, por ejemplo. Y seguiremos oyendo cómo se crean empleos… basura que no dan para vivir. Y cómo crece la pobreza infantil dejando graves secuelas. Y todas esas cosas tan feas que a los amantes del Progreso-PP no les gusta que digamos.

 Y el letrero de “abróchense los cinturones” y no se muevan, ni opinen, cada vez está más tiempo encendido. Los recursos de anticonstitucionalidad son tan lentos y tan sembrados ya de condicionantes, que ocasionan muchas dudas sobre su eficacia. 

 Lubitz se quedó solo en la cabina porque el sistema así lo había programado –en la irracionalidad de sus miedos, casualmente-. Múltiples dirigentes con pocos escrúpulos también preparan el camino para maniobrar a sus anchas sin ceder a los requerimientos de quienes aporrean la puerta para tratar de evitar la catástrofe. La diferencia, en el caso del vuelo de la Germanwings, entre estar en manos de quien se encontraba dentro o del que se esforzaba fuera por entrar marca la distancia entre la vida y la muerte.

 Cuando las turbulencias son tan intensas y nos ensordecen los bombardeos de gritos, olvidamos que hay personas honestas dispuestas a detener la caída y sentarse a pilotar de otra manera, pensando en el bien común. Afortunadamente no somos un pasaje secuestrado, tenemos voz –aún con riesgos- y la capacidad de votar.

 Una semana aciaga donde las haya. Aprobando leyes y códigos mordaza que nos retrotraen a los tiempos más aciagos de nuestra historia; acrecentando la política de tapar bocas, no de limpiar nada. Y sin embargo se abrían luces entre la niebla, gente decente que entra en política hablando de ética, justicia y dignidad como valores irrenunciables. Programas informativos como éste de la Cadena SER nos reconcilian con la política

¿Sabemos todos en qué manos estamos? ¿Son seguras para nuestro presente y futuro y cuanto nos importa?  Conviene ser conscientes de a quién y porqué se entregan los mandos.