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Rodea otra cosa

El 25S y el 15M convocan un nuevo 'Rodea el Congreso' con motivo de la huelga y llaman a permanecer toda la noche

Raquel Ejerique

Rodear el Congreso es confundir el continente con el contenido. El Parlamento es el Estado y pertenece a los ciudadanos, que hace siglos decidieron subcontratar la gestión de lo público a unos agentes llamados políticos a los que se les pagaría por tan valiosa misión. La única autoridad de las instituciones no es en este caso Verónica Pérez, sino todos nosotros y los 'nosotros' que vendrán.

La convocatoria yerra en la dirección postal de la cita. Para mostrar la indignación contra el Gobierno, la abstención del PSOE o los políticos y sus políticas no hay que ir al Congreso, sino a las sedes de los partidos, que están al timón y haciendo pespuntes torcidos en lo que llamaremos historia de la democracia. Cuando se nos hayan olvidado las caras y las voces de sus líderes, el Parlamento seguirá en Carrera de San Jerónimo.  

El Congreso que será acorralado metafóricamente este sábado ha parido leyes como la de la sanidad pública, la abolición de la mili, el matrimonio homosexual o la ley del divorcio. Otra cosa es el papelón de sus inquilinos, cuyos nombres se olvidarán mucho antes de que se renueven las alfombras del hemiciclo. A ver quién sabe decir de carrerilla quién era ministro de Exteriores con Aznar o de Agricultura con Zapatero.  

Dar por perdido el Congreso, protestarlo, es equiparar el poder del Parlamento al de quienes pasan por allí cada cuatro años (o meses). Es hacerles una dádiva muy superior a la que les reconoce la Constitución. Asediar el Parlamento es asediarnos a nosotros mismos, como hacen los perros con sus colas. Lo que hay que rodear está en otro código postal. 

La mera convocatoria es un caramelo político que ya está saboreando el PP. En la misma cita de 2012, Dolores de Cospedal comparó la protesta con el golpe de estado de 1981. Cristina Cifuentes mandó a la plana mayor de los disparadores de pelotas de goma, que fueron a coger el tren de los disturbios hasta Atocha. A Jorge Fernández Díaz toda la actuación policial le pareció “espléndida” y que los manifestantes habían desplegado una “violencia extrema”. Pero el contrincante era vapor. La diferencia es que en esta edición hay un grupo político enfrente con cara y ojos al que el Gobierno y el PP le puede echar cosas y desmadres en cara.   

Al otro lado de la bancada, Unidos Podemos recibe flechazos y se debate en su postura. La decisión de algunos diputados de asistir resulta tan incoherente como lo es indignarse desde la calle contra uno mismo o lo que él mismo representa. Irán cambiando de rol cuando salgan y entren del hemiciclo: ahora soy protagonista y sujeto activo del sistema; ahora soy víctima y sujeto pasivo del sistema. Entre ellos, hay que destacar la versión tibia y cínica de “pasarse a saludar”.

Tenemos una democracia nominal. Nos castró la dictadura. En la transición se bailó la fiesta de la democracia porque votar era una juerga. Ahora, introducir una papeleta cada cuatro años se evidencia insuficiente. Pero es la fiscalización, el activismo, la actitud crítica y la presión a los gobernantes, no el asedio de las instituciones que son nuestras, lo que nos sacará del atolladero de la corrupción y la mediocridad.  

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